Trata y explotación sexual de mujeres y niñas con discapacidad

Según datos de Naciones Unidas, España es el primer país de Europa y el tercero del mundo en consumo de prostitución. En los últimos 30 años hemos pasado de ser un país de paso para las redes de la trata de personas con fines de explotación sexual a ser país de destino donde las víctimas de estas mafias, especialmente mujeres, niñas y niños son prostituidas en locales, pisos y carreteras por chulos, proxenetas y puteros.

En parte este cambio de la situación de la explotación sexual y posición de España en el ranking mundial y europeo viene producido como consecuencia directa de la reforma del código penal de 1995 que despenalizó la tercería locativa y la reforma del 2015 por la que para demostrar proxenetismo las propias víctimas han de ser ellas mismas quienes denuncien al proxeneta y/o mafia. 

La despenalización de la tercería locativa ha permitido que los locales puedan ser arrendados a los proxenetas para abrir burdeles bajo licencias de hotel, salón de masajes, spas, locales de copas, etc. Sin que ello pueda resultar un delito para el arrendador si se descubre que en esos espacios la explotación sexual se está produciendo. Esto conlleva que, aunque las mujeres sean sacadas de ahí, el local pueda seguir abierto y traspasado a unas nuevas manos que en días vuelve a traer «chicas nuevas«. Además, estás mujeres en su mayoría migrantes sin papeles, atemorizadas por las mafias y a quiénes se les sustrae el pasaporte y toda documentación, rara vez denuncian cuando son preguntadas directamente por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en las redadas a dichos establecimientos y otros espacios donde son prostituidas.

En el cuatrienio 2016 y 2020, Guardia Civil y Policía Nacional identificó a 885 víctimas de trata con fines de explotación sexual, de las cuales prácticamente toda su totalidad eran mujeres y niñas. Según datos de la Fiscalía, entre el lustro de 2013 a 2018, solo hubo 86 sentencias condenatorias por trata con fines de explotación sexual, aunque dentro del total de los casos abiertos durante esos cinco años había habido 1.181 víctimas identificadas, de las cuales 13 de las mujeres tenían alguna discapacidad mental y/o física. Para hacernos una idea de la disparidad de datos en cuanto a denuncias en relación con el número que se estima de mujeres en prostitución provenientes de la trata que existen en España, hablamos de unas 300.000, en cambio solo se identificaron como tal 885 víctimas entre 2016 y 2020.

Las mujeres y niñas con discapacidad son las más vulnerables entre las vulnerables. Esto se debe a que este grupo de mujeres y niñas sufren un doble riesgo, por su sexo y por su condición de discapacidad física y/o mental.

No caigamos en el error de creer que son solo unas pocas porque lo cierto es que son más de lo que podamos imaginar y esto es debido a que son invisibles; no solo para la sociedad sino lo que es peor, dentro de los mecanismos e instrumentos que existen tanto a nivel nacional como internacional, que están destinados a la protección de las víctimas, como son el Protocolo de las Naciones Unidas para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, y la Convención de Naciones Unidas contra el Crimen Transnacional Organizado entre otros, en los que la discapacidad en víctimas de trata no está contemplada. Otro grave problema que deriva de esto es la inexistencia de datos estadísticos ni de cualquiera otra índole objetivable, tanto a nivel del Estado español, como a nivel de los países miembros de la Unión Europea, ni tampoco por parte de las Naciones Unidas. Todo esto hace imposible la correcta evaluación y adecuada elaboración de de las políticas que actualmente son llevadas a cabo en los países; algo que permitiría un estudio comparativo para así dirimir cuál de ellas es la más eficaz para identificar, proteger y asistir a las víctimas con discapacidad.

Por otra parte, es importante tener datos cuantitativos para poder conocer de manera real la oferta y la demanda de mujeres y niñas con discapacidad que son consumidas. Esto que suena tan duro y crudo que parece que estuviéramos hablando de reses de vacuno, pero es la REALIDAD en la que todos y todas vivimos, aunque no la veamos o miremos al otro lado. Además de lo dicho, hay que añadir que esta situación de «ignorancia» y desidia en cuanto a la creación de estadísticas y estudios cuantitativos que permitan de forma objetiva analizar y determinar la situación en la que nos encontramos, atenta contra la Convención Internacional contra la Discriminación de la Mujer (CEDAW), y contra la Convención Internacional de la Discapacidad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Aunque en el ámbito nacional, el Plan integral de lucha contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual 2015-2018 sí recogió la discapacidad, pero claramente esto no es ni de lejos suficiente. Es de vital importancia que el Gobierno, este y el que venga, se ponga a trabajar en la ampliación de las políticas públicas en todas las líneas de actuación a la hora de perseguir y abordar la trata y la prostitución, y para que esto sea factible hay que saber detectar a las víctimas, con y sin discapacidad; unas políticas, actuaciones, protocolos, recursos y profesionales que trabajen adecuada y eficazmente en cada situación y de manera específica en cada caso, con el objetivo prioritario de ayudar, proteger y garantizar los derechos de víctimas con discapacidad también para no dejarlas fuera a su suerte.

Algo que Isabel Caballero de CERMI Mujeres, afirma rotundamente: “las mujeres y niñas con discapacidad siguen siendo invisibles en los instrumentos internacionales que prohíben la trata de personas, como la Convención de Naciones Unidas contra el Crimen Transnacional Organizado o el Protocolo de las Naciones Unidas para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños”.

Añadir también que esto no es algo que se solo se denuncia desde el ámbito estatal, desde asociaciones como CERMI MUJERES sino que el Comité de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad también lo hace, pues es de sobra sabido el peligro que corren las mujeres y niñas con discapacidad por dos grandes razones; porque suelen vivir en exclusión social y en la pobreza, y porque a ello hay que añadir que viven en España, un país que en cabeza los rankings mundial y europeo en consumo de prostitución de mujeres y niñas. La exposición de estas mujeres y niñas al sistema prostitucional es brutal.

Cuando hablamos de víctimas de la explotación sexual con discapacidad tenemos que conocer muy bien qué perfil tienen estas mujeres y niñas. Los rasgos comunes a todas es que no tienen conciencia de víctimas, desconocen sus derechos, y peor aún no saben detectar las situaciones de peligro, algo que las deja desamparadas y completamente expuestas, siendo susceptibles a la manipulación y a la captación de las mafias de la explotación sexual. A todo esto, hay que sumarle que estás mujeres y niñas no suelen tener acceso a la educación y/o al empleo tan fácilmente como las que no tienen ningún grado de discapacidad, y viven en muchos casos en situación de exclusión social, expuestas al maltrato, y a la mendicidad. En gran parte esto se debe a que muchas viven bajo el cuidado y tutela de un tercero que suele ser quien toma las decisiones por ellas viviendo así bajo una libertad muy limitada y en ocasiones incluso coartada ya que son las propias personas cuidadoras quienes sacan provecho instrumentalizándolas para algún fin en beneficio propio.

Estas personas que las instrumentalizan para algún fin espurio saben que difícilmente estas mujeres van a poder acceder a los recursos de apoyo y protección, lo cual aún incrementa más si cabe su vulnerabilidad, y el riesgo de acabar prostituidas, y lo que es aún más trágico, si logran acceder a los recursos para víctimas de la explotación sexual se encuentran con que éstos no están adaptados.

CERMI Mujeres, como expertas en esta materia, ha confirmado que todo lo expuesto aquí es real y es la vida misma, pues han señalado en múltiples ocasiones que la dificultad en el acceso a la educación y al empleo, son grandes factores de riesgo para sufrir exclusión social y pobreza; y que la inaccesibilidad y la falta de inclusividad de los servicios y recursos para las mujeres y niñas con discapacidad hacen que queden desprotegidas. Isabel Caballero, de CERMI Mujeres ha alertado ya de este hecho: “La falta de toma de conciencia entre las mujeres y niñas con discapacidad en relación con sus derechos y con la explotación y sus peligros hace que sean incapaces de autoidentificarse como víctimas y que sea más fácil para los traficantes manipularlas”.

SITUACIÓN NACIONAL: INFORME OED (Observatorio Estatal de la Discapacidad), julio 2022

En julio de 2022 el Observatorio Estatal de la Discapacidad del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 presentó un estudio diagnostico con el nombre “La Trata de Mujeres y Niñas con Discapacidad con fines de Explotación Sexual”. El informe al completo puede consultarse en el siguiente enlace Informe OED julio 2022

Es un estudio dentro del ámbito nacional centrado en la trata con fines de explotación sexual de mujeres y niñas con discapacidad. El informe trata de poner los datos en negro sobre blanco para visibilizar esta realidad que no por no visible es menos real. El estudio tiene como objetivo poder conocer a través de un análisis sobre el terreno, la situación de explotación sexual dentro del sistema prostitucional y de la industria del porno, en la que se hayan las víctimas y qué impacto tiene esto en su salud integral.

La investigación desgranada en el presente artículo trata de profundizar en esta realidad desconocida por la sociedad en su conjunto, pero también inclusive para muchos de los equipos de profesionales que trabajan asistiendo y protegiendo a las víctimas del sistema prostitucional. Por otra parte, el estudio deja claro que estás redes de explotación tienen normalizado el uso, y abuso de mujeres y niñas con discapacidad y que lo hacen con la total la impunidad que les proporciona el laxo código penal de nuestro país y la carencia de una sólida legislación abolicionista que persiga a mafias, proxenetas y puteros, y que a su vez ponga a disposición de las víctimas una amplia red de recursos económicos, sociales y de protección para la restitución de sus derechos humanos, sociales y civiles.

Derivada de esta necesidad de visibilizar la catastrófica situación de las mujeres y las niñas con discapacidad explotadas dentro de la industria del sexo, y dado que no se disponen de datos comparativos sobre las políticas implementadas, víctimas atendidas/detectadas y recursos destinados, ni dentro de España ni en la Unión Europea, así como ni en los organismos de las Naciones Unidas, el estudio se basó en los testimonios de casos reales de mujeres con discapacidad que han sido víctimas de trata (quien quiera leeros de manera pormenorizada puede hacerlo descargando el informe en el enlace anteriormente indicado). Se realizaron 44 entrevistas y entre ellas se encuentran varios testimonios que ponen de manifiesto la problemática y dónde puede estar la raíz del problema. Una de las mujeres entrevistadas puso cara y cuerpo a algo que las feministas llevamos alertando desde hace tiempo, y es el peligro de la pornografía y de plataformas como Onlyfans, Pornhubb, entre otras. Esta mujer contestó: “muchas mujeres con discapacidad física o sensorial recurren a ‘onlyfans’ por falta de alternativas para ganarse la vida”. Si ser mujer ya es un factor determinante para caer en la prostitución y la pornografía, imaginemos añadir ser pobre y además tener una discapacidad.

Quizás para personas ajenas a todo esto resulte impensable aprovecharse de una mujer o una niña que además tiene una discapacidad física o mental pero lo cierto es que en «el mercado» de la prostitución, las mujeres y niñas discapacitadas son muy demandadas por los puteros quienes están dispuestos a pagar mucho dinero por acceder a esos cuerpos. Y lo sabemos porque en foros de puteros son muy solicitadas y buscadas, al igual que lo son las mujeres embarazadas.

Volviendo al estudio, encontramos en él la definición de explotación sexual de Naciones Unidas, pues en ella se incluyen la prostitución, la pornografía y otros tipos de violencia sexual. 

«La captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. La explotación incluye como mínimo, la derivada de la prostitución y de otras formas de explotación sexual incluida la pornografía, trabajos o servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, la servidumbre o la mendicidad, las actividades delictivas y la extracción de órganos corporales».

Una de las conclusiones del estudio es algo que las profesionales expertas en violencia sexual, trata, prostitución y salud mental ya hemos detectado en el día a día, y es que a parte de la especial vulnerabilidad de las niñas y las mujeres con discapacidad física/intelectual a ser explotadas por familiares o por personas que las atienden en los centros educativos y sanitarios, es que se dan dos realidades que a veces son complejas de distinguir: mujeres que adquieren la discapacidad como consecuencia sobrevenida de la violencia ejercida sobre ellas, o si es una condición ya presente antes de la violencia. En el caso de la discapacidad psíquica dirimir esto es aún incluso más complejo pues de manera generalizada todas las mujeres salen de la explotación sexual con graves problemas de salud mental. Es por esto que organizaciones expertas en temas de trata, como APRAMP, apunte a la vital importancia de la formación en materia de discapacidad que tiene para los equipos profesionales que trabajan con las víctimas de trata. Esto es porque dicha formación es imprescindible para la detección de casos ya que este es el gran problema porque para hacerla de manera correcta todo el equipo de profesionales necesita una especialización en general y en el ámbito judicial en especial porque si de manera habitual una víctima declara bajo efectos del síndrome de estrés postraumático con todo lo que ello conlleva, cuando hablamos de una víctima con discapacidad la declaración es aun si cabe más confusa, difícil y errática; es por esto que se hace tan importante la existencia de protocolos de detección que permitan detectar la discapacidad entre las víctimas de trata, además de por supuesto que exista una formación obligatoria para profesionales del ámbito asistencial, sanitario y judicial, para poder detectar, valorar y derivar al recurso más adecuado dada la especial vulnerabilidad de estas víctimas. Esta falta de especialidad en relación a la discapacidad acaba por ir contra la víctima pues todo el peso del proceso suele caer en el testimonio de ella misma siendo este un arma de doble filo que acaba por no tener una resolución satisfactoria o que lleva a una desestimación del caso con lo que los criminales salen beneficiados.

Las mujeres y niñas con discapacidad aparte de que son más son fáciles de captar para los proxenetas son también mucho más baratas a la hora de traficarlas porque a la facilidad en la captación, hay que añadir que están muy demandadas por los puteros por lo que están dispuestos a pagar mucho dinero, además de ser muy rentables para chulos y proxenetas porque debido a su indefensión saben que son fácilmente dominadas y que pueden estar hasta 24 horas siendo agredidas por los puteros sin negarse ni oponer resistencia alguna. Por lo general normalizan tanto la violencia que quienes las explotan sean los proxenetas o los puteros no necesitan usar amenazas, coacciones, ni violencia para que sean dóciles.

Las mujeres con discapacidad no solo son blanco fácil de las mafias de la trata y de la prostitución, también se da la casuística de que son sus propios familiares quienes las prostituyen o explotan, incluso a veces el «novio» no es tal, sino que es él mismo el proxeneta.

Una de las cosas que buscan los prostituidores es realizar toda clase de prácticas como la penetración sin protección, prácticas sexuales violentas y deshumanizantes que han visto en el porno es por esto que también la demanda de mujeres prostituidas y menores con discapacidad es tan elevada pues saben que la dominación que podrán ejercer es total, brutal y sin resistencia.

Las mujeres prostituidas, por lo general no se perciben así mismas como víctimas debido a la disociación que suelen desarrollar derivada de la violencia sistemática que padecen, pero en el caso de las mujeres con discapacidad cognitiva por leve que sea puede hacer que tenga dificultades para interpretar y darse cuenta de cuándo un comportamiento es vejatorio, abusivo, denigrante… Llevándola a aceptarlos e integrarlos como «normales». Es esta dificultad la que les impide identificarse como víctima y expresar lo que les está sucediendo, es por esto que se les hace imposible buscar una salida y pedir ayuda. A esto hay que añadir las otras muchas dificultades típicas en los casos de explotación sexual: la culpa, la vergüenza, la falta de una red socio-afectiva, el desconocimiento del idioma en muchos casos, la situación irregular en la que se encuentran, etc.

En el caso de las mujeres con discapacidad física, a lo dicho anteriormente hay que añadir que hay casos en los que se da la doble discapacidad (física y mental) con lo que la problemática se agrava, porque hay que sumar las dificultades de las mujeres y niñas con problemas de movilidad que las llevan a no poder intentar ni siquiera huir o salir de donde se encuentra para pedir ayuda o denunciar.

A parte de las redes de trata y prostitución, las mujeres y niñas con discapacidad están expuestos a otros perfiles de criminales, éstos pueden ser desde varones que buscan y quieren mujeres que, aunque sean mayores de edad, tengan comportamientos y rostros de niñas. Estos depredadores sexuales pululan por las redes sociales, en los espacios a los que asisten habitualmente como recursos sociales, centros de salud, lugares de trabajo, o por la calle sin ir más lejos. Es decir, no existe un solo espacio seguro al 100% para estas mujeres y niñas, incluso el depredador puede estar dentro de la propia familia (en los casos intrafamiliares los depredadores encuentran aún mayor impunidad por el silencio que se suele guardar dentro de la propia familia).

Una de las principales cosas en las que hace hincapié la investigación es la gran vulnerabilidad en la que estas mujeres y menores se encuentran cuando llegan a algún recurso público de acogida, como son los centros de acogida de migrantes ya que son en estos espacios donde las personas con algún tipo de discapacidad corren gran riesgo de ser captadas por las redes de trata con fines de explotación sexual. También otro medio de capacitación son las redes sociales, en este ámbito virtual el riesgo para ellas es extremo y es peor cuánto más jóvenes son las víctimas pues las más pequeñas pueden llegar a aceptar la realización de favores sexuales a cambio de ofrecerles objetos bonitos, y dinero que una vez han aceptado son amenazadas, chantajeadas y coaccionadas a seguir prostituyéndose a cambio de su silencio y de que nadie de su familia sepa lo que están haciendo.

Dentro de la investigación se recoge el testimonio de una mujer joven con discapacidad intelectual prostituida por sus padres a la que ofrecían a hombres de todo el pueblo a cambio de un «reconocimiento social». Increíble pero cierto. Otro testimonio incluido en la investigación es el de una adolescente prostituida en calle, 14 horas al día por «su marido» desde que cumplió 16 años.

También hay casos en los que la discapacidad es sobrevenida a causa de la prostitución. En relación a éstos casos la investigación recoge un testimonio escalofriante de una mujer prostituida a la que uno de sus brazos tuvo que serle amputado porque era utilizado para que los puteros apagaran los cigarrillos sobre él. Tras la amputación la mujer se convirtió en una de las más demandadas del prostíbulo porque a muchos puteros les excitaba practicar sexo con una mujer a la que le faltara un miembro.

Las personas encargadas de la investigación no han encontrado datos cuantitativos que permitan poder afirmar que dentro de los puteros existe una demanda específica de mujeres con discapacidad como sí sucede en el caso de las mujeres embarazadas, muy «de moda» últimamente; aunque sí es cierto que las entidades especializadas en asistencia a mujeres prostituidas han señalado que sí se han encontrado con mujeres con discapacidad intelectual leve o moderada dentro del ámbito de la prostitución cuando han ido a hacer alguna asistencia y que en muchos casos están ahí por su aspecto aniñado que es bien conocido que dentro de los puteros gusta mucho.

En el estudio se denuncia que los centros de atención a estas víctimas no dan la importancia que debieran a la discapacidad ya que de entrada ni se contempla esa posibilidad a no ser que ésta sea evidente, algo que no siempre sucede, sobretodo en la discapacidad intelectual, por lo que las valoraciones suelen no ajustarse a la situación real de las víctimas ya que se enfrentan a una triple barrera: cultural, idiomática y cognitiva. Esto se debe en gran medida a que existe una falta de formación específica pero también de una sensibilidad especial del personal que trabaja en los centros dependientes de las consejerías de Servicios Sociales y que son los responsables de valorar el grado de discapacidad de personas víctimas de trata en situación irregular ya que sin una correcta valoración y sin darle la importancia que ello conlleva para estas mujeres luego difícilmente podrán tener el acceso a la ayuda que necesitan. 

Al no existir registros ni estadísticas oficiales, a día de hoy para poder realizar estudios e investigaciones y poder así tener una estimación de la situación, las organizaciones utilizan las entrevistas exploratorias realizadas en compañía de supervivientes y con personal de apoyo de asociaciones especializadas en discapacidad, como así puso de manifiesto Beatriz Sagrado, durante la presentación del informe. Por todo esto, desde las organizaciones especializadas en trata y prostitución, así como las que trabajan con mujeres con discapacidad abogan por que, en los procesos de intervención con las víctimas, y en los procesos jurídicos la discapacidad de estas víctimas sea tenida en cuenta como factor de vulnerabilidad que ha llevado a la víctima a estar en situación de explotación sexual. Además de que desde el gobierno haya el firme compromiso y voluntad de que la discapacidad esté incluida a la hora de la elaboración de estadísticas oficiales, y de los protocolos de detección y asistencia.

Que España cuente con el Plan Integral de Lucha contra la Trata de Mujeres y Niñas con Fines de Explotación Sexual 2015-2018 en el cual se contempla la discapacidad, no es ni de lejos suficiente para abordar la complejidad y de manera eficaz el problema ante el cual nos encontramos. Sin ampliar las miras, intensificar esfuerzos, crear recursos suficientes e implementar políticas públicas que aborden de manera transversal y específica la situación en la que se encuentran estas mujeres y las niñas, no conseguiremos nada. Hay que modificar leyes, crear protocolos y realizar investigaciones que nos permitan poder analizar la situación de manera clara, empírica y exhaustiva; realizar campañas de sensibilización y prevención que visibilicen a las mujeres con discapacidad en prostitución, pero poniendo el foco sobre el puteros, y desde luego ampliar recursos haciéndolos inclusivos para que las víctimas sepan y puedan acudir a ellos con todas las garantías.

Desde la fiscalía, María de los Ángeles Sánchez, puso de relieve en julio de este año, la vital importancia que es para poder abordar el problema de manera eficaz, global e integral, que existan datos porque para que se haga de forma adecuada han de existir datos y estudios cuantitativos, además de que los profesionales implicados, en especial los de la judicatura, estén debidamente especializados no solo en trata y prostitución sino también en mujer y discapacidad con el fin de detectar cuando una víctima es una persona con discapacidad.

PRINCIPALES RESULTADOS: conclusiones y recomendaciones

Visto lo visto, podemos concluir que el estigma social que todavía aun hoy existe entorno a la discapacidad, especialmente la mental, añadido a nacer con sexo mujer, hace que éste sea un tema tabú tanto dentro de las familias como a nivel social. De ahí que esté tan invisibilizado que no sea perceptible haciéndolo pasar por una realidad «inexistente» tanto para la sociedad en general como para profesionales que trabajan contra la trata con fines de explotación sexual.

Otra conclusión es que las niñas y las mujeres con discapacidad especialmente las que tienen una discapacidad intelectual, están expuestas aún a una mayor vulnerabilidad y no siempre los explotadores son personas extrañas, sino que más a menudo de lo que pensamos éstos están dentro de la propia familia o un tercero que se hace pasar por «pareja».

En cuanto a los daños físicos y psicológicos que la explotación sexual tiene sobre estas víctimas éstos se agudizan debido a su discapacidad, aunque en otros muchos casos se da que es la propia explotación la que desencadena la discapacidad. Por eso hay veces en las que es difícil discernir qué se produjo antes.

Un punto clave es el que apunta a la carencia de datos cuantitativos ya que esto hace que no se pueda analizar la problemática de forma objetiva y eficaz. Dejar el factor discapacidad fuera de las actuaciones policiales y de las sedes judiciales es un grave error a subsanar de inmediato, así como la necesidad de incluir recursos profesionales formados en mujer y menores/discapacidad/trata-prostitución, así como especializados en la atención a estas víctimas, que trabajen desde una estrategia multi e interdisciplinar que esté debidamente coordinada tanto nacional como internacionalmente, y cooperando entre sí. 

Resaltar también que existe una gran falta de recursos de acogida de emergencia de medio y largo plazo, y en los pocos que existen las listas de espera son de meses.  Esto es totalmente inaceptable y es algo que incumple total y gravemente con la Directiva 36-2011 o Convenio de Varsovia en los que se recoge la necesidad de proporcionar alojamiento adecuado y seguro.

Cuando hablamos además del colectivo migrante, a la falta de recursos y al escaso o nulo reconocimiento de la discapacidad, se le suma que es prácticamente imposible poder prestar la ayuda y asistencia adecuadas si la víctima está en situación administrativa irregular. Existe una evidente falta de concienciación y sensibilidad en los centros asistenciales de primera instancia en cuanto a la situación de las mujeres y menores víctimas de trata y la infravaloración de la discapacidad, imposibilitando así el reconocimiento de los derechos (ayudas, medidas de protección, etc.) que les corresponden y el acceso a las mismas.

Como he apuntado anteriormente, el tabú social y estigma entorno a la discapacidad hacen que la realidad de las mujeres y las niñas, así como la de sus familias, sea compleja, poco visible y hermética, y es por esto mismo que es importante también realizar campañas de prevención, sensibilización que ponga de relieve esta realidad, la realidad de las niñas y las mujeres explotadas sexualmente y que esto existe porque hay hombres dispuestos a pagar mucho dinero por comprar y abusar de los cuerpos de mujeres y niñas que ni pueden ni saben defenderse. Es tremendamente necesario poner el foco en la prevención, en las causas, en la concienciación social, pero sobre todo en los hombres, centrar en ellos las campañas de sensibilización ya que son ellos los consumidores máximos, y por supuesto, en la atención a las víctimas que sufren los efectos devastadores de la prostitución, así como no olvidar la reparación del daño sufrido mediante un sistema de ayudas económicas, de programas de atención psicológica y de una reinserción laboral adecuada.

Remarcar también la insistencia en la obligada creación de una base de datos estadísticos de la industria del sexo y de la situación de las mujeres y menores dentro de ella con algún tipo de discapacidad, siguiendo las recomendaciones del Informe del Parlamento Europeo – Resolución 10/02/21 sobre aplicación de la Directiva 2011/36/EU – relativa a la prevención y lucha contra la trata y a la protección de las víctimas, que insta a los Estados de la UE a aumentar mucho más sus esfuerzos y redoblar la financiación para la investigación, el análisis así como la recopilación de datos, porque con ellos es la única manera real y objetiva de cómo podremos evidenciar la dimensión del problema permitiéndonos probar que existe una necesidad real de elaborar e implementar las políticas públicas que ayuden a luchar contra esta problemática a través de los recursos, programas y protocolos necesarios debidamente adaptados a las víctimas de trata con discapacidad.

Respecto a la mejora de la situación y la protección de las posibles víctimas, evidenciar que las administraciones públicas, gubernamentales y políticas han de comprometerse a llevar a cabo una serie de cambios y mejoras en los recursos ya existentes, a la par de unas reformas legales. De lo contrario nada cambiará y no solo eso, sino que irá a peor.

Otra conclusión muy importante, es que el acceso a la sanidad ha de estar garantizado tanto si la víctima de explotación sexual lo es también víctima de trata o no. Para ello se tiene que permitir que tanto las mujeres que tengan residencia por arraigo en el país familiar pero no sean víctimas de trata, y viceversa, que podrán tener garantizado su acceso a la sanidad. Pues víctimas de trata o no todas son víctimas de la explotación sexual.

Imprescindible garantizar la información a las niñas y a las mujeres con discapacidad de los derechos que las amparan, así como alertarlas de los métodos de captación y de formas de abuso de las que pueden ser víctimas de explotación/abuso sexual por parte de un tratante o cualquier otra persona ya sea extraña o alguien conocido. Por esto es importante hacer hincapié en la educación afectivo-sexual tanto de las personas con discapacidad como del personal de dentro de los recursos especializados, (residencias, centros de día, educativos, médicos…), que incluya la prevención y detección de casos, así como la autoprotección de las propias niñas y mujeres.

Como he mencionado antes poner de relieve en campañas de sensibilización la responsabilidad de los puteros. Hombres que plenamente conscientes de lo que hacen, pagan por abusar de niñas y mujeres con discapacidad. Pues los prostituidores y los proxenetas son la raíz de la explotación sexual. En línea con esto, en el campo digital, es necesario crear mecanismos de detección de captación de víctimas en línea que permitan perseguir e identificar a mafias de la trata y proxenetas. Para ello se sugiere que las empresas de las redes sociales y mensajería online pongan sus bases de macrodatos y análisis de éstos a disposición de la Guardia Civil para detectar patrones de consumo y actividad en redes que permitan la detección de casos.

Finalmente, en el ámbito jurídico, se propone la obligada formación de abogados y abogadas que trabajan en el turno de oficio para poder atender a mujeres y menores con discapacidad víctimas de trata y de la explotación sexual en el momento en el que surja un caso. Así mismo hacer hincapié en la gran necesidad que existe de ver la  discapacidad como un elemento agravante a la hora de  considerar que en estos casos se produce un doble abuso, por la situación de superioridad respecto a la víctima que además de la vulnerabilidad y la necesidad, se le añade que posee algún tipo de discapacidad intelectual o física, de este modo se penaliza también que aunque la víctima sea mayor de edad el prostituir y mantenerla en la prostitución, como crimen dentro del Artículo 187 del Código Penal, así se crearía una medida disuasoria a la hora de prostituir a mujeres con discapacidad, algo que a día de hoy no sucede y que por ello la explotación de mujeres y niñas con discapacidad es percibida por traficantes y proxenetas una práctica sin apenas riesgos. También se insta a reconocer la concurrencia de otros delitos aparte del de la trata con fines de explotación sexual, como pueden ser: violencia física, abuso continuado, violencia de género, abuso sexual, aborto/embarazo forzoso, etc. Para que así las penas sean más justas en relación al daño causado sin permitir los atenuantes (confesar el delito, la drogodependencia…) que están actualmente contemplados para las penas de este tipo. Y por supuesto que el acceso a los servicios y recursos de reparación del daño a las víctimas, teniendo en cuenta el grado y tipo de discapacidad, no esté coaccionado a la interposición de denuncia y/o colaboración de la víctima.

Siempre me gusta acabar el artículo con una frase significativa. En esta ocasión he elegido esta de la experta Beatriz Sagrado, consultora de género, salud y violencia. 

La industria del sexo sigue ligada al ocio por ese derecho asumido por algunos hombres de poseer el cuerpo de la mujer (…) En la mercantilización del cuerpo de la mujer se va dando cada vez una demanda de mayor variedad, buscando lo exótico y, es ahí donde en su opinión entra en juego la discapacidad, porque además refuerza el deseo de posesión de los puteros”. 

Para finalizar, quiero dar las gracias especialmente a mi compañera de lucha feminista Maika Barceiro por su ayuda, asesoramiento y supervisión en la escritura de esta columna sin la cual me hubiera sido difícil abordar el trabajo. Llevo trabajando sobre este artículo desde diciembre, pero ha merecido la pena. Muchas gracias, compañera.

Artículo por Laura Isabel Gómez Garcia (La Gata Negra)

Publicado originalmente en https://nuevarevolucion.es/trata-y-explotacion-sexual-de-mujeres-y-ninas-con-discapacidad/

29/03/2023

“El baile de las locas”: violencia sexual y de género en mujeres con enfermedad mental

No muchas personas saben que las mujeres víctimas de violencia sexual, de género, y en general de violencia de todo tipo, a menudo desarrollan enfermedad mental derivada de estas situaciones violentas, así como la especial vulnerabilidad adquirida derivada de estos episodios violentos que las ponen en situaciones que las convierten en las “víctimas perfectas” para abusadores y agresores, tanto en la esfera pública como privada. A nada que investigues y hables con estas pacientes te das cuenta que la inmensa mayoría de ellas han sufrido o sufren violencia sexual, física y psicológica de manera sistemática, continua y generalizada. Pero aun peor es comprobar como esto ni se estudia cómo debería para poner en datos cuánticos y porcentajes esta realidad, ni se hacen estadísticas, ni se aborda adecuadamente desde la sanidad pública.

¿Cómo no se puede investigar esto? Desde las asociaciones de mujeres víctimas de violencia machista sabemos que muchas de las mujeres pacientes de psiquiatría padecen una enfermedad/trastorno mental como consecuencia de la violencia sufrida, mientras que muchas otras sufren violencia por tener una enfermedad/trastorno mental que las convierte en objetivo fácil para los victimarios. Es una vergüenza que esto se pase por alto con demasiada frecuencia, que no se tenga en cuenta y que se dé la espalda tanto desde las instituciones públicas como por parte los profesionales de la salud mental cuando una mujer con problemas de salud mental intenta denunciar porque se presupone que tiene “delirios”.

No he hallado muchos estudios con datos empíricos con los que fundamentar el presente artículo pero por eso mismo se hace necesario que se hagan porque el hecho de que no existan datos puestos en negro sobre blanco no quiere decir que no exista esta realidad, que yo personalmente he constatado en primera persona tanto a través de mi trayectoria profesional como mi vida personal, pues yo misma soy paciente de psiquiatría desde los 19 años y en mi biografía no hay pocos episodios violentos que a la hora de compartir con otras pacientes que he conocido he comprobado que aquello que pensaba que me pasaba o que me pasó a mí no era a la única a la que le había sucedido. Esto es porque las mujeres con enfermedad mental están solas, dejadas a su suerte, pues no se las protege adecuadamente ni se las presta la atención suficiente y necesaria. Y es aquí en este punto cuando opera el estigma de “la loca. Una persona bajo tratamiento psiquiátrico rara vez se la cree, pero cuando esa persona es del sexo femenino aún se la cree menos. Triste pero cierto.

Que las mujeres tenemos peor salud mental que los varones está ampliamente demostrado por numerosos estudios sociológicos y sanitarios que han descrito a la perfección que la vulnerabilidad de las mujeres a la enfermedad mental no es tanto por las características biomédicas propias del sexo femenino (hormonas, procesos biológicos, etc.) como por la influencia de los roles de género impuestos por el sistema patriarcal que influyen negativamente en hombres y mujeres en general y muy especialmente en las mujeres en particular (trabajo, casa, hijos/as, personas dependientes, presiones estéticas, la imposición de “la wonder woman” eternamente joven, guapa, delgada, estupenda y siempre feliz sacrificándose por amor a los suyos y por el trabajo). Todo esto está ampliamente recogido en uno de los mejores informes que he encontrado, “Informe SESPAS 2020: El género como determinante de la salud mental y su medicalización”, pero que por espacio en esta columna no voy a desgranar ya que, me extendería hasta el infinito y porque, aunque voy a hablar de salud mental, me voy a centrar en cómo las violencias machistas repercuten en las mujeres con enfermedad mental y cómo padecerlas nos hacen doblemente vulnerables a las mujeres que no las padecen. Pero para quien quiera ilustrarse, dejo el link para consultarlo: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0213911120301813

No, no estamos locas. Estudios y datos:

En materia de tratar las violencias (machistas y de todo tipo) cuando se ejerce contra mujeres con problemas de salud mental, está prácticamente todo por hacer. Como he mencionado anteriormente no he encontrado demasiados datos, pero, aunque pocos, los que he encontrado son muy reveladores. Uno de ellos es el estudio de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, en colaboración con una de las organizaciones pioneras en hacer estudios sobre la situación de las mujeres con enfermedad mental, la Federación de Euskadi de Asociaciones de Familiares y Personas Con Enfermedad Mental (FEDEAFES). Este es uno de los primeros estudios de salud mental y mujer. Fue realizado entre 2015-2016, en el que intervinieron 33 profesionales del Servicio de Salud de País vasco y cuyos resultados se dieron a conocer en junio de 2017.

Del estudio se desprende algo que es fácil de intuir y es que son los factores sociales y estructurales, (el estigma social que es ya de por sí padecer una enfermedad/trastorno mental y que aísla, sumado a la falta de credibilidad, la falta de empleo, recursos económicos, los pocos apoyos sociales y unos servicios públicos escasos e inadecuados al perfil de estas pacientes), son los que ponen a las mujeres con enfermedad mental en situación de especial vulnerabilidad. Por no mencionar que los mecanismos de detección, prevención y atención a víctimas de violencia machista en mujeres con enfermedad mental son totalmente inoperantes e inadecuados.

Las autoras de la investigación en la presentación en 2017 afirmaron que los datos obtenidos son alarmantes y que solo representan “la punta del iceberg” (como de costumbre cuando hablamos de mujer y violencia), por esto es tan importante instar a las instituciones, organismos y asociaciones de pacientes que hagan estudios precisos y completos sobre esta problemática para poder abarcar la totalidad de la situación y dar respuesta a través de tratamientos adecuados, prevención, recursos específicos y suficientes. 

La violencia que sufren las mujeres con enfermedad mental no son diferentes a las que sufren aquellas que no la padecen, (psicológica, física, sexual, económica…), pero sí la sufren en mayor grado, además hay que añadir aquella que se ejerce sobre ellas cuando encima están internas en alguna institución mental donde la vulnerabilidad ante la violencia institucional es grave. Es en este ámbito donde también deberían realizarse estudios pues el hermetismo es total y sabemos por testimonios de las propias pacientes que la violencia entre los muros de las instituciones mentales, especialmente en el caso de las mujeres, no es poco frecuente.

Según este estudio una mujer con problemas de salud mental tiene entre 2- 4 veces mayor riesgo de sufrir violencia machista que el resto de mujeres en general. De hecho, el 80% de mujeres con problemas de salud mental ha sufrido algún tipo de violencia estando en pareja, más de la mitad de ellas violencia física, y un 40% ha sido víctima de violencia sexual durante su vida, siendo la infancia la etapa evolutiva donde la mayor parte de los episodios de violencia sexual se han producido lo que en el 25% les ha generado trastorno mental grave en la edad adulta.

Pero lo realmente trágico es que el 42% de las víctimas no sabe identificar toda esta violencia como tal, y el resto de ellas que sí la identifican cuando se atreven a denunciar no son creídas a consecuencia de su trastorno/enfermedad mental, ni por otro lado los profesionales de la salud mental no han sabido detectar el maltrato en el 50% de los casos tratados.

La violencia machista tiene un efecto multiplicador en las mujeres pues no solo afecta a su salud mental una vez que tienen la enfermedad/trastorno, sino que se convierte en un factor de riesgo de sufrir más violencia y vulneración de sus derechos. Hablamos de vulneración de derechos y discriminación de todo tipo, incluso a la hora de ejercer la maternidad, algo que atenta nos solo contra los derechos humanos de las mujeres sino también infringe la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Además, la enfermedad mental de la madre en los casos de violencia de género donde hay menores, es utilizada por los maltratadores para incapacitarla y quedarse con los hijos e hijas. Y si hablamos de discriminación, algo que he conocido y no sabía que se producía es que en muchas casas de acogida para mujeres maltratadas no aceptan a mujeres con enfermedad/trastorno mental, algo terrible pues desde las instituciones y organizaciones se debe reclamar que existan recursos de atención y apoyo específicos para ellas igual que cuentan con ellos el resto de mujeres. Pues como profesional no entiendo que no se acepte a mujeres con problemas de salud mental en estos recursos ya que me pregunto ¿qué mujer víctima de violencia machista no tiene problemas de salud mental? Es imposible esa casuística. Todas las mujeres contra las que se ha ejercido violencia necesitan apoyo psicológico por las secuelas que les deja dicha violencia. 

Si el estudio anterior hablaba de mujeres con enfermedad mental víctimas de violencia machista por su especial vulnerabilidad, el siguiente es muy interesante porque aborda como el haber sufrido violencia y abusos en la infancia puede generar la enfermedad mental.

Muchas veces cuando una mujer llega a la terapia a la hora de diagnosticarla y tratarla no se aborda correctamente pues se obvia que detrás de esa enfermedad/trastorno puede haber episodios de violencia física y/o sexual que se han producido a lo largo de su vida. Es por esto que es de vital importancia detectar si el origen del problema mental tiene su raíz en este tipo de vivencias traumáticas de carácter sexual, sobre todo. Pues pareciera que cuando una mujer desarrolla una enfermedad/trastorno mental (en caso de hombres también pero aquí me estoy centrando en las mujeres pues los datos y la experiencia dicen que son las mujeres quienes la sufren más), lo hace porque sí o por “ciencia infusa”. Y no. Detrás de problemas de salud mental, en el caso de las mujeres, en muchos de los casos hay enmascarado un trauma de carácter físico y/o sexual. 

Al respecto el estudio de la Fundación Orienta, “Abuso sexual en la infancia: consecuencias psicopatológicas a largo plazo”, del año 2011 (el estudio se inició en 2009 y concluyó en 2011). En dicho estudio participaron 23 personas (casi la totalidad de ellas mujeres, el 95%, de ellas, de las que el 61% estaban casadas) de entre 18 y 59 años, pacientes del psicólogo y el psiquiatra del servicio de salud mental de Parla que habían comunicado en terapia haber sido víctimas de abusos y que aceptaron participar en dicho estudio.

Los resultados son trágicos: el 39% padecía trastornos neuróticos, el 26% trastornos de la personalidad, el 13% trastornos psicóticos, otro 13% trastornos adaptativos y casi un 9% otros trastornos. En el 39% de los casos el abuso sufrido en la infancia fue el motivo de la consulta en salud mental (de ellos el 65% se había producido entre los 5 y los 10 años). De la totalidad de pacientes que participaron en el estudio, un 71,4% no recibían protección legal ni tampoco tratamiento psicoterapéutico previo a la llegada a consulta pues se observó, algo muy común en todos los casos de violencia sexual, y es el mantener los abusos en secreto (diversos estudios afirman que solo el 15% de los casos se denuncia). Esto suele producirse por el insoportable sentimiento de culpa y vergüenza que sienten las víctimas, de hecho, según el presente estudio, el 100% de quienes habían denunciado sintieron culpabilidad y paradójicamente, también el 62,5% que no había denunciado sentía culpabilidad igualmente. Pues siempre el compartir el secreto y sacarlo a la luz genera miedo (a no ser creída, a cómo reaccionará el entorno, etc.) y aunque increíble, también un sentimiento de traición hacia el abusador cuando se trata de casos de abusos sexuales en la infancia, o de casos en los que se ha sido agredida por alguien del círculo social de confianza de la víctima (compañero de trabajo, amigo, pareja, etc.). Todo esto es importante saberlo y tenerlo en cuenta para comprender los sentimientos y emociones de la paciente que tenemos delante.

Entre los problemas mentales descritos en el citado estudio encontramos: el desarrollo de cuadros clínicos graves y psicopatologías como ansiedad, trastorno de la personalidad (sobre todo TLP), pensamientos psicóticos (delirios, manías, paranoia…); tendencia a comportamientos coléricos, rigidez mental, alta irritabilidad, explosiones de rabia (que en realidad enmascaran una rabia contenida hacia el agresor/es y que dirigen hacia personas del alrededor o contra sí mismas); trastornos depresivos, tendencias suicidas, conductas auto lesivas, adicciones a sustancias, trastorno de estrés postraumático, trastorno disociativo, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia/bulimia), conductas de riesgo;  alteraciones a nivel emocional (culpa, vergüenza, inestabilidad)  y comportamental en las relaciones sociales y/o afectivas (problemas para tener relaciones sexuales con normalidad, problemas para ejercer la maternidad, aislamiento social, imposibilidad de mantener vínculos emocionales sanos, etc.); revictimización por repetición del trauma en la edad adulta (los datos del estudio muestran que las víctimas de violencia sexual en edades tempranas/infancia tienen entre 3-5 veces más probabilidades de sufrir una nueva agresión en la edad adulta que quienes no).

Es decir, el abanico de enfermedades y trastornos mentales derivados por abusos en edades tempranas es muy, muy amplio y todo ese bagaje traumático y violento tiene consecuencias nefastas para las mujeres cuando llegan a la edad adulta pues su vulnerabilidad es total. Por eso cuando llegan a consulta es tan importante tener en cuenta que es posible que estemos ante una víctima de violencia sexual/física en la infancia, juventud o en el presente, que acude a consulta aparentemente por un problema de salud mental del cual no se tiene clara la raíz y que si trata adecuadamente es posible que afloren traumas de carácter sexual y/o violentos que han desencadenado dicho problema de salud mental. Es por ello que la consulta debe convertirse en un espacio seguro y de apoyo en el que la paciente pueda sacar de sí tanto dolor, pues esto es básico para poder sanar.

A la hora de tratar este tipo de casos, hay que tener en cuenta que a lo largo de la psicoterapia con pacientes de esta naturaleza se describen tres etapas que el terapeuta debe conocer. Son tres períodos evolutivos críticos en los que el riesgo de aparición de algún problema de salud mental puede aparecer y son: en el momento de formar una pareja, el nacimiento de hijos/as y en el momento en el que hijos/as se hacen independientes y autónomos personalmente. Por todo esto, en aras de que la psicoterapia tenga éxito es importante hacer una exploración y estudio a conciencia de la paciente para asegurarnos en qué momento vital se encuentra y cuál ha sido el origen de la enfermedad mental, solo así podremos dirimir si estamos ante una mujer con enfermedad mental generada por abusos sufridos a lo largo de su vida o si por el contrario nada tiene que ver, pues obviamente en los dos casos el tratamiento es diferente. 

Es importante que los y las profesionales de la salud mental den la importancia que tiene el testimonio de las pacientes y no dar por sentado que están delirando pues los datos cuantitativos confirman que la gran mayoría de las denuncias realizadas por ellas son reales. Esto hace necesario que los equipos de salud mental estén debidamente formados en este tipo de casos y sensibilizados con el fin no solo de detectar los casos sino que sepan ver las conexiones que existen entre la violencia y el trastorno mental para poder dar un tratamiento adecuado y que realmente sea eficaz para mejorar la salud mental de las mujeres, pues como ya se ha visto en muchos de los casos el origen de la patología mental está en la violencia ejercida sobre la paciente y que además la ponen en situación de especial vulnerabilidad para seguir en riesgo de sufrir más violencia. Establecer un buen clima de confianza y de seguridad es la mejor forma de que las mujeres sean capaces de sincerarse; sentir que son creídas y que se las apoya pues de lo contrario será imposible que el efecto terapéutico que tiene contar las experiencias traumáticas tienen sobre la salud mental sea tal.

Otras propuestas, que se ha recomendado desde los citados estudios en el presente artículo son la necesidad de que exista una buena coordinación entre centros sanitarios, unidades de salud mental y las asociaciones de pacientes/familiares con el fin de que puedan trabajar y colaborar conjuntamente, siendo así una red social y sanitaria que proteja a la paciente a lo largo del tratamiento. Así mismo, en esta misma dirección es importante que existan psiquiatras y psicólogos/as especializados en este tipo de casos que puedan ser profesionales de referencia a los que acudir. Por último y muy importante es que es que en el historial clínico se recojan los episodios de violencia que la paciente ha verbalizado haber sufrido.

La plataforma Red Estatal de Mujeres SALUD MENTAL ESPAÑA, fue creada en 2018, está formada por 25 mujeres de toda España con enfermedad mental que viven en sus propias carnes las dificultades y problemas con los que se encuentran diariamente. La plataforma es un altavoz con el que poder dar a conocer su situación y trasladar a la sociedad sus reivindicaciones. Una de sus acciones con mayor transcendencia y difusión es la campaña #NosotrasSíContamos creada para poner sobre la mesa la invisibilidad que sufren las mujeres con enfermedad mental; la vulneración de derechos humanos y civiles, la discriminación, y abusos físicos y sexuales que sufren.

En resumen:

– Las mujeres con problemas de salud mental grave en 3 de cada 4 casos han sido víctimas de violencia doméstica y de género en algún momento

– El 80% de las mujeres con enfermedad mental que tienen pareja han sufrido violencia de género

– El 52% de las mujeres con problemas de salud mental grave se las ha victimizado en el ámbito familiar

– El riesgo de ser víctima de violencia de género se multiplica por 2-4 veces en mujeres con enfermedad/trastorno mental grave 

– La violencia psicológica, dentro del ámbito de la pareja, es la violencia más frecuente ejercida contra estas mujeres, además de la violencia física (en el 50% de los casos) y sexual (en el 40%)

– Más del 40% de las mujeres con enfermedad mental grave que sufren violencia de género en el presente no saben identificarla

– El 50% de los/las profesionales de las unidades de salud mental no sabían que sus pacientes habían sido maltratadas

Todos estos datos tan tremendos dejan en evidencia la vulnerabilidad extrema que poseen las mujeres con enfermedad/trastorno mental ante la violencia machista, sexual, doméstica e institucional. Vulnerabilidad que en gran medida tiene detrás el estigma social de la enfermedad mental, al que se le añade la falta de credibilidad que se les da, la falta de independencia económica que tienen pues encuentran muchas dificultades a la hora de tener un empleo algo que por otro lado merma su autonomía personal.

Faltan recursos adaptados y especializados, faltan profesionales formados y cualificados en estos casos, falta perspectiva de género en la salud mental a la hora de asistir a las pacientes en consulta y a la hora de trabajar con ellas en los recursos que por regla general no están especializados de modo que garanticen que las intervenciones se realizan de forma adecuada y respetando siempre los derechos de las mujeres.

Necesitamos políticas públicas en materia de salud mental en este sentido, campañas de sensibilización, de visibilidad, de denuncia de la discriminación y la vulnerabilidad a la que se enfrentan diariamente las mujeres con enfermedad mental. 

Para acabar, me quedo con las palabras de la presidenta de FEAFES ANDALUCÍA SALUD MENTAL, Concha Cuevas: “Nuestro colectivo sufre el estigma y la discriminación de la forma más cruel que se puede imaginar, pero cuando se trata de una mujer además las mantiene ocultas e indefensas ante los ataques hacia sus derechos fundamentales. La discriminación no está solo en la sociedad, también se encuentra en el sistema público, vemos cómo las opiniones de las mujeres con problemas de salud mental no se tienen en cuenta, vemos cómo no tienen credibilidad sus versiones de los acontecimientos 

Publicado originalmente en NuevaRevolución.es 25/05/22

Por Laura Isabel Gomez Garcia (La Gata Negra)

Ni locas ni histéricas: la salud integral de las mujeres.

En 2004, dentro del marco de la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,  como respuesta a las recomendaciones de la Unión Europea, y tal y como como insta la comunidad internacional sobre la inclusión de la perspectiva de género dentro de las políticas de salud pública, se creó el Observatorio de Salud de las Mujeres de la Dirección General de Salud Pública, cuyo fin era trabajar en la elaboración de líneas de actuación para acabar con las desigualdades y desequilibrios dentro del ámbito sanitario y de la salud integral que se producen por razón de sexo.

Este observatorio tenía una metodología de trabajo participativa con la colaboración de todos los agentes implicados dentro de la sanidad, con el fin de crear mecanismos y difundir amplios conocimientos de modo que permitieran analizar las diferencias en la salud integral existentes entre mujeres y hombres, promoviendo así el estudio de las peculiaridades diferenciales entre las biologías de ambos sexos.

Este observatorio desapareció en 2014 por decisión del Gobierno conservador como consecuencia de los recortes y ajustes derivados de la crisis económica de 2008.

Más recientemente, en 2019, el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad volvió a crearlo para el mismo fin para el que fue creado en la fecha de su primera creación y actualmente lleva en pleno funcionamiento desde el 24 de abril de 2019.

Este re-creado organismo está adscrito al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Según el BOE describía, este observatorio “es un organismo que permitirá el análisis de las políticas de salud y proponer acciones para reducir las desigualdades en este ámbito, a través del conocimiento y comprensión de la salud de las mujeres y de los hombres, de sus problemas y de sus necesidades, para la mejora del funcionamiento del sistema sanitario, de la salud y calidad de vida de los ciudadanos”.

El observatorio de la salud de las mujeres además da soporte al Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud para desarrollar indicadores, metodología y procedimientos para el análisis por sexos de las políticas sanitarias del SNS; y colaborar con la Comisión contra la violencia de género del CISNS dado que esta violencia tiene un efecto devastador en la salud de las mujeres que la sufren y que demasiado a menudo no se tienen en consideración dentro del ámbito sanitario cuando éstas acuden a consulta, como por ejemplo sucede con muchas mujeres que acuden a consultas de atención primaria con sintomatología depresiva y cuya consecuencia está en una relación de malos tratos y no en una depresión endógena per sé.

El caso de Olatz Vázquez

La madrugada del 3 de septiembre falleció como consecuencia de un cáncer de estómago, la fotógrafa y periodista Olatz Vázquez a la edad de 27 años. Aunque como ella misma contó a lo largo de todo el proceso, no fue solo el cáncer lo que la mató. En sus propias palabras, la causa fue “el paternalismo machista”. Esto se entiende mejor cuando se lee toda la historia de Olatz, que lamentablemente es la historia de muchas mujeres entorno a su salud.

El periplo de Olatz comenzó un año antes de su diagnóstico definitivo, (cáncer gástrico), pues durante todos esos meses previos al tratamiento, fue diagnosticada con un sinfín de dolencias varias desde gastritis, a síndrome premenstrual, etc. ¿Por qué? Pues porque todos los facultativos que pasaron por ella le decían que “no entendía su propio cuerpo”, que no sabía discernir si lo que tenía era dolor menstrual o dolor gástrico. Pero a alguien “se le iluminó la bombilla” y por fin le hicieron la colonoscopia y la gastroscopia que debió hacerse la primera vez que Olatz pisó la consulta, pues ella misma sabía que ese dolor no era menstrual ni era un dolor “normal”, pero los profesionales que la trataron, como he dicho anteriormente decían que ella “no entendía su cuerpo y que no sabía diferenciar de donde le provenía el dolor”. Además, para peor suerte, a la ineptitud y estrechez de miras machistas que siempre hay entorno a la salud y dolencias de las mujeres, llegó la pandemia con los consecuentes daños colaterales para el resto de dolencias que hizo que todo se retrasara y que los tratamientos no llegaran a tiempo. Todo ello le costó la vida a Olatz.

Pero el caso de Olatz no es un caso aislado, como suele ser siempre habitual cuando las mujeres nos ponemos a hablar de los problemas que nos atañen. Pensamos que son cosas que solo le pasan a una y cuando te pones a hablar con otras mujeres resulta que esa experiencia es común sino a todas, sí a la gran mayoría.

Habrá quien niegue esto y quiera minimizar nuestras experiencias con el clásico “eso le pasa a mucha gente, no solo a las mujeres por ser mujeres”. Pues miren no, no porque haya quien quiera negarlo o minimizarlo va a ser que no es cierto, pues indicadores, estadísticas, estudios y entrevistas con cientos de miles de mujeres de todo mundo acreditan que esto es así y que no, no estamos locas cuando decimos que ser mujer y acudir a consulta es radicalmente diferente a ser hombre y acudir a consulta con la misma sintomatología inclusive. No son datos e información de las feministas radicales “feminazis”, sino que son datos de organismos tan poco sospechosos de ser feministas como la UE, la OMS, o la ONU que afirman según las conclusiones de los diversos estudios e investigaciones llevadas a cabo, que las mujeres si bien viven más lo hacen en peores condiciones porque normalmente son atendidas de manera sesgada y ante cualquier dolor o malestar, a priori siempre se las diagnostica con dolor menstrual, estrés, depresión… y se las envía a casa sin más, sin contemplar la posibilidad de que es muy probable que estemos ante un infarto, un cáncer u otra enfermedad, y que sea preciso realizar pruebas diagnósticas específicas como un TAC, una resonancia o una ecografía. Todo ello da como resultado que se haya detectado que las mujeres tengan el doble de posibilidades de ser diagnosticadas erróneamente que los varones por razón de sexo.

Por no hablar de medicamentos, vacunas, y tratamientos que rara vez son probados en mujeres porque no se tiene en cuenta que la biología y anatomía de mujeres y hombres son totalmente diferentes.

Nuestros cuerpos no son biológicamente iguales. Ambos tenemos características específicas propias de nuestro sexo, a nivel hormonal, reproductivo, biológico (menstruación, embarazo, lactancia…). Diferencias hormonales y biológicas que en consecuencia tienen una expresión y función génica en los cromosomas sexuales que varían respecto a la prevalencia y presentación de dolencias asociadas con regulación autonómica, hipertensión, diabetes, sistema vascular y la función cardiaca.

Así como diferencias psicosociales en el día a día que hace que mujeres y hombres tengan aun hoy roles diferentes (tipo de contratos laborales, trabajo doméstico, cuidado de la familia, desigualdades varias, etc.) lo que hace que los efectos sean también diferentes entre los dos sexos, de hecho alrededor del 60% de las mujeres tienen mayor riesgo de sufrir efectos secundarios adversos derivados de los medicamentos que los hombres, porque no se tiene en consideración que las mujeres menstruamos y que tenemos un sistema hormonal diferente; nunca “ser mujer” es un factor a tener en cuenta en estudios e investigaciones y una vez nos topamos con el androcentrismo que impera en todos los ámbitos, también en el sanitario, en el que los hombres son la medida universal para todo, solo que cuando se trata del ámbito sanitario cuesta vidas.

Lo hemos visto recientemente con las vacunas del Covid. Como se han producido muertes de mujeres embarazadas, incluso de bebés, así como alteraciones menstruales en las mujeres, por falta de tener en cuenta estas variables durante el proceso de investigación, testado de la vacuna, y por no diferenciar el estudio por sexos. Algo de vital importancia porque que tu sexo sea masculino o femenino hace que las reacciones a los medicamentos, vacunas y tratamientos no siempre sean iguales por lo que no contemplar esto es una irresponsabilidad que atenta contra la salud integral de las mujeres.


Recomiendo el libro de Carme Valls, “Mujeres invisibles para la medicina” en el que se abordan diferentes cuestiones de índole médica entorno a la salud de las mujeres y su atención médica como por ejemplo el por qué cuando un varón presenta dolor en el pecho se le realiza un electro y sin embargo a una mujer automáticamente se le da diazepam para “el estrés”; o de donde viene el cliché de que una mujer con ansiedad o con estrés es “una histérica”, así como la cuestión de la enorme presión social que sufren las mujeres por el físico, la belleza, la perfección y la eterna juventud junto a unos cánones imposibles, mientras que los varones de más de 40 son “maduros sexys”. Por todo ello, Carmen Valls aboga por una medicina que esté realmente adaptada a las necesidades específicas de la mujer porque aun a día de hoy en la medicina seguimos siendo invisibles y no se nos toma en serio. En este libro Carme Valls aborda esta problemática y arroja algo de luz al por qué esto es así y la raíz del problema que no es otra que la base teórica misógina de Freud que aún colea a día de hoy y por la cual las enfermedades “de mujeres” como las mentales, la endometriosis, la fibromialgia y algunos cánceres, están dentro de un saco histérico freudiano que las deja en muchos casos sin un tratamiento adecuado o un diagnóstico temprano, o como las enfermedades que se asocian a la menopausia, que no tienen una medicina aplicada y adaptada a la biología de la mujer y su situación dentro de la sociedad y los roles de género que en ella desempeñan que en muchos casos son factores de riesgo y detonantes que las predisponen a toda esta serie de enfermedades; junto con las derivadas por la tiranía del culto a la perfección física y eterna juventud como los trastornos de la conducta alimentaria en la que los pacientes son en su mayoría mujeres.

“Se nos rompió el corazón de no tratarlo…”

Vamos ahora a hacer un experimento, si digo “Murió de un infarto”, seguramente la persona que os venga a la mente sea un hombre de mediana/tercera edad porque por regla general asociamos de forma automática un infarto a los hombres y esto es un grave error, porque aunque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en ambos sexos, pero son las mujeres quienes fallecen más por esta causa. Ello es debido a que el infarto frecuentemente pasa desapercibido en el caso de las mujeres porque la sintomatología que presentan no son los clásicos que se dan en los hombres (dolor en el pecho, sudor frío, dolor en el brazo izquierdo…) y esto es así porque los síntomas típicos de un cuadro de fallo cardiaco y las indicaciones para tratarlo están basados en estudios realizados en su mayoría con varones. No ha sido hasta hace relativamente poco que se ha observado que la sintomatología es totalmente diferente en mujeres y hombres.

Esto podríamos denominarlo “sexismo en la investigación y praxis médica” una especie de techo de cristal que perdura de forma latente en pleno S.XXI y que ello hace que demasiado a menudo los infartos en las mujeres no se detecten o se haga de manera tardía, y que tratamientos e intervenciones quirúrgicas no sean los adecuados y como consecuencia de ello siguen siendo las mujeres las que sufren graves consecuencias, pues aunque se ha reducido muchísimo la mortalidad por fallo cardiaco en ambos sexos, las mujeres son las que estadísticamente mueren en mayor número.

Un ejemplo típico de enfermedad cardiovascular que puede provocar un infarto es la cardiopatía isquémica. Ésta sucede cuando los vasos sanguíneos que llevan la sangre al corazón se bloquean. El motivo frecuente por el que esto sucede es por la arterioesclerosis (placas de grasa en las arterias del corazón). Pero en el caso de las mujeres que padecen esta enfermedad (cardiopatía isquémica) más de la mitad de ellas no presentan este bloqueo en las arterias como sí sucede en los hombres. 

Existe un estudio llamado “Evaluación del Síndrome Isquémico en las Mujeres”, (el Estudio WISE), en el cual se descubrió que la cardiopatía isquémica en las mujeres se produce por daños y/o obstrucción en los vasos sanguíneos de la microcirculación.

Los ataques al corazón en su mayoría no se producen de forma súbita y fulminante, sino que suele presentarse con un dolor gradual que puede confundirse con dolores musculares sin importancia o con una gastroenteritis típica. Si bien es cierto que el fuerte dolor torácico es el síntoma más común en ambos sexos, también hay otra sintomatología que se produce en mayor medida en las mujeres, tales como: dolor en el estómago, fatiga, vómitos, punzadas en la espalda o ausencia total de dolor y simplemente presentar un malestar general que no se sabe explicar.

Estas diferencias sintomatológicas si no se tratan adecuadamente y el profesional facultativo no es capaz de darse cuenta que está ante una mujer y que es de vital importancia contemplar la posibilidad de que la paciente esté sufriendo un infarto, sin el consecuente diagnostico a tiempo el tratamiento puede no ser el correcto provocando así un fatal daño en el corazón o incluso la muerte.

Por ello existe un protocolo sanitario que establece una serie de pruebas y tratamientos diagnósticos pero que rara vez contempla la sintomatología especifica del sexo femenino. La organización canadiense “Heart and Stroke Foundation of Canada”, en un estudio concluyó que en los 10 minutos tras la llegada a urgencias a las mujeres se las sometía en menor frecuencia a un electrocardiograma, una prueba imprescindible para detectar a tiempo un fallo cardiaco.

Otra disfunción dentro de las pruebas diagnósticas para determinar el daño en el corazón, es el nivel de proteínas troponinas (proteínas que se liberan cuando se produce un fallo cardiaco), de hecho, este es el biomarcador estándar más valioso para diagnosticar un ataque al corazón. En cambio, nos encontramos con que el criterio seguido para establecer los niveles de troponinas en sangre fue estudiado mayormente en hombres, cuyo nivel es 2’4 veces mayor que el de las mujeres. Lo que significa que cuando una mujer sufre un infarto de miocardio la subida de las troponinas puede no superar el umbral diagnóstico establecido, y esto se traduce en que más del 20% de los infartos en mujeres no son detectados.

En cuanto a las angiografías que detectan las arterias coronarias que se han bloqueado en el transcurso de un infarto, y que son las mayoritariamente utilizadas, dejan de lado la obstrucción en la microcirculación que es generalmente la que se produce en las mujeres. En cambio, los diagnósticos por imagen, como la tomografía que es una técnica precisa que permitiría detectar los infartos en las mujeres, es una técnica que rara vez se utiliza. Es por eso que las mujeres no son diagnosticadas correctamente solo con una angiografía con el consecuente riesgo para su salud.

Por otro lado, cabe mencionar que a todo ello hay que sumar que nos encontramos con otra peculiaridad con las mujeres y su salud, y es que, según diversas investigaciones, las mujeres acuden más tarde al médico lo que hace que los diagnósticos sean tardíos y con peor pronóstico. Además de que se produce el fenómeno del abandono de la terapia de rehabilitación cardiaca tras un infarto. Generalmente, porque las cargas del trabajo dentro y fuera del ámbito doméstico, de los cuidados del hogar y la familia, hace que las mujeres “no tengan tiempo” para seguir los programas.

En cuanto a tratamientos encontramos algunos datos muy interesantes hechos en recientes estudios europeos. Por ejemplo, solo el 15% de las mujeres recibieron un stent, en comparación con el 34% de los hombres. Un 26% de las mujeres, frente a un 43% de los hombres, fueron sometidas a terapia trombolítica, y solo un 16% de las mujeres recibieron medicina preventiva.

Investigaciones y estudios médicos: el ninguneo a las mujeres

El gran problema es que la medicina ha contemplado y contempla aun hoy a las mujeres bajo el prisma de la universalidad masculina ignorando así los problemas de salud y enfermedades propias de la biología de la mujer, salvo en el ámbito de la salud reproductiva que es casi el único ámbito en el que se centran las investigaciones en torno a la salud de las mujeres, como si ahí radicara todo. Es la “visión freudiana” que he mencionado en líneas anteriores. 

Es de vital importancia que de una vez por todas las investigaciones y estudios sobre la elaboración de los tratamientos, técnicas de detección temprana y medicamentos sean realizados atendiendo a la diferencia entre sexos, con datos segregados y paritarios porque a día de hoy eso no se está produciendo lo que hace que resultados y datos obtenidos están sesgados con la consecuente peligrosidad y riesgo para la salud de las mujeres. Para que esto cambie es imprescindible la inversión económica en la investigación de las diferencias en salud y enfermedad entre mujeres y hombres. Así se posibilitaría el desarrollo de terapias específicas para cada sexo; por no mencionar la urgente necesidad de incluir a las mujeres de forma paritaria en todos los ensayos, investigaciones y estudios clínicos de modo que hubiera una sustancial mejora en la salud de las mujeres.

La medicina no puede ejercerse a espaldas de una perspectiva de género que contemple el hecho de que la salud es diferente según el sexo por los factores biológicos tales como los genéticos y/o fisiológicos, además de que es también desigual dado que existen los roles y estereotipos de género que influyen de manera determinante en todas las personas, y las mujeres por los suyos, las hacen especialmente vulnerables a determinadas afecciones y enfermedades diferentes a las que afectan a los hombres, y que son éstas las que no son estudiadas como se debiera.

Ya en el año 2006, en la encuesta Nacional de la Salud los datos reflejaron claramente que las mujeres tenían peor salud, y en concreto despuntó que tenían peor salud mental que los hombres.

Por otro lado, la salud física, psicológica y social de las mujeres se ve afectada especialmente por factores socioeconómicos. Esto es debido a que sobre las mujeres recaen los mayores estragos del desempleo, la precariedad, la temporalidad laboral, niveles más altos de exclusión social, salarios más bajos, pensiones paupérrimas y la doble carga de trabajo dentro/fuera del ámbito doméstico, familiar y de los cuidados, todo ello adscrito al sexo femenino como consecuencia del rol de género asignado a las mujeres. Todos estos factores hacen que la salud de las mujeres debiera tener una mejor atención por parte de la comunidad médica, científica y farmacológica. Además, no deja de resultar algo paradójico si lo pensamos bien, pues sobre quienes recae el rol de cuidadoras de la familia y personas dependientes, son las que a su vez se olvidan de su propio bienestar y salud, y además son también las grandes olvidadas por la medicina cuando recordemos que las mujeres representamos más del 50% de la población mundial, y no somos un colectivo como parece que a algunas personas se les olvida.

Según datos de la OMS las mujeres representan más del 70% del personal sanitario en la mayoría de los países, además de ser las principales profesionales en el trabajo doméstico y de cuidados remunerado (y no remunerado) pero en cambio como sucede siempre, están infrarrepresentadas en puestos de toma de decisiones y directivos del sistema sanitario, y en cuanto a los sueldos si en general la brecha salarial entre mujeres y hombres es del 20%, en el ámbito sanitario alcanza el 30%. 

En resumen, no es solo la necesidad de incluir a las mujeres en los datos, sino que hacerlo con perspectiva de género es vital para ofrecer una mejor atención sanitaria integral y para eso, los estudios/investigaciones/análisis médicos, la diferencia sexual tiene que ser una categoría de análisis central porque es hora ya de que el ámbito sociosanitario entienda lo importante que es ser mujer o ser hombre dentro de la medicina si queremos que ésta sea beneficiosa para todas las personas independientemente de su sexo.

Roles y estereotipos de género dañan la salud.

Para aquellas personas que disienten, dudan o no creen en que la manera en que se socializan hombres y mujeres es diferente y que derivado de ello las mujeres estamos en una posición desigual y subordinada, aun hoy, a la de los hombres, deberían estudiar algo de Sociología. No se trata de ser/no ser feminista. Se trata de saber de qué se habla cuando decimos que la forma en que las personas dependiendo de su sexo son socializadas en un género u otro y que esto lleva parejo una serie de consecuencias que se reflejan a lo largo de toda la vida en los diferentes ámbitos vitales. Por eso, los estudios sociológicos y la psicología social han constatado, probado y evidenciado que la manera en que nos socializamos las personas influye en nuestra forma de vivir, relacionarnos y concebir el mundo, el entorno, las personas que nos rodean y a nosotros mismos, añadiendo a ello que dicha socialización es radicalmente distinta según nazcamos con un sexo u otro.

No querer entender esto y “no bajarse del burro” de esa falsa sensación de “igualdad” que impera y que desde los poderes facticos se repite como un mantra para que cale en la sociedad y hacer creer que ya está todo logrado no hace, sino que negar algo que está ahí, que vivimos día a día todas y que las ciencias sociales han demostrado. 

Tradicionalmente la socialización del sexo femenino mal-enseña a las mujeres desde la primera infancia la importancia entorno a su físico (ser guapa, delgada…), de pensar antes en los demás y en los cuidados de los otros antes que en sí misma, de olvidar sus necesidades por las de los demás, no ser demandantes en exceso, ni desear la independencia como forma de vida deseable sino que su vida es para y por los demás (maternidad, matrimonio, cuidado de familiares, etc.); todo ello aprendizaje que se perpetua hasta la edad adulta y que hace muy difícil después el ser reeducada en la necesidad legitima del autocuidado, la independencia social y económica, la autonomía y desarrollo personal, pues cuando se trata de este tema en talleres con mujeres ya adultas en muchas aparece “la gran palabra”: CULPA. Cuando esto sucede hace falta mucha terapia con ellas para hacerles ver que no hay culpa en la autoestima, y el autocuidado sino SALUD Y VIDA. 

Hay todo un largo historial de estudios y de investigación en torno al malestar que sienten en el día a día las mujeres derivado de la doble jornada (dentro/fuera del hogar) y el esfuerzo por conciliar vida laboral/personal/propia, que acaba repercutiendo en su salud general ya que como he tratado de explicar antes la gran consecuencia de esta sobrecarga emocional y de trabajo se traduce en un menor tiempo libre y de ocio para su propio autocuidado. 

Cabe no olvidar la situación penosa de ser mujer y estar en la tercera edad pues esta circunstancia se convierte en una doble discriminación, por sexo/género y por edad. Pues como mencioné con anterioridad, si bien es cierto que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida respecto a los hombres, no tienen una vejez con mejor calidad de vida.

Y en este hecho influyen varios factores e indicadores económicos como son la cuantía de las pensiones, y el derecho a ellas; es un hecho de que la pobreza tiene rostro de mujer, pero rara vez se menciona que esto se vuelve peor cuando hablamos de mujer y tercera edad. Las bajísimas pensiones de las mujeres se explican por diversos motivos, pero en resumen ello se produce porque son las mujeres en mayor número quienes aparcan su vida profesional a la hora de casarse y tener hijos, o muchas otras optan por trabajos temporales, precarios y jornadas reducidas que hacen que posteriormente sus pensiones sean de una media de 400-600 euros, lo que implica menor poder adquisitivo, mayor dificultad para acceder a una buena calidad de vida, traduciéndose en peores condiciones de vida que llevan parejas más enfermedades y peor acceso a  tratamientos. 

El melón” de la salud mental

Atendiendo a la salud mental de las mujeres, la socialización de género femenino lleva asociado como consecuencia en mucha mayor medida problemas mentales como ansiedad, estrés, insomnio, depresión… Derivados de la doble carga de trabajo; así como los trastornos alimentarios derivados de la baja autoestima y presión por el culto a la perfección, la belleza y la juventud. A todo esto, cabe añadir que muchas de estas enfermedades y trastornos mentales están asociados a la violencia machista, que quiero recordar, que la sufren 1 de cada 3 mujeres. Cuando digo violencia machista no me refiero solo a la que sufren dentro de la pareja o expareja, sino a todo tipo de violencia: acoso/abuso sexual, agresiones sexuales/violaciones, violencia intrafamiliar, violencia psicológica, prostitución, etc.

Uno de los grandes problemas de la salud mental a la hora de ser tratadas es la alta frecuencia en la medicalización, algo que en el caso de las mujeres se produce en mayor medida en parte por sesgos de género a la hora de diagnosticar, de tratar y de investigar. Un claro ejemplo es lo que pasa cuando una mujer acude a consulta con dolor, agotamiento, nerviosismo, insomnio… Síntomas que son por los que las mujeres acuden mayormente a las consultas. Las mujeres quedan sin diagnóstico y con recetas de psicofármacos innecesarios ya que en muchos casos bastaría con una buena terapia psicológica.

No faltará el señor que dirá, “Sí, pero los hombres se suicidan más”, y si bien ese dato es cierto, esto es debido a que no todo es negativo en cuanto a la salud de las mujeres. La socialización en el rol de género mujer favorece que las mujeres desarrollemos aspectos saludables como: resiliencia, la sensibilidad, la comunicación y expresión de sentimientos como es el llorar, algo que no es baladí pues llorar nos libera, nos hace humanos y ayuda a la superación de los problemas, permitirnos sentir y empatizar, es parte fundamental para la superación de adversidades y problemas mentales, algo que la socialización de género masculina tiene “castrado”. Recomiendo muy mucho a los hombres el documental de 2015 “The mask you live in” donde claramente se ve como el patriarcado daña también a los hombres con ese “Se un hombre”, algo que el Feminismo trata también de hacer ver a los varones. El Feminismo no es “el enemigo”, el enemigo es el patriarcado.

La socialización de las mujeres en cierto modo propicia el apoyo social entre mujeres como forma de afrontar los problemas, con nuestras amigas y compañeras solemos tejer una red de apoyo en la que encontramos la manera de afrontar de manera saludable las venturas y desventuras que nos han tocado vivir, encontrando en nuestras iguales los ejemplos de fortaleza, superación y resiliencia que necesitamos, siendo todo esto un gran factor de protección ante el suicidio.

Informe SESPAS 2020

La peor salud mental de las mujeres ha sido demostrada tanto en encuestas de salud como en estudios de base clínica. La hipótesis acerca de una mayor vulnerabilidad biológica de las mujeres es inconsistente, sino que son las condiciones de vida desiguales entre hombres y mujeres, junto con los modelos imperantes de masculinidad y feminidad hegemónicos, lo que puedan estar explicando estas desigualdades de género en la salud mental.

El Informe SESPAS 2020 mostró la existencia de desigualdades de género en la salud mental, la relevancia de la intersección de diferentes ejes de desigualdad y un posible proceso de sobre medicalización de la salud mental de las mujeres, por el cual los/las profesionales de la salud están etiquetando con más frecuencia como depresión y ansiedad estados de salud mental similares en hombres y mujeres, y prescribiendo con mayor intensidad psicofármacos a las mujeres.

Esta realidad, además, parece ser desigual en función de la edad y del nivel socioeconómico de los/las pacientes. En los últimos años se están desarrollando diferentes experiencias dirigidas a afrontar la creciente medicalización de la salud mental desde una perspectiva de género. En la medida en que el fenómeno de las desigualdades de género es complejo, resulta necesario actuar y promover cambios en los sectores político-estructural, cultural y asistencial, que reviertan en su conjunto en la reducción de las desigualdades de género en las sociedades y en una atención sanitaria sin sesgos de género.

Voy a cerrar la columna de esta semana con unas reflexiones de Anna Freixas respecto a las mujeres, nuestra salud y bienestar: 

“Si queremos salir adelante las mujeres debemos tomarnos en serio. Eso requiere valorar nuestra mente y sus producciones, sin pedir perdón por si acaso no están a la altura; nos invita a no estar siempre disponibles, como si el tiempo nos sobrara; supone anteponer nuestras necesidades a las de quienes colonizan nuestro tiempo y, por supuesto, nos insta a respetar nuestro cuerpo, nuestra salud, nuestros sueños y nuestros deseos. Tomar en consideración la perspectiva de género en la salud abre la puerta al logro de nuestras expectativas vitales.”

Artículo originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/ni-locas-ni-histericas-la-salud-integral-de-las-mujeres/

Artículo escrito por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

ENDOMETRIOSIS: cómo los mitos entorno a la menstruación afectan gravemente a la salud integral y la fertilidad de las mujeres

El presente artículo está basado en la información publicada por el portal de información y divulgación científica https://theconversation.com/es entre los meses de marzo y junio de 2020 y abril del 2021. Se tratan de tres magníficos artículos sobre endometriosis y adenomiosis. Los detalles de las fuentes están recogidos en la parte final de la columna para quien desee consultarlos de primera mano.

Hace tiempo que quería abordar este tema pues tengo varias mujeres de mi alrededor afectadas por esta enfermedad, lo cual me lleva a pensar que es una enfermedad común en mujeres en edad fértil, y de hecho a la hora de investigarla los datos que se tienen sobre su prevalencia en este grupo de población así lo avalan. Sin embargo, hace tan solo unos pocos años se ha empezado a hablar de ella, lo que ha propiciado que en los últimos años las afectadas por ella hayan comenzado a salir a la luz para denunciar lo que les sucede, y es ahora cuando sobre todo gracias a plataformas y asociaciones de mujeres, y al activismo feminista, que se han unido para que de una vez por todas se las escuche, pues como suele ocurrir en todo lo que afecta a la salud, vida y vivencias de las mujeres, la endometriosis ha estado invisibilizada durante demasiados años, porque no se ha escuchado ni hecho caso a las mujeres afectadas por ella haciendo que demasiados millones de mujeres de todo el mundo tuvieran una pésima calidad de vida, sin tratamientos médicos en condiciones e ignoradas en muchos casos durante demasiado tiempo.

Uno de los motivos por lo que esto es y ha sido así es porque todo ello se metía bajo el paraguas del mito de que la menstruación duele. No es que la menstruación duela, de hecho, no lo hace, ni ha de hacerlo, pues cuando produce dolor y encima es de tal grado que resulta incapacitante es porque algo va mal y es preciso hacer las pruebas adecuadas que permitan diagnosticar la enfermedad para poder tratarla.

El mito históricamente extendido de que la regla duele es porque este dolor era/es provocado en gran medida por la endometriosis que han padecido millones de mujeres pero que en vez de que la medicina se ocupara de investigarla, se obvió y normalizó porque es algo que se produce sobre todo durante las menstruaciones y claro, esto es algo “de mujeres”; o durante las relaciones sexuales y “bueno, es que las mujeres algunas son frígidas”, o no les gusta el sexo, o usan de excusa que “les duele” para no tener sexo, o se las etiquetado con el famoso trastorno del “vaginismo” que ciertamente existe pero que no siempre detrás de un dolor agudo durante el coito o durante la menstruación del que las mujeres se quejan tan amargamente tiene que ver con los casos que anteriormente he mencionado, sino que muy probablemente fueran/sean casos de endometriosis pero en vez de investigar y tratar a estas pacientes se las embutía/embute a pastillas o se las derivaba al psicólogo o al psiquiatra “porque todas sabemos que las dolencias de las mujeres se curan con tratamiento psiquiátrico, ambulatorio o con sobre medicación, porque estamos locas”(nótese mi ironía).

Por lo que, por favor, de una vez por todas, profesionales de la medicina y salud pública, cuando las mujeres nos quejamos de dolores, sean los que sean, no es por nada, sino que es por algo, porque no estamos locas y sabemos muy bien discernir cuando un dolor es producido por algo normal, y cuando no lo es. Tan solo nos escuchan cuando ya se han producido complicaciones mayores como la infertilidad y entonces ya es muy tarde.

¿Qué es la endometriosis?

La endometriosis es una enfermedad ginecológica que padecen entre el 10 y el 15% de las mujeres en edad fértil (alrededor de 200 millones de mujeres en todo el mundo, 1 de cada 10). La endometriosis se produce por un crecimiento anormal de tejidos del interior del útero (tejido endometrial) que se crean y crecen fuera de donde debiera normalmente. Estos puntos donde suelen producirse estas anomalías son a menudo en la cavidad peritoneal y en menor frecuencia en otros órganos cercanos.

El útero posee varias capas, la más interna de ellas es la que envuelve el útero por dentro y debe permitir la implantación del embrión a su llegada al útero desde las trompas de Falopio, además alimenta al embrión hasta la formación de la placenta. Cuando no se produce un embarazo, esta capa (endometrio) es expulsada (menstruación).  Este sería el proceso natural y normal, pero no siempre sucede así. Hay casos que quedan restos de menstruación por expulsar y éstos son depositados en las trompas de Falopio o en el interior de la pelvis. Este proceso anormal es lo que hace que el endometrio crezca en órganos que no son el útero, creando así tejido endometrial en sitios en lo que no debería haberlo. Esto es la endometriosis.

Normalmente estos tejidos endometriales ocupan los órganos más cercanos al útero, como los ovarios, las trompas de Falopio, la vejiga, etc. acarreando otros problemas secundarios derivados de este crecimiento del tejido endometrial en los órganos que se ven invadidos por tejido extraño como son los calambres y dolores agudos en cada menstruación ya que estos tejidos endometriales anómalos también sangran durante el periodo y suelen desencadenar una reacción inflamatoria en la zona afectada que contribuye también a la intensificación del dolor, llegando en ocasiones a producir dolores tan fuertes como los de las contracciones del parto. Por esto las mujeres que los padecen asocian de manera errónea estos dolores con dolores menstruales, y lo que es peor, los profesionales médicos también lo asocian, sin pensar que es posible que algo va mal y que es necesario hacer pruebas para ver qué está pasando. De ahí que tengamos que romper con ese mito de que la regla duele, y que es posible que duela intensamente como para incapacitarnos, porque rotundamente esto no es cierto. Así que si tenemos dolores menstruales intensos debemos acudir e insistir en que queremos que nos hagan pruebas pertinentes.

Entre los síntomas más frecuentes que produce la endometriosis están los dolores intensos e incapacitantes durante la menstruación, y durante las relaciones sexuales, así como en la zona de la pelvis, en cuyos casos imposibilitan el poder llevar una vida normal; además de estar detrás del 30% de casos de infertilidad femenina.

El diagnóstico de la endometriosis suele requerir la realización de pruebas quirúrgicas (biopsia) por laparoscopia ya que estas pruebas permiten comprobar de manera macroscópica las muestras de tejido y poder así confirmar el diagnóstico, pero para determinar qué grado de severidad presenta la paciente se deben de determinar y evaluar el número de lesiones existentes, cuánto tejido endometrial anormal existe, así como su extensión y la localización en la que encuentran. Además, muy importante, cabe puntualizar que el grado de severidad de la endometriosis no siempre está relacionado con el grado de intensidad del dolor que provoca pues hay mujeres afectadas por endometriosis leves que padecen dolores muy fuertes, mientras otras con endometriosis de severidad no. Como consecuencia las mujeres pasan por un periplo de alrededor de 6 consultas para que sean derivadas finalmente a ginecología y el diagnostico puede llegar a tardar una media de 7 años. Algo que resulta vergonzoso pues con un buen examen pélvico y con pruebas de imagen realizadas por personal de ginecología especialista en endometriosis podrían diagnosticar la enfermedad sin tanto calvario para las mujeres. 

La prueba determinante para diagnosticar con certeza la endometriosis es hacer una prueba quirúrgica por laparoscopia introduciendo una cámara microscópica a través del abdomen que permite ubicar dónde están las lesiones y así poder estudiarlas adecuadamente para emitir un diagnóstico certero.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento éste se dirige a paliar los dolores agudos para poder sobrellevarla, y a combatir la infertilidad que en muchos casos produce esta enfermedad. Tratamientos tales como la prescripción médica de analgésicos, y/o terapia hormonal con anticonceptivos. En los casos graves generalmente se recurre a la cirugía para retirar los tejidos endometriales más afectados por la enfermedad. Y también la fisioterapia vaginal para el control del suelo pélvico con el fin de que las mujeres puedan controlar el dolor.

Factores de riesgo

Actualmente aún es un gran enigma el por qué se produce la endometriosis a pesar de que ésta afecta a un elevado número de mujeres y cuyas consecuencias para ellas y sus vidas son terribles, aunque recientemente profesionales médicos han descrito que pudiera estar asociado a determinados factores ambientales, inmunológicos y genéticos, lo cierto es que la escasa financiación y recursos destinados a la investigación de la endometriosis no ayuda a encontrar respuestas, tan solo se tienen ciertas hipótesis pero nada más. Nada que realmente expliqué el por qué o cómo prevenirla. 

En una publicación para “Human Reproduction Update” (https://academic.oup.com/humupd/article/26/2/214/5765414?login=true) fechada en febrero de 2020 escrita por el mismo equipo de investigación que ha escrito uno de los tres artículos en los que está basada la presente columna, propone una posible hipótesis de cuáles podrían ser las causas y el origen de la endometriosis, la cual plantea que la exposición en la etapa prenatal a una serie de factores podrían explicar el por qué en la edad adulta la mujer desarrolla esta enfermedad. Existen dos tipos de factores principalmente:

Factores químicos

Se ha observado en diferentes estudios que existe cierta relación entre la exposición a los contaminantes químicos medioambientales en la etapa prenatal y el desarrollo de alteraciones en el aparato reproductor femenino en la edad adulta, ya que estos contaminantes interfieren en la función hormonal.

Entre los contaminantes químicos medioambientales destacan:

Ftalatos, usados en perfumes, desodorantes, jabones, champú, cosméticos…

Parabenos, conservantes usados como conservantes en los cosméticos

Fenoles, aditivos en jabones, pastas de dientes, lociones para la piel, entre otros

Organoclorinas, presentes en insecticidas y pesticidas

Bisfenol-A, compuesto del plástico

Además, en mujeres con endometriosis, se han encontrado asociaciones frecuentes de altos niveles de disruptores endocrinos: estos disruptores endocrinos son sustancias químicas que pueden alterar el equilibrio hormonal y por lo tanto generan interrupciones o alteraciones en ciertos procesos fisiológicos que están controlados por hormonas. Hablamos de interruptores endocrinos, es decir, sustancias contaminantes, que pueden provocar infertilidad entre otras cosas.

Factores microbiológicos

Estos son los que están basados en una posible contaminación del aparato genital femenino con la microbiota fecal, ya que la distancia entre el ano y la vagina en la edad infantil es mucho más corta que en la vagina adulta y esto favorece dicha contaminación, que a su vez provoca una pérdida del equilibrio microbiológico de la microbiota cérvico-vaginal y que a sí mismo puede provocar una desregulación crónica del sistema inmunitario que generaría posiblemente una endometriosis posterior.

Endometriosis e infertilidad

He mencionado antes el falso mito de que la menstruación es dolorosa, y una de las consecuencias que este falso mito genera es que como está tan normalizado, (social e incluso médicamente), las mujeres no piensan que algo está yendo mal en su endometrio, y es solo cuando tratan de quedarse embarazadas y acuden a la cita médica es cuando descubren que padecen endometriosis, la cual en muchas ocasiones les genera una infertilidad, y es en ese preciso momento en el que son diagnosticadas con endometriosis.

El motivo por el que la endometriosis genera infertilidad es porque el crecimiento anormal de tejido endometrial afecta al correcto funcionamiento de los ovarios y puede producir obstrucción las trompas de Falopio, además la inflamación que genera la endometriosis perjudica la calidad de los óvulos e incluso puede llegar a impedir la implantación correcta del embrión en el útero (el endometrio es el revestimiento interno del útero, cuya función es permitir la implantación del óvulo fecundado cuando se produce el embarazo). Por eso alrededor del 50% de las mujeres con endometriosis se ven obligadas a recurrir a la reproducción asistida, la cual tampoco garantiza poder llegar lograr un embarazo y llevarlo a término con éxito.

Adenomiosis 

Si existe un desconocimiento bastante generalizado sobre la endometriosis, el desconocimiento sobre la adenomiosis es aún mayor, (los artículos de investigación publicados sobre la adenomiosis no supera el 10 % de los publicados sobre endometriosis), algo que resulta paradójico pues ésta es una enfermedad ginecológica muy frecuente (se estima que entre un 20- 35% de mujeres en edad reproductiva está afectada por esta enfermedad).

La adenomiosis, en muchos casos no causa síntomas que den la voz de alarma o por el contrario solo suele provocar molestias leves. Pero, sin embargo, en otros casos, sí provoca fuertes dolores pélvicos, abundante sangrado uterino, dolor intenso durante la menstruación, además de relaciones sexuales dolorosas y problemas de infertilidad llegando incluso a la esterilidad. Así que no estamos ante una enfermedad menor ya que se trata de una enfermedad crónica que merma de manera importante la calidad de vida de las mujeres y que repercute en su bienestar físico y psíquico.

¿Qué es y cómo se produce la adenomiosis?

La adenomiosis se da cuando células del endometrio penetran en el interior de la pared muscular del útero, y allí siguen funcionando de igual modo que harían en su lugar natural. Estas células endometriales desplazadas de manera anormal a la pared muscular del útero, aumentan y se degradan (por efecto de las hormonas del ovario) y producen un intenso dolor y abundante sangrado en cada ciclo menstrual.

De forma natural y normal, en mujeres en edad fértil, todos los meses el endometrio se prepara para un posible embarazo, pero si no lo hay el endometrio se desprende del óvulo y eso es a lo que llamamos menstruación. Pero cuando una mujer tiene adenomiosis, ese tejido endometrial aparece en el músculo de la matriz. Lo que diferencia a ambas patologías es que, en caso de padecer endometriosis, el endometrio también se implanta fuera de su lugar habitual, pero éste lo hace casi en cualquier parte del organismo (en recto, ovarios, vejiga, hígado, apéndice, etc.) mientras que, en el caso de la adenomiosis, lo hace en el músculo de la matriz. Así que podríamos decir que la adenomiosis es una forma de endometriosis.

Los síntomas de la adenomiosis se parecen mucho a los asociados a otras enfermedades ginecológicas como los miomas uterinos, o no ginecológicas como el síndrome de colon irritable. Es por esto que un elevado número de mujeres que la padecen se las diagnostica muy mal y tarde, o incluso nunca se las diagnostica con adenomiosis por lo que nunca llegan a recibir el tratamiento adecuado.

Para un correcto diagnóstico hacen falta dos cosas, uno, herramientas adecuadas de diagnóstico, y dos, profesionales de la salud de la mujer debidamente formados y cualificados para ello. Hoy en día se disponen de herramientas nada invasivas pero muy precisas para la detección de la enfermedad, como son la ecografía transvaginal y la resonancia magnética nuclear. Pero, de nada sirven estas técnicas de diagnóstico si no tenemos en la sanidad pública las y los profesionales sanitarios especializados en enfermedades de la mujer y en su cuidado específico. Al hilo de esto quiero referir a la columna que escribí el pasado mes de octubre sobre la salud de las mujeres (https://nuevarevolucion.es/ni-locas-ni-histericas-la-salud-integral-de-las-mujeres/) y cómo el infraconomiento y la escasa inversión en el estudio de cómo las patologías afectan de manera diferente a hombres y mujeres, y en patologías específicas (como estas de las que estamos hablando) propias que afectan a la salud de las mujeres hacen que todo ello repercuta terriblemente en la salud integral de las mujeres, por lo que es necesario que de una vez por todas la perspectiva de género y que las políticas de igualdad lleguen a la sanidad para mejorar la investigación, la atención sanitaria y la calidad de vida de las mujeres, porque hablamos de salud, y nos va la vida en ello (a las mujeres ya que somos sobre las que menos estudios específicos se realizan). No puede existir una única medicina, un único tratamiento, pues hombres y mujeres somos bilógicamente diferentes y las enfermedades no nos afectan por igual, habrá casos en los que sí, pero hay otros casos, otras patologías que deben ser investigadas y abordadas atendiendo a las diferencias biológicas de los sexos. 

El tratamiento más adecuado para la adenomiosis, suele variar dependiendo de la edad de la paciente, el grado de dolor que padece, los síntomas que presenta y si desea ser madre o no, y ha de abordarse de manera multidisciplinar. Cabe señalar que, al llegar la menopausia esta patología suele remitir por eso es importante tener en cuenta en qué momento vital se encuentra la mujer.

Existen tratamientos médicos con antiinflamatorios no esteroides y con medicamentos hormonales; también están los tratamientos con cirugía muy invasiva como la histerectomía (extirpación del útero) que se realizan cuando los síntomas son muy graves y tras haber fallado todos los tratamientos que se han probado previamente.

La salud que merecemos las mujeres

Algo que me dejó perpleja a la hora de leer e investigar para escribir esta columna, es que cuando cayó en mis manos la principal fuente de información en la que la he fundamentado es que uno de los autores de la investigación denunciaba que “los fondos dedicados a investigar esta enfermedad son escasos. Como muestra del escaso interés en la investigación sobre esta enfermedad, cabe destacar que el número de artículos científicos recogidos en Pubmed de la National Library of Medicine sobre “endometriosis” a finales de mayo de 2020 era de 27.958. A efectos comparativos, muy por debajo de los correspondientes a “in vitro fertilization” (47.604) o “dermatitis” (122.762). Lógicamente el número de artículos publicados en cada campo de investigación está relacionado con la cantidad de recursos invertidos en ese tema. De hecho, nuestro grupo de investigación carece de financiación pública al habernos sido denegados varios proyectos presentados sobre este tema en convocatorias nacionales y regionales”. 

Bajo ese cajón desastre de “es una enfermedad solo de mujeres”, se invisibiliza y silencian estas enfermedades (y tantas otras), como si fueran un mal menor o como si no afectaran a una cantidad importante de personas, algo que es asombroso pues cuando hablamos de enfermedades “de mujeres”, o problemas “de mujeres”, hablamos de algo que afecta al 52% de la población mundial nada más ni nada menos. Es como si se le restara importancia “por ser algo de mujeres” mientras que cuando son problemas de hombres se les da automáticamente una importancia universal y no son solo y únicamente “algo de hombres”. Supongo que ello es debido a que durante siglos la medicina, la ciencia y la investigación ha estado en manos masculinas y todo pasaba por ese sesgo androcentrista que obvia a las mujeres y su biología, como si estudiando a los hombres se nos estudiara también a nosotras, pero por suerte en las últimas décadas las mujeres se están incorporando a todos estos ámbitos y ello está propiciando una apertura de miras más amplia que aborde las realidades biológicas de ambos.

La mujeres que padecen estas dos enfermedades no solo tienen peor salud y ven afectadas sus menstruaciones sino que hablamos de un problema de salud que las impide hacer vida normal, y no solo a la hora de querer ser madres, también en su día a día, ya que estas pacientes suelen presentar altos índices de absentismo laboral derivado de los dolores fuertes e intensos que sufren y que a su vez repercuten en su salud mental, por algo a lo que encima se le resta importancia “Vamos es solo la regla, no será para tanto”, se les dice, entre otras frases manidas que denotan una ignorancia y sexismo brutales.

Estas mujeres son uno de los grupos de pacientes olvidados por el sistema sanitario. En España, las comunidades autónomas en su inmensa mayoría no tienen unidades específicas de endometriosis con profesionales cualificados que puedan tratarla. Esto conlleva graves consecuencias a nivel psicológico para las enfermas, pues vivir con dolor crónico es realmente incapacitante, y muchas acaban desarrollando una depresión, por no hablar lo que en muchos casos supone para una mujer que desea ser madre no poder serlo. Pero lo peor es que se avanza en la investigación y tratamientos de otras enfermedades y en cambio la endometriosis y la adenomiosis a pesar de su amplia prevalencia dentro del sexo femenino sigue sin tener financiación para su investigación y esto hace que aun a día de hoy no se sepa cuál es realmente el desencadenante de las enfermedades y como tratarlas. Por eso las millones de afectadas, de todo el mundo, se unen en asociaciones de mujeres que las padecen y claman por darles visibilidad e instar a crear guías profesionales para personal sanitario y médico, para crear unidades específicas dentro de la ginecología con profesionales formados adecuadamente y sobre todo para la dedicación de fondos suficientes para su investigación, porque sin todo esto es imposible tratarlas adecuadamente y están mucho más lejos de poder ser curadas.

Para finalizar, como ya es costumbre, cierro el artículo con una frase, esta vez de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis de Cataluña: “Si todas las mujeres afectadas por endometriosis del mundo formaran un país, sería el séptimo mayor del mundo”.

Fuentes:

https://theconversation.com/una-posible-explicacion-al-origen-de-la-endometriosis-139334

https://academic.oup.com/humupd/article/26/2/214/5765414?login=true

Autoría: María del Pilar García Peñarrubia (catedrática de Inmunología, Universidad de Murcia), Antonio J. Ruiz Alcaraz (profesor asociado, Universidad de Murcia), y María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález (profesora titular de Inmunología, Universidad de Murcia).

https://theconversation.com/endometriosis-una-enfermedad-dolorosa-infradiagnosticada-132034

Autoría: Eva M. Galán Moya  Bióloga molecular e investigadora del Grupo de Oncología Trasnacional del Centro Regional de Investigaciones Biomédicas, Universidad de Castilla-La Mancha.

https://theconversation.com/adenomiosis-la-hermana-pequena-de-la-endometriosis-158468

Autoría: Francisco Carmona Herrera (miembro del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi Sunyer – Hospital Clínic Barcelona / IDIBAPS y profesor de Ginecología, Universitat de Barcelona).

Artículo originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/endometriosis-como-los-mitos-entorno-a-la-menstruacion-afectan-gravemente-a-la-salud-integral-y-la-fertilidad-de-las-mujeres/

Artículo escrito por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

Cultura de la violación: Agresiones sexuales. La sumisión química la última moda

Desde la más tierna infancia las mujeres recibimos una disciplina basada en el miedo, en el miedo a ser violadas. Un aleccionamiento sexual del que demasiado poco se habla como tal y que YA BASTA. Ya es hora de que las mujeres hablemos de ello pues NOSOTRAS no somos las responsables y NO TENEMOS LA CULPA de que haya hombres que cometan violaciones. La disciplina, y el aleccionamiento tiene que ser para ellos. Inculcarles desde bien jovencitos que el respeto al cuerpo de la mujer es sagrado, que no se viola, no se fuerza, no se obliga a una mujer a mantener relaciones sexuales, que un “NO ES NO”, siempre, en cualquier momento o circunstancia, que las relaciones sexuales son entre iguales, basadas en el respeto mutuo y en el placer compartido. El foco hay que ponerlo donde toca, y desde luego no está en el inculcar a las mujeres que han de protegerse de la violencia sexual ejercida por machistas que campan a sus anchan en todas partes, y que si alguna vez les sucede es porque igual habían bebido demasiado, llevaban la falda muy corta o habían “tonteado” de más. Desde las más mayores hasta las más jóvenes, todas las mujeres tenemos presente cada vez que salimos a la calle, de fiesta especialmente, la frase «Vigila tu vaso, no te vayan a echar algo en la bebida”. A día de hoy esa frase ha pasado de ser algo casi mitológico a ser un peligro real y que efectivamente sí existe y se cumple en un porcentaje mayor del que jamás habíamos imaginado. 

Las mujeres tenemos el mismo derecho que los varones a divertirnos dónde y cuándo queramos; tenemos el mismo derecho a vivir en libertad; a no vivir atemorizadas, ni a salir con miedo, porque los locales de ocio, las calles y todos los espacios son también nuestros para disfrutarlos.

¿De qué hablamos cuando decimos “violencia sexual”? Normalmente, se asocia a la violación, pero en realidad, la violencia sexual es mucho más que eso pues dentro de ella hay un amplio abanico de tipologías de violencias a las que llamamos violencia sexual que no necesariamente son lo que comúnmente se conoce por violación. En el imaginario colectivo la violación se describe como una agresión en la que existe una agresión física de carácter sexual en la que se produce una penetración forzada, generalmente de un varón a una mujer, pero ésta sería solo la violencia sexual en su máxima expresión dentro de ese abanico de tipologías en el que se incluyen además de la violación: el acoso sexual en el trabajo, el acoso callejero (insinuaciones, miradas, piropos, tocamientos, roces, etc. no deseados), acoso en los transportes públicos, discotecas, en la playa, en la universidad… Obligar a tu novia/esposa a hacer alguna práctica sexual no deseada o incluso llegar a violarla, el incesto, el sexting, la violencia sexual hacia los menores (pedofilia, corrupción de menores), la explotación sexual a través de la trata y la prostitución, etc. Todos ellos actos sexuales no consentidos ni deseados por parte de la víctima. En este artículo me voy a centrar en el menos conocido pero el que sin embargo en los últimos años ha aumentado de manera exponencial, la violación mediante la sumisión química.

Violencia sexual. Tipologías. España en cifras 

Las violaciones, y la violencia sexual en general, tiene su raíz en la violencia machista sistemática que afecta y atraviesa a las mujeres por el simple hecho de serlo. Es machismo y misoginia en estado puro en una de sus máximas expresiones. Como he mencionado con anterioridad, la violencia sexual son multitud de actos no consentidos a los que las mujeres nos enfrentamos a diario en nuestras vidas. Es muy raro encontrar a una sola mujer que no haya sufrido alguna agresión de este tipo a lo largo de su vida, pero que a pesar de estar tan extendida y ser una variedad tan amplia de actos, lo escalofriante no es saber esto sino saber que lo que conocemos y lo que se denuncia es tan solo la punta del iceberg pues se estima que solo un 2% de todas las agresiones que se producen son denunciadas. Además, es importante recalcar que el violador rara vez es un extraño que aparece de la nada o un desconocido cualquiera que nos acecha. No, el hecho es que la mayoría de agresiones/abusos sexuales están cometidos por hombres cercanos, que conocemos y en quienes confiamos, y es precisamente por eso, porque aprovechan esa cercanía y confianza para agredirnos.

Según el estudio del Ministerio del Interior “Análisis empírico integrado y estimación cuantitativa de los comportamientos sexuales violentos (no consentidos) en España”, realizado por el Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de la Universidad de Barcelona, con datos del 2018 y 2019, y dirigido por  el catedrático de Psicología Antonio Andrés Pueyo, se calcula que en nuestro país unos 235.000 delincuentes sexuales, (de los que solo el 5% logra ser detenido y condenado), perpetran alrededor de 350.000 agresiones sexuales al año, lo que significa que 1 de cada 45 mujeres y 1 de cada 60 menores, al año, están en peligro de ser víctimas de una agresión sexual

Según este mismo estudio se pueden extraer otras conclusiones muy relevantes como que la cifra oculta del número de agresiones sexuales, que se producen en España al año, es mucho mayor a las que sí se denuncian, se estima que entre 350.000 y 400.000 nunca llegan a denunciarse; hablamos de una tasa de denuncias por delitos sexuales de 21 denuncias por 100.000 habitantes. En España, en 2021, se registraron 1.601 violaciones con penetración (12.638 fueron agresiones sexuales sin penetración) de enero a septiembre, los delitos sexuales subieron en total un 32% respecto al 2020 (2.000 delitos sexuales más). Entre las que sí se denuncian estarían las del grado más grave, es decir, las que la agresión sexual termina con la muerte de la víctima, y los delitos sexuales en los que las agresiones se ejercen con violencia (pero sin penetración), los abusos sexuales, el acoso sexual y los referentes a la explotación sexual (trata y prostitución); seguidos de las agresiones sexuales con penetración, (que aumentaron en el primer trimestre de 2021 un 25% respecto al 2020. Unas 426 agresiones sexuales), la pornografía infantil y la corrupción de menores. Respeto a estos últimos el estudio señala que el abuso sexual afecta al 15% de los menores de edades comprendidas entre los 6 y 15 años, siendo las niñas las víctimas en mayor porcentaje.

Respecto a otros delitos sexuales diferentes a la violación, encontramos que también han aumentado. En 2021, se han conocido unos 12.000 casos de este tipo de delitos contra la libertad sexual. Por comunidades autónomas, las que registraron un mayor número de delitos sexuales en 2021 son: Cataluña con 1.548 delitos (265 violaciones); Andalucía con 1.330 delitos (141 violaciones) y Madrid con 1.118 delitos, (123 fueron violaciones).

Un dato que resulta altamente preocupante es el aumento de agresores sexuales menores de edad. El informe de 2020 de la Fiscalía que fue presentado en septiembre del pasado año alertó sobre este dato pues se observa que ha habido un incremento del 12% en menores víctimas de estos delitos, pero además señala que los abusos sexuales cometidos por menores comenzaron ya a dispararse en 2019 (1.300 casos, un 20% más que en 2018) y que la edad en la que comienzan a cometerlos es inferior a los 14 años.

Otro estudio relevante de reciente publicación, es el “Informe sobre los delitos contra la libertad y la indemnidad sexual en España 2020”, realizado por la Dirección General de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad con datos extraídos del Sistema Estadístico de Criminalidad (SEC), datos que son aportados por Policía Nacional, Guardia Civil, Ertzaintza, Mossos d’Esquadra, Policía Foral de Navarra y las policías locales al sistema (SEC). De este informe se desprenden estas principales conclusiones:

(Gráfica extraída del ‘Informe sobre los delitos contra la libertad y la indemnidad sexual en España 2020‘)

En 2021, hubo 12.769 víctimas de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual de las cuales el 85% son mujeres, el porcentaje asciende al 92% cuando se trata de casos de violaciones, de acoso sexual y de agresiones sexuales sin penetración. En cuanto a la edad de las víctimas de delitos sexuales, en 2020, el 49,1% de ellas fueron menores de edades comprendidas entre los 0 a los 17 años. Los delitos más repetidos fueron en un 50% abusos sexuales. Por otro lado, el grupo de menores de edad y el grupo de los 18 a los 30 años, son las 3/4 partes de las víctimas totales. 

Al elaborar el informe se detecta que la delincuencia sexual mantiene un patrón de estacionalidad, pues queda patente que ésta aumenta de mayo a octubre (verano), en cambio disminuye en los meses de invierno. Los abusos sexuales y las agresiones sexuales (con y sin penetración) son los delitos que se dan con mayor frecuencia, un 76%. Los delitos sexuales cometidos en el interior del hogar aumentan en 2020 pasando de un 41% en 2019 a un 59% en 2020. El informe deja también claro el perfil de los agresores sexuales, que es el de un varón en el 97% de los casos, de edades comprendidas entre 18 y 40 años (el 86%), y de nacionalidad española (67 %). En las 2/3 partes de los casos investigados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en 2020, víctimas y victimarios no tenían relación entre ellos. Respecto al ámbito en el que se producen los delitos sexuales, en el caso de las mujeres, un 16% de ellos se cometen en el ámbito de la pareja/expareja, y un 21% en el entorno laboral, amistades, y conocidos.

Uno de los motivos que explicarían el incremento en los últimos años de las agresiones sexuales entre menores, sería el temprano acceso a la pornografía y la falta de una educación afectivo-sexuales de calidad centrada en el deseo compartido, el respeto mutuo y las relaciones basadas en la igualdad. Sobre el tema de cómo la pornografía daña gravemente las relaciones sexuales y emocionales de los jóvenes, y el por qué ello hace que se hayan incrementado los casos de violencia de género y sexual entre menores, escribí un artículo hace tiempo en este mismo medio https://nuevarevolucion.es/pornografia-la-educacion-sexual-de-la-juventud-del-s-xxi/

Por ello, la educación sexual integral es tan necesaria abordarla desde ya, porque las cifras de los informes y registros oficiales nos indican que el número de agresiones sexuales se está disparando en los últimos años de una forma alarmante y muy preocupante a edades cada vez más tempranas. La educación afectivo-sexual que reciben los jóvenes es prácticamente nula, y cuando la hay se hace de manera inadecuada y deficitaria, todo se centra en métodos anticonceptivos, profilaxis y poco más; por no hablar de que parece que los padres y madres han dejado de preocuparse por este tema y ya no lo hablan con sus hijos e hijas. Es de vital importancia que la educación sexual se aborde tanto desde el ámbito privado de las familias, como desde el ámbito de las escuelas y centros educativos desde edades tempranas, y que se haga desde el desarrollo de la empatía por la pareja, en el cuidado, en los derechos humanos, en el respeto mutuo, en la idea de que en una relación sexual debe haber deseo y que el deseo es tan importante como el consentimiento porque sin deseo no hablamos ya de relaciones sexuales, sino de violencia y sumisión, porque el sexo solo tiene sentido cuando disfrutamos ambos. Es decir, el sexo y las relaciones sexuales reales son todo lo contrario a lo que la machista industria del porno enseña, que no es otra cosa que cultura de la violación.  Pero para todo ello es necesario que existan profesionales de la enseñanza formados en educación sexual que impartan contenidos adecuados porque no podemos descansar esa responsabilidad en el/la “profe de mates” que en ratos muertos da cuatro cositas al alumnado de cómo se pone un condón. Eso no es educación afectivo-sexual. 

Al porno hay que sumarle que el uso de las nuevas tecnologías, dispositivos móviles, apps, redes sociales junto con la nefasta educación afectivo sexual de nuestros menores y la deshumanización generalizada que está impregnando las sociedades modernas, han hecho que aparezca otro tipo de violencia, la ciberdelincuencia y por ende los ciberdelitos sexuales: sexting, ciberacoso, grooming… Cuyas principales víctimas son las mujeres y menores de edad, como así queda constatado en los registros de las Fuerzas de Seguridad del Estado del año 2020, en los que 2.029 casos de ciberdelincuencia sexual, (lo que supone un 12’4% más de casos que en el 2019 y el doble que en 2014), cuyas víctimas son menores en un 80%, de los cuales el 66% son de sexo femenino y de todos ellas el 91% de nacionalidad española.

 (Gráfica extraída del ‘Informe sobre los delitos contra la libertad y la indemnidad sexual en España 2020‘)

Dentro de los ciberdelitos sexuales sobresalen especialmente los delitos de contacto con menores de 16 años a través de las tecnologías con fines sexuales como el abuso sexual, el acoso sexual, y la corrupción de menores y/o con discapacidad. En cuanto a los victimarios, el mayor número de ellos se encuentra entre los hombres españoles de 41 y 64 años.

En resumen, podemos afirmar que el año 2021 pasará a la historia como el año en el que las estadísticas de criminalidad del país las encabezaron los delitos sexuales con 6 agresiones sexuales con penetración denunciadas, al día (1.601 al año).

Violación por sumisión química

La violación por sumisión química, es la agresión sexual que se produce cuando a la víctima se le ha suministrado algún tipo de droga o sustancia química que le provoca sueño o somnolencia y la deja incapacitada para poder decidir por sí misma de manera consciente y autónoma, es decir, se le anula su voluntad y capacidad para consentir nada; además no solo la dejan inconsciente, sino que también impiden que pueda recordar algo de lo sucedido, o solamente recuerde flashbacks, vagos recuerdos, alguna imagen y lagunas entre memorias inconexas. 

El perfil de las víctimas, más común, es el de mujeres jóvenes o muy jóvenes, que encontrándose en espacios de ocio y fiesta son drogadas. Aunque también se han dado casos del uso de la sumisión química para robar, y en este caso el perfil más habitual es el de personas mayores.

Hay que dejar claro a las mujeres que se hayan encontrado en esta situación o que puedan encontrarse que no duden de que han sido víctimas de una violación ya que no se pueden considerar como relaciones sexuales consentidas cualquier acto sexual ocurrido bajo los efectos de estas sustancias, de hecho es un delito que está penado por la ley aunque en la actualidad en nuestro Código Penal las agresiones sexuales mediante sumisión química están tipificados desde el 2010, año en el que se introdujo el artículo 181.2 pero no lo considera “agresión” (violación), sino que lo contempla como “abuso sexual” porque se entiende que este tipo de violación no puede ser considerada como tal ya que no se ejerce violencia ni intimidación sobre la víctima y no hay un “No” expreso por parte de la ella. Esto es lo que las feministas llamamos justicia patriarcal.

La legislación debe ser modificada por ser injusta y un insulto hacia las víctimas, de ahí que siempre hagamos hincapié en la necesidad de impartir justicia y legislar con perspectiva de género. No puede ser que si estoy incapacitada porque me han drogado para hacer conmigo lo que se quiera, eso no se vea como violación o como un acto violento ¿qué más violento que drogar a una persona para hacer con ella lo que se quiera sabiendo que no puede resistirse y que no podrá recordar nada, ni probar nada puesto la droga que se le administra en breve espacio de tiempo no deja rastro? Es demencial. En este sentido, la nueva Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual (más conocida como ley del solo sí es sí) que está en trámites en el Parlamento español, recoge esto y propone que el concepto de abuso sexual desaparezca para que así todo acto que se produzca en estas circunstancias sea considerado como agresión (violación), y que las penas puedan elevarse hasta a los 15 años de prisión,  algo que ya está contemplado en tratados internacionales ratificados por España, como el Convenio de Estambul del Consejo de Europa.

A día de hoy datos oficiales no tenemos, aunque sí sabemos que es un delito sexual que va en aumento porque cada vez acuden más mujeres a los hospitales para ser atendidas por los servicios especializados tras haber sido violadas por sumisión química, por eso tanto los profesionales de la sanidad como la policía ha trasladado ya a la opinión pública la preocupante situación respecto a este tipo de violencia sexual. Tan solo tenemos los datos de algunos hospitales especializados en esta violencia como el Clinic de Barcelona que sí ha publicado sus cifras. En un informe reciente, se publicó que, del total de las víctimas de agresiones sexuales, el 30% se corresponde a la violación por sumisión química, y de ellas el 55% de las victimas tiene menos de 25 años. Datos que se corresponden totalmente con las publicadas por el Hospital La Paz de Madrid que estima que el 35% de víctimas de agresiones sexuales lo son porque la víctima sospecha que ha sido drogada. Así que no, no son casos aislados, porque además el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses registró 2.054 agresiones sexuales en 2020, de ellas en 685 casos se realizó un análisis toxicológico a la víctima por sospecha de haber sido sometida a una sumisión química, y los resultados revelaron que en el 76% de los casos (520) la víctima efectivamente había sido drogada (1 de cada 4 violaciones). Estos datos han sido corroborados también por varios organismos internacionales que estiman que un 20% de las violaciones lo son por sumisión química.  Pero según los datos globales recopilados por el Instituto Nacional de Toxicología, en los últimos 5 años, la estimación es aún más elevada: un 33% de las agresiones sexuales lo son por sumisión química. Lo que indica que hablamos de 1 de cada 3. Por su parte, la Fiscalía de Madrid dio a conocer sus datos el pasado año en los cuales se recoge que en 2019 se registraron un 14% de denuncias de violación por sumisión química, un porcentaje que se dobla en 2021 con un porcentaje del 35%.

Aunque estas cifras son muy reveladoras, éstas no recogen la dimensión real del problema al que nos enfrentamos, pues en la Macroencuesta sobre la violencia hacia las mujeres realizada por el Ministerio de Igualdad y publicada en 2020, solo el 8% de las mujeres víctimas de algún tipo de violencia sexual se atreven a denunciar, es decir que más del 80% de las agresiones sexuales permanecen ocultas.

Cabe mencionar que el estudio pormenorizado de registro de datos de este tipo de agresión sexual se ha comenzado a partir de enero del presente año, de modo que podamos obtener datos fiables y reales sobre la situación en la que nos encontramos al respecto y la magnitud del problema al que nos enfrentamos.

La fiesta de la burundanga: tipos de drogas y tipos de sumisión

Existen entre 350-400 drogas/sustancias químicas que pueden provocar la sumisión, entre todas ellas, la más famosa, la escopolamina, conocida como burundanga. Una droga que casi de manera inmediata produce somnolencia, náuseas, dificultades en la movilidad y, por último, una pérdida de conciencia. Aunque el cuerpo de la víctima reacciona y hace todo lo que pide su agresor, una vez pasado el efecto de la droga, la víctima sufre una amnesia que hace que le sea imposible recordar de manera total o parcial lo que ha sucedido la noche anterior. A la hora de denunciar una violación por sumisión química con esta sustancia resulta muy difícil poder probarlo pues una vez transcurridas unas 6 horas la droga desaparece del sistema de la víctima y no deja rastro ni en sangre ni en orina, y se acaba achacando que lo sucedido es debido a una “mala borrachera”, y si se denuncia, debido a todo esto, se desestima o entra directamente a calificarse de “denuncia falsa”.

Otra droga también muy utilizada es el medicamento psicotrópico conocido como benzodiacepina, un fármaco que tiene un efecto sedante y ansiolítico, produce relajación muscular y una disminución de la excitación neuronal. Por la mañana la víctima tiene una sensación de “resaca”, lo cual hace que cuando se da cuenta de lo sucedido la invada un sentimiento de vergüenza, ridículo y culpabilidad creyendo así que ha sido culpa suya por “beber demasiado”, cuando en realidad esto no es así, sino que ha sido drogada y violada.

También es muy común que se produzcan agresiones sexuales bajo los efectos del alcohol que en grandes cantidades puede provocar una amnesia y una disminución de la capacidad para poder consentir una relación sexual en plenitud de las facultades mentales de la víctima, algo que obviamente utiliza el agresor. De hecho, en una mayoría de los casos, 2 de cada 5 (un 39%), el test de toxicología dio positivo en alcohol. Mientras que las benzodiacepinas suelen estar presentes en el 31% de los casos, y la cocaína o el cannabis se detectó en 1 de cada 4 casos. Pero lo cierto es que en la mayoría lo que se encuentra es una mezcla de sustancias, o bien mezcla de alcohol y fármacos (32%), alcohol y drogas (38%), o los 3 juntos, drogas, alcohol y fármacos (30%). Lo curioso es que, aunque la burundanga se ha hecho muy famosa por ser la “droga de los violadores”, en España, los responsables del Instituto de Toxicología la han catalogado como “mito” porque no se ha detectado en la mayoría de los casos.  

En la actualidad existen tres tipos de métodos para detectar restos de sustancias tóxicas hasta cuatro semanas después de la agresión, y el uso de uno u otro va en función al tiempo transcurrido entre la agresión y la denuncia:la sangre, válida para las primeras 12 o 24 horas, en función del tipo de droga, las dosis y el metabolismo de la persona; la orina, una “muestra crucial” porque permite analizar tóxicos hasta pasados cinco días de su consumo; y, por último, el pelo. Porque cada nuevo centímetro del pelo equivale a un mes de crecimiento, lo que hace posible que los forenses puedan valorar la existencia de restos de sustancias en él.

Tipos de sumisión química: 

– La sumisión oportunista. Es la más frecuente. Se produce cuando el agresor aprovechando que la víctima se haya bajo los efectos del alcohol y/o las drogas, que la impiden consentir en plenitud de sus facultades mentales, éste comete la violación.

– La sumisión premeditada o proactiva. En estos casos el agresor es quien administra (casi siempre en la bebida) alguna sustancia a la víctima sin que ella se dé cuenta.

– La sumisión química mixta. Es cuando se mezcla la ingesta voluntaria de sustancias y/o alcohol por parte de la víctima y además el agresor administra sin el consentimiento de la víctima otras sustancias.

Procedimiento judicial, y tratamiento a las víctimas

¿Por qué utilizar la sumisión química para perpetrar una violación? Pues la respuesta es sencillamente porque el violador se aprovecha de los huecos y puntos flacos que sabe que se producirán en caso de que haya un juicio, porque lo cierto es que según la legislación vigente violar mediante la sumisión química protege al agresor y no a la víctima, y esto quiero remarcarlo, porque esta protección al agresor no se produce en cualquier otro caso en el que haya sumisión química mediante, como es por ejemplo en el caso de un robo. Según nuestro Código Penal, una persona víctima de un robo bajo los efectos de la sumisión química se cataloga inmediatamente como robo con violencia, no como hurto. En este supuesto la sumisión química, sí se considera que es un agravante y por eso pasa a ser robo con violencia. Pero paradójicamente, cuando hablamos de violencia sexual, una violación bajo sumisión química no es considerada como agresión (violación), sino como abuso, porque se considera que no ha habido ni intimidación ni violencia por parte del agresor a la víctima ya que ésta no se ha resistido ni ha dicho “no” expresamente. Así que, es un atenuante y ello hace que el caso se juzgue como abuso sexual. ¿Qué es la justicia patriarcal? Pues es esto. 

Por otro lado, el agresor sabe que la víctima sufrirá una amnesia que la impedirá poder recordar lo sucedido y si decide interponer una denuncia no podrá hace un relato coherente, conciso y claro de la agresión, de modo que se pierde la principal herramienta de enjuiciamiento, el testimonio de la víctima. Por no mencionar que casi en la totalidad de las violaciones no hay testigos y cuando los hay suelen ser porque estamos ante una violación múltiple y ningún agresor va a delatar a otro. 

A parte de estos dos poderosos motivos para usar la sumisión química como modus operandi, otro es porque la víctima al estar drogada e incapacitada física y mentalmente no puede oponer resistencia por lo tanto no hay forcejeos, arañazos, golpes, heridas que puedan ser utilizadas a la hora de presentar un parte de lesiones que se corresponda con las típicas de una agresión sexual. Aunque sí pueden encontrarse heridas, y lesiones en el interior de la vagina de la víctima, pero para ello es necesario que el examen sea realizado por un médico forense, y lamentablemente en la mayoría de los casos este examen no se realiza en el tiempo y forma adecuados. ¿Y por qué no lo son en tiempo y forma adecuados? Pues porque no existe un procedimiento médico y policial especifico y claro para este tipo de agresiones, así que cuando se interpone la denuncia en comisaría dicho examen se hace a posteriori cuando las lesiones ya están en proceso de curación, y en estos casos la intervención de la policía es determinante porque de ello dependerá la decisión del juez. Es por ello que es tan necesario que se creen ya protocolos de actuación específicos y muy concisos, para coordinar a policías, sanitarios y personal de la judicatura, que permitan tratar a las víctimas garantizando todos los pasos y evitando errores fatales que pueden llevar a la desestimación del caso, a penas injustas o a la absolución del agresor.

En cuanto al tratamiento a las víctimas la desprotección es prácticamente total, la falta de atención y credibilidad que sufren las mujeres violadas por el método de la sumisión química además del estado del shock en el que se encuentran, hace que muchas mujeres, tarden en interponer la denunciar, algo que, en estos casos, es fundamental para probar que ha habido una violación. A ello hay que sumarle que las mujeres saben que una vez denunciada la agresión se comienza un camino doloroso y revictimizante que contribuye aún más a su destrucción mental pues han de contar la historia un sinfín de veces y esto es fatal para la salud mental de las víctimas pues con cada relato se revive todo otra vez para luego en muchos casos no ser creídas o ser maltratadas por el sistema que debería protegerlas y velar por no dañarlas más, pues no existe “el manual de la perfecta víctima de violación”. A estas víctimas se les exige que no tengan lagunas, que no incurran en contradicciones, que no haya incongruencias ni confusiones en el relato, ni en los detalles, cuando eso es imposible por el puro proceso de estrés postraumático que produce a raíz del trauma de la violación, es por eso también que es muy importante que los Cuerpos de Seguridad del Estado, personal sanitario y de la judicatura sea formado en género, en violencias machistas, y específicamente en este tipo de violencia sexual.

Recomendaciones a víctimas

Vergonzosamente, todavía no hay información accesible para la ciudadanía en forma de guías, folletos, dípticos, trípticos, campañas de información específicas a nivel autonómico o estatal, etc. para difundir toda la información pertinente en relación a la sumisión química con fines de violencia sexual, cuales son los centros de referencia hospitalario en este tipo de agresiones para poder acudir a ellos, y de cómo se ha de proceder en caso de ser víctima de ella. Algo que es muy importante saber, porque sin saber cómo proceder es muy probable que tu agresor nunca sea enjuiciado, y que tu denuncia sea desestimada. En 2018, Amnistía Internacional publicó un informe, “Es hora de que me creas. Un sistema que cuestiona y desprotege a las víctimas”, en el que denuncia todas las trabas con las que se encuentran las víctimas a la hora de denunciar, la falta de apoyo y credibilidad que se les da a lo largo de todo el proceso, lo que supone para las víctimas que se las una y otra vez sin pudor alguno y sin que obtengan justicia.

Recientemente, el Ministerio de Igualdad ha creado los centros de crisis contra las violencias sexuales. Se prevé que haya uno en cada provincia para atender de forma integral a las victimas sin necesidad de que hayan interpuesto una denuncia. Sin embargo, no estarán en marcha hasta el 2023 ¿y mientras qué? Toda esta desinformación hace que las víctimas empiecen un periplo por diversas instituciones, centros de salud y comisarias que acaban en nada porque el itinerario a seguir es desconocido por eso aquí he resumido los pasos más importantes a seguir y una serie de recomendaciones que pueden ser útiles a las mujeres. 

Si existe la certeza de haber sufrido una agresión, lo ideal es acudir, lo más rápido posible, a una farmacia para someterse a un test de drogas. Esta prueba permitirá determinar si hay tóxicos en el organismo. Hacerlo es clave para poder interponer una denuncia, además de abrir la vía a realizar otras pruebas que permitan comprobar si ha existido una violación. Es importante que el test se haga rápido, ya que, según expertos en toxicología consultados, estas drogas desaparecen del organismo de una forma muy rápida.

Lo segundo es ir a un juzgado de guardia, en vez de ir a una comisaria; acudir con la misma ropa, sin haberse duchado ni lavado y a ser posible sin haber orinado. Ya que en estos casos las pruebas son cruciales porque la mayor y mejor prueba en una agresión sexual es la mujer en sí misma y su cuerpo, que puede estar plagado de pruebas que demuestren que ciertamente ha sido agredida y así poder incriminar al agresor. Además, siguiendo estos pasos es la forma de que la víctima pueda ser examinada por un forense y no por un médico de atención primaria que no esté especializado/familiarizado con la manera correcta de examinar a víctimas de agresiones sexuales, ya que un médico forense sí está formado para extraer pruebas clave, elaborar un informe pericial y poder garantizar la cadena de custodia de las mismas para presentarlas en el juicio ulterior. Otra vía para ello es que la víctima denuncie o que diga que quiere hacerlo cuando acude al centro sanitario porque sin denuncia o manifiesto expreso de querer hacerlo, el juez no activará el procedimiento forense. Y esto es muy importante porque cuantos más análisis, pruebas y exploraciones se realicen cuanto antes mejor garantizará que el proceso de enjuiciamiento acabe bien porque sin estas pruebas todo queda en manos del testimonio de la víctima que como pasa en estos casos siempre suele ser vago y difuso lo cual hace que la denuncia no prospere. 

Protocolos

En la actualidad existen diferentes protocolos a seguir en caso de que entre por urgencias médicas hospitalarias una víctima de agresión sexual pero estos protocolos varían en función de la comunidad autónoma en la que se encuentre. Por ejemplo, desde 2018 Madrid y Barcelona, tienen hospitales de referencia, La Paz y el Clinic, respectivamente. Aunque lo son solo para víctimas mayores de 16 años. Otras comunidades autónomas con protocolos son Cantabria desde 2017, y Andalucía desde 2020.

La unificación de protocolos es tan importante porque permite unificar criterios y procedimientos que garanticen eficazmente todo el proceso de recogida de muestras, interrogatorio a la víctima y el tratamiento de las pruebas, así como el personal que ha de encargarse de cada cosa.  Un protocolo único en el que estén establecidas debidamente las preguntas a formular a la víctima que permitan reconocer las situaciones en las que se ha dado la agresión y los síntomas que se presentan para poder así determinar que ha de realizarse un test de drogas por sospechas de estar ante una sumisión química. Por ejemplo, si la víctima tiene amnesia parcial/total, si perdió el conocimiento, si sufrió parálisis, si habla raro, si presenta alteración en la visión, somnolencia, confusión, etc. 

Entre las pruebas habituales están los análisis de sangre y de orina, aunque en la mayoría de casos de poco o nada sirven pues pasadas unas horas estas sustancias desaparecen. Solo una muestra del cabello puede probar que sí ha habido sumisión química, pues el tóxico sí permanece en él transcurrido el tiempo. El problema es que esta prueba no suele estar contemplada en los protocolos porque se precisa de la solicitud de un juez para que un forense la realice y para ello antes la víctima ha de interponer denuncia. Algo que no debería ser así. Con o sin denuncia se debería poder realizar esta prueba porque muchas víctimas no denuncian o acuden a los centros de referencia de manera inmediata y la prueba del cabello, por ejemplo, es buena para cuando ha transcurrido mucho tiempo ya que para realizarla con resultados fiables deben haber pasado de dos o tres meses (y que la víctima no se haya cortado el pelo) porque al estudiar el pelo desde la raíz se observa donde existe la acumulación del tóxico y así determinar que se corresponde con el momento de la agresión.  Sin embargo, la realidad es que el análisis del pelo muchos jueces y juezas deniegan la recogida de estas muestras por considerar que las víctimas llegan tarde (pasadas ya 72 horas), pero no debería ser así porque tomar esta decisión es resultado de la ignorancia científica en cuanto a la prueba del cabello se refiere, por no mencionar como operan en el imaginario colectivo los estereotipos de en cuanto como una víctima debe ser y debe actuar cuando realmente no existe ese tal estereotipo porque cada víctima reacciona de diferente manera. Unas denuncian inmediatamente, otras a los días, otras al mes siguiente…

La ministra de Justicia en unas declaraciones recientes anunció que se está trabajando en un protocolo único para toda España que permitirá recoger muestras del delito sin que la víctima denuncie previamente. Las muestras estarán bajo custodia hasta que el delito prescriba con el fin de que las víctimas puedan denunciar cuando se sientan preparadas, aunque esta medida todavía no ha sido presentada formalmente. Lo que sí ha hecho la ministra en una entrevista reciente al periódico El País, es decir que había pedido expresamente que se incluyan recomendaciones para las mujeres en futuras campañas. Cita literal: “He pedido que se elaboren consejos para las mujeres, para que sepan que no deben coger nunca una copa que le traiga un extraño, por ejemplo”. Una vergüenza pues una vez más se pone el foco en las mujeres y no en los hombres que son quienes comenten estas agresiones. Las campañas deben ir dirigidas a los hombres para que se enteren de una vez por todas que no se droga a las mujeres para abusar de ellas. Las leyes, son también muy importantes, y en este punto gracias a las movilizaciones feministas, desde 2016 con el caso de “la manada” de Pamplona, se ha conseguido que en el proyecto de Ley Orgánica de Garantía integral de la Libertad Sexual que se aprobó el pasado mes de julio en el Consejo de Ministros se introduzca expresamente como forma de agresión sexual la «sumisión química«. Además, se introdujo el agravante de género en estos delitos como estipula el Convenio de Estambul. 

El patriarcado es un juez

que nos juzga por nacer,

y nuestro castigo

es la violencia que no ves.

El patriarcado es un juez

que nos juzga por nacer,

y nuestro castigo

es la violencia que ya ves.

Es feminicidio.

Impunidad para mi asesino.

Es la desaparición.

Es la violación.

Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía…

(“Un violador en tu camino”, Las Tesis)

Artículo originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/cultura-de-la-violacion-agresiones-sexuales-la-sumision-quimica-la-ultima-moda/

Artículo por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

Violencia de género en la tercera edad

El 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes aparecía en un programa de Canal Sur contando en primera persona el infierno que vivía desde hacía 40 años en casa con su marido. El 17 de diciembre, solo 13 días después de su testimonio en televisión era asesinada quemada viva a manos de él. El caso de Ana Orantes fue un punto de inflexión, un antes y un después en cuanto a la violencia dentro del matrimonio. Una realidad invisibilizada y silenciada durante demasiados decenios y siglos, en los que las mujeres, hijos e hijas eran víctimas silenciosas de la ira de padres coléricos y violentos que podían hacer con sus parejas lo que les viniera en gana sin consecuencia alguna. Como resultado de esto, mujeres pasaban y han pasado 30, 40, 50 o 60 años de palizas, vejaciones y malos tratos hasta el punto de normalizado y aceptar esta manera de existir cual condena perpetua porque en un tiempo hombres y mujeres se casaban para toda la vida, y atreverse a retar a la norma social tradicional imperante era motivo de repudio, sobre todo para las mujeres; por ello, miles de ellas han perdido sus vidas a manos de sus maridos –literalmente. Afortunadamente hoy en día cada vez son menos las mujeres que “aguantan”, y más las que se separan o se divorcian del maltratador, no sin pasar un calvario antes, durante e incluso tras la separación. 

A día de hoy la violencia de género en nuestro país ha alcanzado cifras de terrorismo puro. Una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja cada 6 días, y lo peor es que hemos llegado a normalizarlo. Esta primera semana de abril hemos vivido 3 días nefastos en los que han asesinado a dos mujeres, un menor de 11 años a manos de su padre, una niña de 14 años ha sido asesinada por su acosador y otra de 17 ha sufrido una brutal paliza a manos de su novio que no le ha dejado ni un solo trozo de piel sin un moratón. 

Casi todos estos casos suelen ser habitualmente de parejas muy jóvenes o de mediana edad, pero en cambio existe otro tipo de parejas/ex parejas de las que no se habla tanto, y no es porque no existan, es sencillamente porque están invisibilizadas por las características propias de las mismas. Son los casos de violencia de género en parejas/ex parejas de la tercera edad. Estos casos no están tan al orden del día porque las mujeres educadas aun en la “vieja escuela” del matrimonio, callan y jamás denuncian o se divorcian; pero no es porque no se produzcan, de hecho, según estudios y datos estadísticos, revelan un elevado porcentaje que se oculta tras el silencio de las mujeres mayores víctimas de violencia de género.

Hubo una presentadora, Paz Padilla, a quien una tarde en un programa de máxima audiencia se le llenó la boca al hacer un alegato sobre que “el amor todo lo puede”. No sé si esta mujer era consciente del mensaje que estaba lanzando pero era tan peligroso como preocupante pues por culpa de ese falso mito miles de mujeres que lo han escuchado machaconamente han permanecido en relaciones matrimoniales abusivas y violentas haciéndolas incapaces de dejar a sus maridos tras más de 30 años de matrimonio y para cuando son conscientes de ello, se encuentran que tienen 75 años sino más y sin fuerzas o capacidad para separase de su maltratador lo que hace que sus años de vejez los pasen con sus maltratadores enfermos ya de los cuales ellas se convierten encima en sus principales cuidadoras. Por eso, no se pueden hacer según qué comentarios en pro del “amor” romantizando el sufrimiento pues son mensajes muy potentes que perpetúan falsas creencias que tienen consecuencias nefastas para las mujeres.

La problemática de la violencia de género en mujeres de la tercera edad reside en que es sostenido en el tiempo lo que lo convierte en un problema estructural y sistémico. En la mayor parte de los casos, estas mujeres comenzaron su relación de pareja (noviazgo) en una época en la que la situación social y política del país estaba subyugada al franquismo que adoctrinaba a hombres y mujeres en valores matrimoniales tradicionales y ultra católicos en los que la mujer era sumisa y cuya única función era ser buena madre y amante esposa, mientras que los hombres eran los cabezas de familia que ejercían su autoridad y control sobre todos los miembros de la familia. De ahí que la violencia se sufriera en silencio, estuviera normalizada y que cada vez el marido se tornara más abusivo con el paso de los años.

La violencia de género en las mujeres mayores: silencio y vulnerabilidad

Todo acto de violencia basada en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. Así define la violencia de género la ONU. Ósea, todo aquel acto que atenta contra los derechos humanos de una persona por razón de sexo, es decir, por nacer mujer.

Las personas de la tercera edad, todas, ya de por sí son especialmente vulnerables por diferentes motivos vinculados a la edad: dependencia, discapacidad, enfermedad… Pero esta vulnerabilidad se dobla en el caso de las mujeres, por razón de sexo y además por edad avanzada.

En el caso de las mujeres mayores de 65 años la discriminación por razón de sexo experimentada es mayor que en las mujeres jóvenes, pues en ellas se junta además de la discriminación por sexo, la discriminación por edad que es mayor que en los hombres mayores. Ya sabéis, las mujeres a partir de cierta edad ya son viejas, y en cambio los hombres son “maduritos interesantes”. Esta doble discriminación es la base bajo la que se cimenta la invisibilidad de la violencia de género contra mujeres de la tercera edad.

La violencia de género, sea cual sea la edad de la mujer víctima, puede ejercerse de diferentes formas: violencia psicológica, física, sexual, económica… Entonces si todas la sufren ¿por qué está más invisibilizada en las mujeres mayores? La respuesta es por razones culturales, sociales y por la educación recibida en tiempos pasados, en los que la violencia dentro del matrimonio estaba normalizada, justificada y era visto como algo íntimo y privado que sucedía de puertas para dentro. Era asumido por el conjunto de la sociedad como algo natural pues la mujer, hijos e hijas eran propiedad del marido para tratarlos y hacer con ellos lo que él quisiera sin que nadie cuestionara esa “autoridad” masculina. Además, las mujeres de este rango de edad, recuerdan vivir en España cuando no existían leyes contra la violencia de género ni éste era considerado como un problema que erradicar. De hecho, muchas de las mujeres de estas edades recuerdan haber ido a una comisaria a denunciar los malostratos y la policía decirles que volvieran a su casa con su marido, y si no lo han vivido ellas conocen a alguna mujer que sí ha tenido vivencias de este tipo.

A este silencio por parte de las mujeres mayores, se le suma que en muchas ocasiones las víctimas no tienen acceso a tanta información como las mujeres jóvenes en cuanto a recursos a los que acudir, además de padecer a veces problemas de movilidad, de dependencia, entre otros problemas de salud, que impiden que puedan comunicarse de manera apropiada, lo que hace que no sean creídas (esto sucede mucho en mujeres con problemas de demencia o con alzhéimer).  Además, por parte de los profesionales de la salud se hace difícil también su detección porque a veces las lesiones que presentan en consulta pueden ser consideradas como propias del proceso de envejecimiento (la facilidad de aparición de hematomas en la piel, por ejemplo).

También juegan un papel importante los medios de comunicación, ya que a menudo éstos asocian los casos de violencia de género con mujeres muy jóvenes o de mediana edad, invisibilizando así a las mujeres de 65 o más años a quienes rara vez por no decir nunca se les da espacio para contar sus testimonios. Tampoco las campañas de sensibilización y prevención de la violencia de género están dirigidos a este grupo de mujeres.

A parte, por su educación y el contexto social que les tocó vivir, estas mujeres sienten que tienen que aguantar por su familia, por no romperla, por no hacer daño a sus hijas/os, por proteger al marido y padre, por no mencionar el temor a enfrentarse a todo un proceso doloroso y traumático para ella misma, que la va a llevar a tener que rehacer su vida a una edad en la que no se sienten ya capaces para todo lo que esto conlleva. 

Por otro lado, cabe mencionar que a todo esto hay que añadir que para estas mujeres los malostratos están tan naturalizados y normalizados tras tantos años de violencia que no son conscientes de ello y no se reconocen así mismas como víctimas de violencia de género. Estas mujeres tienden a minimizar los episodios violentos, o los justifican como explosiones de ira derivados del estrés. Por eso con ellas es tan importante el trabajo psicológico de una buena terapia que las haga tomar consciencia, ver su situación real y querer salir de ella.

De hecho, los datos son abrumadores (más abajo están citados varios estudios), de los cuales unas de las principales conclusiones que se pueden extraer es que los casos de mujeres víctimas de violencia de género (pareja, o expareja) es mayor en mujeres mayores de 65 años que entre las mujeres jóvenes y con mayor duración a lo largo del tiempo siendo la media de unos 40 años de violencia: el 78% de la violencia de género en esta franja de edad es sufrida dentro del matrimonio; en el 75% de los casos violencia psicológica y un 56% soporta relaciones sexuales sin su consentimiento (violaciones dentro del matrimonio).

Estudios, datos, y estadísticas: la realidad de la violencia de género en mujeres de la tercera edad

El estudio realizado por Cruz Roja Española junto con la Universidad Carlos III de Madrid del año 2019, “Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género”, encargado por Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, dentro del marco del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer y del Pacto de Estado en Materia de Violencia de Género, estudio que se hizo por encuesta a mujeres de edades entre 65 y 83 años que estaban siendo atendidas en ese momento por el servicio ATENPRO y que eran víctimas de violencia de género o había sospecha de que podían estar siéndolo,  arrojó datos escalofriantes en cuanto a la situación de las mujeres víctimas de violencia de género en la tercera edad.

El análisis de los datos recabados reveló que la mitad de las encuestadas sufrían violencia psicológica, física, aislamiento social y/o violaciones dentro del matrimonio. De ellas, el 40% afirmó que estas violencias se prolongaban durante más de 40 años.  Este dato tiene su correspondencia con otro de la Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer (2019) en el que queda claramente patente que las mujeres víctimas de violencia de género mayores de 65 años acuden en mucha menor medida a los servicios de ayuda especializados: de todas ellas solo el 33,8% lo hizo, en cambio en víctimas menores de 65 el porcentaje fue del 46,8%.

De las mujeres encuestadas para el estudio, los problemas más graves que afrontan son los de tipo económico (dependencia del marido, pensiones muy bajas, etc.) en un 61%, es decir, 6 de cada 10 eran “tuteladas” económicamente por el marido, lo que las impedía comprar de manera independiente. El 55% dijeron él no les daba el dinero para gastos propios del hogar y que siempre tenían que ir a comprar bajo supervisión del marido; el 41% afirmó que el marido se apropiaba también del dinero de ellas incluso a un 31% el marido se apropiaba de sus bienes; y al 34% de las encuestadas no se las permitía trabajar y/o estudiar fuera del hogar. Todo ello convierte a estas mujeres en analfabetas funcionales en muchos casos lo cual es otro impedimento más para separarse del maltratador, algo que les provoca terror pues se ven indefensas y sin ningún tipo de recurso personal con el que hacer frente a la situación. 

Los problemas de violencia representan un 32% de los casos; además un 41% afronta problemas importantes de salud tanto de sí mismas como del maltratador al que encima tienen que cuidar y atender, y/o de otros familiares dependientes de los que han de encargarse ellas solas. 

Según este mismo estudio, el miedo está presente en un abrumador 98% de las mujeres mayores. De ellas, un 53% dijeron tener miedo constantemente. Pero un dato aún más escalofriante es que la inmensa mayoría de ellas dijo seguir con el maltratador a pesar de la violencia porque querían seguir vivas, de hecho, el 35% de ellas dijo haber tenido miedo a ser asesinada.

Si atendemos a las denuncias dentro de las mujeres de este rango de edad, encontramos que 51% de las mujeres encuestadas cuenta con una orden de protección, un 3% la ha solicitado, y un 42% la ha tenido.

Otras razones para no dejar al maltratador son el no tener otro lugar al que ir (un 32%), mientras que un 7% lo había intentado, pero no lo llevó a cabo por falta de apoyo familiar si finalmente se marchaba, y 3 de cada 10 dijo que antes no era como ahora, es decir que la violencia dentro del matrimonio estaba aceptada socialmente. 

Por otro lado, 32% de ellas pensaba que si se separaba del marido sus hijos/as sufrirían más que si se quedaba, y un 23% no abandonaba al maltratador porque psicológicamente estaban controladas por él y siempre que la agredía ella le daba otra oportunidad porque él afirmaba que cambiaría, mientras que otro 23% dijo que no abandonaba a su marido porque “se había conformado”. 

Por regla general, los episodios de violencia están vinculados a acontecimientos vitales importantes dentro de la pareja como así lo muestran los datos. De las mujeres encuestadas el 78% del total de episodios violentos los ha vivido dentro del matrimonio mientras que el 30% ya se produjeron en el noviazgo, otro 30% en el momento del nacimiento de las hijas e hijos, y el 43% de los episodios violentos van aparejados a los problemas económicos.

En concreto si hablamos de violencia física, las cifran son espeluznantes: el 50% ha sufrido más de dos tipos de lesiones físicas y el 25%, cuatro o más a la vez. Si vamos a datos más desgranados encontramos que el 78% ha sufrido tirones de pelo, y empujones; el 75% han sido abofeteadas o les han tirado objetos contundentes a la cabeza; el 63% han sido golpeadas con el puño o con algún objeto; el 50% han sido pateadas y/o arrastradas por el suelo; el 44% han sufrido amenazas con cuchillos, armas de fuego u otro tipo de armas; y el 30% han sido asfixiadas o han intentado quemarlas vivas. 

En cuanto a las lesiones sufridas como consecuencia directa de las agresiones, el 68% han tenido hematomas, cortes y/o rasguños; el 28% tiene lesiones en la vista y/u oídos; el 18% han tenido luxaciones, el 15% esguinces y el 12% han sufrido fracturas de huesos; el 11% han tenido heridas profundas y otro 11% han padecido lesiones internas.

Si atendemos a los hijos e hijas, el 70% de las encuestadas afirma que éstos han sido testigos de agresiones físicas y verbales; y el 19% de ellas dicen que como consecuencia de estas agresiones sus hijos/as han sido víctimas también de lesiones físicas graves en algún momento.

En relación a la violencia sexual, los datos son también tremendamente dramáticos. El 56% de las mujeres han sido violadas sistemáticamente dentro del matrimonio por miedo a sufrir violencia física si se negaban, mientras que el 30% manifestó haberse visto obligadas a realizar prácticas sexuales indeseadas que eran humillantes para ellas.

No menos dramáticos son los datos de la violencia psicológica: el 75% de las encuestadas ha padecido este tipo de violencia. La forma más frecuente de ejercer este maltrato se hacía a través de control (8 de cada 10) tanto sobre con quien iban, donde estaban y cuando salían hasta el punto de aislarlas de sus amistades y familiares, o bien eran tratadas con indiferencia o eran ignoradas sistemáticamente, incluso la mitad de ellas refirió que se las había llegado a prohibir hablar con otras personas, o expresar opiniones propias. Por toda esta presión psicológica las mujeres mayores que sufren violencia de género tardan una media de 26 años en solicitar ayuda.

Como resultado de todo este calvario prolongado la salud integral de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es nefasta como así corroboran los datos del estudio. Un 39% de las encuestadas consideraba que su salud era regular, mientras que el 31% dijo que era malo o muy malo. Como dato comparativo, cuando se comparó a estas mujeres con mujeres del mismo grupo de edad que no han sido víctimas de violencia de género se observó que las que sí la han sufrido superan en 5 puntos perceptuales al grupo de mujeres no víctimas en la valoración de su salud como mala o muy mala.

Si atendemos a la salud mental, encontramos que 7 de cada 10 mujeres mayores víctimas de violencia de género padecen depresión (el 32%), ansiedad (24%), estrés, angustia… Y de todas ellas, el 59% no recibe ningún tratamiento psicológico ni psiquiátrico.

Cómo combatir la violencia de género en la tercera edad y recursos

En el informe “La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”, elaborado por la profesora y Dra. antropóloga Carmen Meneses de la Universidad Comillas, en 2019, mediante entrevistas a 833 mujeres usuarias de los centros de mayores de la Comunidad de Madrid, reveló que la violencia de género en la tercera edad tiene un patrón que se repite, abusos psicológicos y físicos por más de 30 años que acaba por ser normalizado y naturalizado por la víctima, cuyo final suele ser o muerte natural del agresor o ellas huir de sus casa o de la residencia donde conviven con él.  Estas conclusiones demuestran que los datos recabados por el informe de Cruz Roja y la Carlos III para la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género también del año 2019 se corresponden con los datos del estudio de la Dr. Meneses.

Desde 2010 se ha producido un alarmante número de feminicidios en la tercera edad.

De las asesinadas en 2019, hubo mujeres de 78, 84, 90, 95, 67 y 60 años de edad, un 22% del total.

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Para poder dar ayuda y hacer accesible los recursos a las mujeres mayores, primero hay que tener en cuenta que para ellas conseguir dejar a sus maltratadores es diferente que para las jóvenes porque la realidad vital de unas y otras es radicalmente diferente. Precisamente porque no se tienen en cuenta estas diferencias es por lo que no les llega la ayuda y los recursos adecuadamente.

Una de las principales barreras que encuentran es que al ser mujeres mayores o muy mayores cuyas vidas están ya hechas, el marcharse de casa o de la residencia en la que conviven con sus maridos agresores para empezar de nuevo supone un mundo. A menudo ven que necesitan pedir ayuda a sus hijos e hijas para lograrlo, algo que no quieren para no ser una carga, ni tampoco quieren sentirse dependientes de ellos.  Por eso para ellas una gran fuente de ayuda a nivel de apoyo psicológico informal que las ayuda a soportar la situación tan penosa que viven a diario, es su red social que suele estar conformada por vecinas y amigas, muchas de las cuales pasan por las mismas vicisitudes en su matrimonio, pero ciertamente, los recursos de apoyo psicológico accesible y adaptado a estas mujeres son escasos.

La Dra. Meneses en su informe recabó datos muy reveladores a través de las entrevistas que realizó a las usuarias de las residencias de Madrid de los cuales se desprendió que en la gran mayoría de mujeres víctimas identificaban los gritos y los insultos como violencia machista; el 80% de las entrevistadas afirmó que la violencia de género en parejas mayores está oculta, en cambio más del 20% afirmó que la violencia que ejercían sus maridos contra ellas tenían que aguantarlo “por amor” y que era algo privado que no debía salir del espacio doméstico. 

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Pero no todo es tan negativo, entre tanta tragedia, una de las cosas positivas que se han conseguido últimamente es que dentro de las residencias de mayores haya un cierto compromiso por parte del personal de estar atentos a las señales que puedan indicar que una mujer está siendo maltratada por su marido y en consecuencia actuar para ayudarla a salir de la situación de violencia, ya que son estos lugares espacios ideales en los que poder detectar el maltrato más pronto que tarde. Por eso, también, es indispensable aprender a identificar las señales y para ello es importante hacer hincapié en la importancia de tener profesionales especializados en violencia de género, empáticos y pacientes para poder tratar a estas mujeres eficaz y debidamente. 

Por otro lado, un recurso al que poder derivar a estas mujeres o al que pueden acudir es la Comisión para la Investigación de Malostratos a Mujeres, (en Madrid), ya que es una de las pocas organizaciones que posee dentro de ella un departamento centrado en violencia de género en la tercera edad. Ofrece asesoramiento, ayuda, y salidas a su situación.

En la Fundación Luz Casanova, también con sede en Madrid, creó en 2019 un proyecto de atención integral y especializada a las mujeres mayores víctimas de violencia de género llamado “Mírame soy visible”. El proyecto nació a raíz de detectar que la atención a las víctimas mayores era escasa y que no se encontraban datos empíricos sobre su situación, a pesar de saberse que el número de víctimas era elevado, por ello contactaron con la Dra. Meneses, autora del informe anteriormente citado, para facilitarles los resultados de su informe que confirmaron las sospechas. Que la situación de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es dramática.

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Con los datos en la mano, se crearon grupos de apoyo centrados en trabajar el desarrollo personal en los que poder trabajar la autoestima de las mujeres y la comunicación asertiva que las permitiera aprender a decir “no”, tener herramientas para defenderse sin tener en consideración su edad, aprender a identificar la violencia y a “desnormalizarla”. Grupos con profesionales sanitarios (personal médico, de enfermería, auxiliares, y sociosanitarios) formados en detección y tratamiento de casos de violencia de género, pero además especialmente en la que se produce en la tercera edad, y con perspectiva de género. Aunque el gran reto está en conseguir que estas especificidades entren dentro del currículo formativo de estos profesionales, así como dentro de los servicios sanitarios de atención primaria. 

Cabe mencionar que la Fundación Luz Casanova tiene otro proyecto desde 2017 dedicado a las mujeres mayores víctimas de violencia, proyecto “Hazte Visible, hazme visible” desde el cual se trabaja en dos líneas, una la sensibilización y detección de casos, y dos la atención a mujeres mayores en situación de violencia de género.

Siempre me gusta cerrar el artículo con una frase significativa, este lo voy a cerrar con un video. Es el video de la intervención de Ana Orantes en aquel programa de diciembre de 1997 que marcó un antes y un después dentro de la lucha contra la violencia de género y por el cual tenemos hoy la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que nos protege a todas de esta violencia específica que sufrimos solo por nacer mujeres, algo que a ella le costó la vida y que hoy más de 20 años después hay quienes desde sillones en el Parlamento español y alguno autonómico quieren derogarla para volver a épocas en las que las mujeres solo teníamos el callar y aguantar. NUNCA MÁS. 

Originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/violencia-de-genero-en-la-tercera-edad/

Artículo por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

8 de marzo, Día de la Mujer: Las invisibles. Sinhogarismo femenino

Otro año más el Día de la Mujer ha llegado. Cada 8 de marzo salimos a la calle para seguir reivindicando las mismas cosas: el fin de la violencia machista, el fin de la brecha salarial, la abolición de la prostitución, el derecho al aborto libre, gratuito y seguro, políticas reales y eficaces para la conciliación familiar, etc. Es una lucha que no acaba… Parece mentira que en 2022 aun tengamos que seguir saliendo a la calle en este día para reclamar unos derechos que históricamente deberíamos tener simplemente porque es lo justo.

El 8 de marzo no es un día de fiesta, ni de celebración, ni un día para que nos feliciten, ni para congratularnos por “lo maravilloso que es ser mujer”. Sino todo lo contrario. Es un día de reivindicación, de denuncia, de salir a la calle en tropel a gritar ¡BASTA YA! ESTAMOS HARTAS. Pero también es un día de visibilización de todas aquellas problemáticas ocultas o no tan ocultas que nos afectan a las mujeres todos los días, toda la vida, pero que en cambio no se habla de ellas. Por eso este año mi artículo para el 8 de marzo lo voy a dedicar a la visibilización del sinhogarismo femenino, pues las mujeres víctimas del sinhogarismo son junto a las mujeres prostituidas las más invisibles dentro de las invisibles. Porque como suele ser habitual cuando hablamos de las personas sin hogar, a la mente se nos viene la imagen de un varón sin techo, no muchas personas verán la imagen de una mujer y es esa realidad que quiero poner sobre el tapete.

¿Qué es vivir en situación de sinhogarismo?

El sinhogarismo no es solo vivir en un banco del parque o en un cajero automático, cuando hablamos de sinhogarismo a parte de vivir en la calle, es también vivir en una pensión, vivir en un recurso de acogida, vivir en casas de conocidos por temporadas porque has sido desahuciada/o, vivir en un coche porque has tenido que dejar tu casa, o tener que vivir en un colchón en el lugar de trabajo porque el sueldo no da para un techo propio. En definitiva, el sinhogarismo no es solo dormir en la calle, sino que es no tener acceso a una vivienda digna y segura que nos provea de un espacio propio e íntimo en el que vivir para poder desarrollarnos plenamente y al que llamar hogar.

Realmente no existe un término a nivel global para definir qué es una persona sin hogar, aunque dentro del ámbito europeo se utiliza la tipología ETHOS (European Typology on Homelessness and Housing Exclusion) de la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con personas en situación de sinhogarismo en la cual se distinguen 4 grupos de personas: 1) Personas sin techo. Son las que viven en la calle literalmente. 2) Personas sin vivienda. Son las que temporalmente se alojan en recursos de acogida, albergues, y residencias para personas que viven en la calle, y/o inmigrantes. 3) Personas que viven en viviendas inseguras. Son las que viven en domicilios ocupados, o en casas donde la persona vive bajo amenazas, coacciones y sufre violencia por parte de otras con las que convive. En este grupo se encuentran las mujeres que víctimas de violencia de género. 4) Personas sin hogar que viven en una vivienda inadecuada, como por ejemplo chabolas, cabañas, viviendas abandonadas, furgonetas, caravanas, etc.

En resumen, el punto en común que tienen las 4 tipologías es que ninguna de las personas en esas situaciones viven en espacios que puedan ser definidos como un hogar. Un hogar es una casa digna en la que se respete la intimidad, la seguridad y el bienestar de la persona, así pues, lo que diferencia a una persona en situación de sinhogarismo de otra que no lo está es tener un hogar al que volver al final del día y en el que levantarte para comenzarlo.

El sinhogarismo es un problema social estructural que está causado por factores sociales, sanitarios, económicos, laborales y políticos que lo convierten en una violación de todos los derechos humanos y que atenta contra la dignidad y la vida de las personas que se ven en esta situación. Paradójicamente, a pesar de la gravedad de esto, el sinhogarismo no está dentro de las preocupaciones de la sociedad, esto es en gran medida porque está invisibilizado y soterrado bajo una pila de mitos que hacen que no veamos a estas personas como lo que son, seres humanos como tú y yo pero que la sociedad deshumaniza hasta hacerlas desaparecer.

Todo esto es aún peor si hablamos del sinhogarismo femenino ya que entonces hablamos de doble invisibilización, por razón de situación exclusión habitacional y por razón de sexo (a la que a veces se le suma una triple, o cuádruple si encima hablamos de mujeres migrantes, o que sufren discriminación por su orientación sexual, por discapacidad física/mental, etc.).

La vida en la calle es una brutalidad diaria para todas las personas sin hogar. En nuestro país se estima que hay unas 33.000 personas que viven en la calle. Estos datos han sido extraídos del Informe de la Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar 2015-2020, aunque según Cáritas ahora la cifra estaría en las 40.000 tras el impacto de la pandemia del COVID-19. De ellas 2 de cada 10 son mujeres (20%).

La realidad del sinhogarismo no es la misma para todas las personas, sino que además es diferente según el sexo de la persona pues las mujeres se enfrentan a situaciones específicas de mayor violencia y vulnerabilidad (violencia sexual, prostitución, acoso, violencia machista, delitos de odio…) muy diferentes a las que se enfrentan los hombres, así como las razones que llevan al sinhogarismo a menudo no son las mismas en hombres que en mujeres, sino que suelen estar ligadas a sucesos vitales y problemáticas muy diferentes, por eso estos matices es algo tan importante a tener en cuenta, pero que rara vez se contempla a la hora de abordar la problemática.

En el caso de las mujeres el sinhogarismo está ligado frecuentemente a la violencia de género. Según los datos existentes de estudios realizados por la Universidad de Barcelona del año 2019, el 70% de las mujeres que viven en la calle han sufrido violencia de género. Dato que se corresponde con el recogido por la Asociación Aires en ese mismo año que señala que el 60% de las mujeres sin hogar afirman que han llegado a esa situación como causa directa de haber sido víctima de violencia de género.  Datos del INE, muestran que el 24,2% de las mujeres en situación de sinhogarismo han sido víctimas de agresiones sexuales y el 28 % han sido abusadas sexualmente en la infancia y en la adolescencia. A esto hay que sumarle los delitos de odio por aporofobia a la que se enfrentan las personas sin techo que en el caso de las mujeres es aún peor; según datos delObservatorio HATEnto, el 60% de ellas aparte de a la violencia machista han sufrido delitos de odio. Además, hay que destacar que el 32% de las mujeres sin hogar han intentado suicidarse. Otros estudios realizados en países de la UE, corroboran que el porcentaje de mujeres viviendo en la calle que han sido víctimas de violencia de género es alto en todos los países, por lo que hablamos de un mal endémico, global y generalizado.

Para las mujeres que se ven abocadas al sinhogarismo la espiral de violencia no cesa porque se vayan lejos de su agresor con quien estaban conviviendo, sino que una vez en la calle, la violencia se vuelve peor y más extrema, sobre todo la violencia sexual. Datos de 2012, de la encuesta de personas sin hogar del INE, ya nos indicaban que un 24% de las mujeres sin techo habían sido víctimas de agresiones sexuales, muchas veces dichas agresiones perpetradas por sus “compañeros de calle”.

Aunque no siempre hay una situación de violencia de género previa que lleva a la mujer a vivir en la calle, a veces un divorcio conflictivo donde la mujer no ha trabajado fuera del hogar y ser dependiente económicamente de su pareja (violencia económica) hacen que acabe en situación de sinhogarismo. Otras causas recurrentes suelen ser el de tener un problema de salud (muy a menudo de salud mental); pérdida de la casa como consecuencia de empleos precarios y temporales que suelen estar desempeñados por las mujeres; también como consecuencia de un proyecto migratorio truncado a la que se le añade estar en situación irregular. Otro caso muy frecuente es el de las mujeres que trabajan de internas en domicilios particulares en los que realizan las tareas domésticas y de cuidados de personas mayores y/o menores. En estos casos el lugar de trabajo y la vivienda se convierten en el mismo espacio pero que en cambio cuando enferman muchas de ellas son abandonadas en los hospitales (este es un caso que se ha dado mucho durante la pandemia) y de ahí pasan a estar en una situación de calle ya que no vuelven a trabajar en ese domicilio (a ello hay que sumarle que la inmensa mayoría son mujeres inmigrantes, sin contrato, ni seguridad social, ni nada y muchas de ellas en situación irregular).

Por todo esto es tan importante abordar la exclusión habitacional desde diferentes perspectivas. Porque el sinhogarismo femenino, en concreto, se produce por causas totalmente diferentes y con problemas añadidos en relación al sinhogarismo masculino. Por ende, se hace de vital importancia la necesidad de crear espacios específicos para las mujeres dentro de la red de recursos que atiende a las personas sin hogar.

¿Por qué se ven más hombres en la calle que mujeres?

Ciertamente, el sinhogarismo es un problema que afecta mayoritariamente a los varones, aunque cada vez son más las mujeres que se ven en esta situación. Pero para explicar el por qué a ellas no se las ve apenas viviendo en las calles no es tanto porque el problema afecte en menor medida a las mujeres como que porque mientras que los hombres se instalan en la vía pública o en recursos de acogida o albergues, las mujeres suelen recurrir a otras soluciones.

Anteriormente he mencionado los cuatro tipos de sinhogarismo que existen, porque reducirlo al hecho de vivir en la calle es no ver la totalidad del problema y su verdadera dimensión, ya que no siempre ser una “persona sin techo” es sinónimo de vivir en la calle, y es ahí en ese matiz donde encontramos a las mujeres que hay que visibilizar. De hecho, los estudios empíricos que se han realizado sobre el tema y sobre el terreno con mujeres en situación de exclusión residencial dejan en evidencia que el sinhogarismo femenino generalmente se produce de puertas para dentro, es decir, hay que buscar en las infraviviendas, en el chabolismo, en la ocupación, en casas de familiares y amistades, entre otras situaciones, que hacen que las mujeres no puedan realizar su proyecto de vida plenamente y poder así salir de la pobreza extrema que afecta en proporciones dramáticas a las mujeres por factores que ya se han explicado hasta la saciedad desde los estudios sociológicos de género en los que se explican que las causas de feminización de la pobreza viene dado porque las mujeres ocupan la mayor parte de puestos de trabajo temporales, empleos precarios, pensiones paupérrimas, entre otras realidades a las que se enfrentan las mujeres a diario.

Estas investigaciones sobre el sinhogarismo femenino indican que son diversas las razones por las que el porcentaje de mujeres durmiendo y viviendo en la calle es mucho menor. Las mujeres que se ven sin hogar siguen trayectorias radicalmente diferentes a las de los hombres. Ellas echan mano de toda la ayuda y apoyo de su red social con tal de no verse viviendo a la intemperie. Solo acaban viviendo en la calle cuando todos los recursos a su alcance de apoyo familiar, social y de Servicios Sociales han fallado. Esto es algo que no se da con los varones, por eso a ellos sí que se les ve con mayor frecuencia en bancos, parques, cajeros, en albergues, etc. Además hay que señalar que la inmensa mayoría de mujeres en situación de sinhogarismo tienen hijos e hijas pequeños y es el miedo a perderlos lo que las empuja a buscar ayuda de personas cercanas antes de arriesgarse a pedir ayuda institucional que las haga correr el riesgo de perder los derechos sobre sus criaturas, (esta es la razón por la que tampoco se las suele ver en albergues o casas de acogida para personas sin techo), prefieren recurrir a la ayuda de su red social o recurrir a otras salidas como la ocupación, el chabolismo, u otros espacios. Solo y únicamente cuando se ven en la pura calle es cuando recurren a estos recursos de ayuda social, lo que hace que muchas pierdan a sus hijos e hijas y acaben viviendo solas en la calle.

Por último, otro de los motivos por los que las mujeres sufren el sinhogarismo de manera “privada” es porque los recursos y servicios destinados a las personas sin techo están frecuentemente diseñados para la población masculina (o unisex), sin espacios propios para mujeres; recordemos que muchas vienen de situaciones de violencia y abusos y necesitan sentirse seguras donde se preserve su intimidad, algo que no se da en la mayoría de estos recursos de acogida temporal, albergues, etc. De ahí que sea tan necesaria la incorporación de la perspectiva de género en este ámbito.  

La importancia de la perspectiva de género a la hora de abordar el sinhogarismo

Todos estos datos nos muestran que para abordar la problemática del sinhogarismo, en el caso de las mujeres, es necesario y de vital importancia adaptar los recursos a las necesidades específicas de las mujeres e incorporar la perspectiva de género en todos los planes, proyectos, recursos, medidas, acciones y estrategias dirigidas a la ayuda de las personas que viven en la calle.

El Recuento de Personas sin Hogar en la Ciudad de Madrid de 2016, reveló que solo el 11,5% de las personas sin hogar en Madrid eran mujeres. Dato que chirria cuanto menos porque lo cierto es que la pobreza tiene rostro de mujer en elevado porcentaje por lo que resulta extraño que el dato sea ese (según datos de Naciones Unidas de 2020, el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres, y según datos del INE de marzo de 2021, en España había un total de 4.255.564 mujeres de entre 16 y 64 años en riesgo de pobreza y/o exclusión social, siendo el desempleo una de las principales causas. Frente a los 3.100.000 hombres). De hecho, según datos del 2014, recabados en Madrid, el 53,6% de las personas en riesgo exclusión social y situación de pobreza eran mujeres, frente a un 46,4% de hombres; y entre los jóvenes de 18 a 29 años sin hogar, las mujeres suponían el 18% en 2005 (antes de la crisis), porcentaje que creció hasta el 25% en 2012 (en plena crisis). Por lo que, si seguimos la serie histórica, resulta realmente increíble que en 2016 el porcentaje fuera el 11,5%, de facto, el dato que da Cáritas actualmente es el del 20% (citado en el apartado anterior).

Pero más allá de datos, esto tiene una explicación y es que el sinhogarismo además de tener múltiples caras y realidades, como he mencionado antes, las mujeres lo viven de manera radicalmente diferente a los hombres, y son las realidades vitales de las mujeres lo que no aparecen en las estadísticas puesto que cuando se hacen los estudios de campo tan solo se contabilizan las personas que viven en la calle a la intemperie o que acuden a recursos de acogida temporales como los albergues, y es en esos espacios donde no se encuentran las mujeres sin techo pues ellas hacen otros recorridos, como también ya expliqué anteriormente. Así que no es solo que se invisibiliza sistemáticamente a las mujeres, sino que tampoco se tienen en cuenta otras formas de sinhogarismo existentes que afectan a las mujeres, pero también a los hombres, lo que hace que no se tenga ni de lejos una perspectiva real de la situación pues demasiadas personas quedan fueran de esos estudios de campo tan estrechos de miras.

Como he mencionado en el apartado anterior, para abordar la totalidad de la realidad del sinhogarismo y su problemática hay que hacerlo desde la perspectiva de género que nos permite ver, entender, y poder dar respuestas adecuadas a las personas, pues hombres y mujeres transitan por trayectorias vitales y realidades muy distintas y lo que es adecuado para los hombres no lo es para las mujeres, y viceversa. De este modo puede evitarse que muchas personas acaben finalmente viviendo en la calle, pues la perspectiva de género permite entender las casuísticas tan dispares entre unos y otras, nos permiten ver todas las variables y versiones que hay dentro del fenómeno del sinhogarismo, diseñar recursos y medidas óptimas para que las mujeres puedan acudir a ellos y hacerse así visibles. Además, no solo las mujeres, sino también el tener en cuenta que no todas las personas son atravesadas por las mismas realidades, a parte de la diferencia sexual, está la étnica, la orientación sexual, la discapacidad física o intelectual, problemas de consumo de sustancias, el país de origen, entre otras, que cuando se suman a la diferencia sexual hacen que hombres y mujeres vivan la situación de sinhogarismo doble, o triplemente más brutal.

Esto no es algo que digamos las feministas, es que los mismos equipos de investigación más recientes, se han dado cuenta que a la hora de trabajar e investigar sobre el sinhogarismo, si se quiere hacer de forma correcta, la perspectiva de género es fundamental, porque sin investigaciones y estudios bien diseñados que contemplen todas estas realidades sistemáticamente obviadas e invisibilizadas, no pueden diseñarse posteriormente medidas, ni recursos eficaces para afrontar el sinhogarismo. Por eso para aplicar la perspectiva de género en este ámbito los estudios y posteriores acciones deben estar centrados primero en la trayectoria vital de mujeres y hombres, en la etapa de su vida en la que se encuentren, incluir no solo datos cuantitativos sino también incluir datos cualitativos que tengan en cuenta las voces de las personas, solo así, teniendo en cuenta todas estas aristas podrán ser diseñadas políticas públicas realmente eficaces para hombres y para mujeres que sufren esta situación tan terrible de tener que vivir en la calle.

Por otro lado, si realmente queremos saber la dimensión del problema no podemos quedarnos solo en los estudios que solamente contabilizan a las personas en situación de calle y/o albergues (donde sobre todo son hombres) como sucede actualmente, sino que hay que ampliar el abanico para que no se queden fuera personas que sufren otro tipo de sinhogarismo (donde se encuentran las mujeres). Esta es la explicación por la que desde siempre el fenómeno del sinhogarismo se haya visto desde un prisma androcéntrico en el que la realidad de las mujeres ha quedado invisibilizada prácticamente, algo que no solo ocurre en este caso que nos ocupa, sino que ha sucedido y sucede en otros ámbitos como el sanitario, el judicial, el educativo, el laboral… Donde el varón es la medida de todas las cosas. 

Otros factores específicos que nos atraviesan a las mujeres, que explican el porqué de la exclusión social femenina, y que quedan fuera a la hora de abordar el sinhogarismo femenino son: la brecha salarial, el reducido mercado laboral del que disponemos y que se reduce aún más cuando decidimos ser madres; la falta de políticas reales de corresponsabilidad y conciliación de la vida familiar y laboral que nos aboca a empleos temporales, y precarios (el 32% de las mujeres trabaja a tiempo parcial frente al 8% de los hombres) con reducción de jornadas para poder atender a la casa y a la familia; pensiones de 400 euros o menos porque a pesar de haber estado trabajando toda la vida nuestras cotizaciones han sido escasas o nulas por esas razones anteriormente mencionadas; las violencias que sufrimos solo por ser mujeres como la machista y la sexual, etc. Todo ello hace que sigamos siendo dependientes en mayor o menor medida de nuestras parejas o familiares y que son todos ellos factores de riesgo que podrían acabar por llevar a vernos en la calle a cualquiera de nosotras. De hecho, si se cuantificara el número de mujeres que habitan espacios inseguros (ocupación, bajo amenaza de desahucio, acogidas por familiares/amistades, alquileres precarios, chabolas etc.) el número sería mucho más elevado al de los hombres.

Hay que tener en cuenta también dentro del sinhogarismo femenino que la inmensa mayoría de mujeres en esta situación, antes de verse en la calle han pasado por situaciones en las que para poder sobrevivir y evitar a toda costa la calle se han visto abocadas a mantener relaciones con parejas que las maltrataban, a la prostitución, a intercambiar techo y comida por cuidados, limpieza y compañía, o trabajar gratis a cambio de poder vivir en un habitáculo dentro del lugar de trabajo. Todas estas situaciones previas a la vida en la calle son las que hacen que el sinhogarismo femenino sea origen y factor de riesgo de enfermedades físicas y mentales; situaciones de infravivienda que sumados a los abusos y violencias que afrontan las mujeres antes de verse completamente en la calle, hacen que para cuando llegan a la calle sus condiciones físicas, y psíquicas sean más graves que en los hombres.

Las mujeres prefieren pasar por todas estas calamidades antes de recurrir a la vida en la calle porque la violencia contra las mujeres es mucho más brutal aun si cabe en el ámbito callejero y en recursos de acogida temporales que se comparten con los varones donde se dan múltiples factores de riesgo que las hacen vivir situaciones de violación a su intimidad, falta de seguridad, sensación de miedo, indefensión, situaciones degradantes y vejatorias. No es solo el hecho de ser mujer en un ámbito tan hostil, violento, extremo y machista, sino que además puede que sea una mujer pobre, posiblemente inmigrante y/o que quizás tenga algún tipo de discapacidad que la hace aún más vulnerable.

Investigando para este artículo en una de las fuentes consultadas, en la web https://asociacionrealidades.org, he dado con una frase de una campaña para cerrar el artículo que describe perfectamente la realidad de las mujeres en situación de sinhogarismo, “No eres una persona en la calle, eres una mujer en la calle”.

He de decir que esta es una realidad en la que no había profundizado hasta ahora y he descubierto demasiadas cosas que no me gustan, que son injustas y que como sociedad debemos visibilizar. Decía Virginia Woolf que “las mujeres deben tener dinero y una habitación propia” y escribiendo este artículo esa frase ha cobrado más sentido para mí que nunca.

Originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/8-de-marzo-dia-de-la-mujer-las-invisibles-sinhogarismo-femenino/

Por: Laura Isabel Gomez Garcia, «La Gata Negra».