“El baile de las locas”: violencia sexual y de género en mujeres con enfermedad mental

No muchas personas saben que las mujeres víctimas de violencia sexual, de género, y en general de violencia de todo tipo, a menudo desarrollan enfermedad mental derivada de estas situaciones violentas, así como la especial vulnerabilidad adquirida derivada de estos episodios violentos que las ponen en situaciones que las convierten en las “víctimas perfectas” para abusadores y agresores, tanto en la esfera pública como privada. A nada que investigues y hables con estas pacientes te das cuenta que la inmensa mayoría de ellas han sufrido o sufren violencia sexual, física y psicológica de manera sistemática, continua y generalizada. Pero aun peor es comprobar como esto ni se estudia cómo debería para poner en datos cuánticos y porcentajes esta realidad, ni se hacen estadísticas, ni se aborda adecuadamente desde la sanidad pública.

¿Cómo no se puede investigar esto? Desde las asociaciones de mujeres víctimas de violencia machista sabemos que muchas de las mujeres pacientes de psiquiatría padecen una enfermedad/trastorno mental como consecuencia de la violencia sufrida, mientras que muchas otras sufren violencia por tener una enfermedad/trastorno mental que las convierte en objetivo fácil para los victimarios. Es una vergüenza que esto se pase por alto con demasiada frecuencia, que no se tenga en cuenta y que se dé la espalda tanto desde las instituciones públicas como por parte los profesionales de la salud mental cuando una mujer con problemas de salud mental intenta denunciar porque se presupone que tiene “delirios”.

No he hallado muchos estudios con datos empíricos con los que fundamentar el presente artículo pero por eso mismo se hace necesario que se hagan porque el hecho de que no existan datos puestos en negro sobre blanco no quiere decir que no exista esta realidad, que yo personalmente he constatado en primera persona tanto a través de mi trayectoria profesional como mi vida personal, pues yo misma soy paciente de psiquiatría desde los 19 años y en mi biografía no hay pocos episodios violentos que a la hora de compartir con otras pacientes que he conocido he comprobado que aquello que pensaba que me pasaba o que me pasó a mí no era a la única a la que le había sucedido. Esto es porque las mujeres con enfermedad mental están solas, dejadas a su suerte, pues no se las protege adecuadamente ni se las presta la atención suficiente y necesaria. Y es aquí en este punto cuando opera el estigma de “la loca. Una persona bajo tratamiento psiquiátrico rara vez se la cree, pero cuando esa persona es del sexo femenino aún se la cree menos. Triste pero cierto.

Que las mujeres tenemos peor salud mental que los varones está ampliamente demostrado por numerosos estudios sociológicos y sanitarios que han descrito a la perfección que la vulnerabilidad de las mujeres a la enfermedad mental no es tanto por las características biomédicas propias del sexo femenino (hormonas, procesos biológicos, etc.) como por la influencia de los roles de género impuestos por el sistema patriarcal que influyen negativamente en hombres y mujeres en general y muy especialmente en las mujeres en particular (trabajo, casa, hijos/as, personas dependientes, presiones estéticas, la imposición de “la wonder woman” eternamente joven, guapa, delgada, estupenda y siempre feliz sacrificándose por amor a los suyos y por el trabajo). Todo esto está ampliamente recogido en uno de los mejores informes que he encontrado, “Informe SESPAS 2020: El género como determinante de la salud mental y su medicalización”, pero que por espacio en esta columna no voy a desgranar ya que, me extendería hasta el infinito y porque, aunque voy a hablar de salud mental, me voy a centrar en cómo las violencias machistas repercuten en las mujeres con enfermedad mental y cómo padecerlas nos hacen doblemente vulnerables a las mujeres que no las padecen. Pero para quien quiera ilustrarse, dejo el link para consultarlo: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0213911120301813

No, no estamos locas. Estudios y datos:

En materia de tratar las violencias (machistas y de todo tipo) cuando se ejerce contra mujeres con problemas de salud mental, está prácticamente todo por hacer. Como he mencionado anteriormente no he encontrado demasiados datos, pero, aunque pocos, los que he encontrado son muy reveladores. Uno de ellos es el estudio de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, en colaboración con una de las organizaciones pioneras en hacer estudios sobre la situación de las mujeres con enfermedad mental, la Federación de Euskadi de Asociaciones de Familiares y Personas Con Enfermedad Mental (FEDEAFES). Este es uno de los primeros estudios de salud mental y mujer. Fue realizado entre 2015-2016, en el que intervinieron 33 profesionales del Servicio de Salud de País vasco y cuyos resultados se dieron a conocer en junio de 2017.

Del estudio se desprende algo que es fácil de intuir y es que son los factores sociales y estructurales, (el estigma social que es ya de por sí padecer una enfermedad/trastorno mental y que aísla, sumado a la falta de credibilidad, la falta de empleo, recursos económicos, los pocos apoyos sociales y unos servicios públicos escasos e inadecuados al perfil de estas pacientes), son los que ponen a las mujeres con enfermedad mental en situación de especial vulnerabilidad. Por no mencionar que los mecanismos de detección, prevención y atención a víctimas de violencia machista en mujeres con enfermedad mental son totalmente inoperantes e inadecuados.

Las autoras de la investigación en la presentación en 2017 afirmaron que los datos obtenidos son alarmantes y que solo representan “la punta del iceberg” (como de costumbre cuando hablamos de mujer y violencia), por esto es tan importante instar a las instituciones, organismos y asociaciones de pacientes que hagan estudios precisos y completos sobre esta problemática para poder abarcar la totalidad de la situación y dar respuesta a través de tratamientos adecuados, prevención, recursos específicos y suficientes. 

La violencia que sufren las mujeres con enfermedad mental no son diferentes a las que sufren aquellas que no la padecen, (psicológica, física, sexual, económica…), pero sí la sufren en mayor grado, además hay que añadir aquella que se ejerce sobre ellas cuando encima están internas en alguna institución mental donde la vulnerabilidad ante la violencia institucional es grave. Es en este ámbito donde también deberían realizarse estudios pues el hermetismo es total y sabemos por testimonios de las propias pacientes que la violencia entre los muros de las instituciones mentales, especialmente en el caso de las mujeres, no es poco frecuente.

Según este estudio una mujer con problemas de salud mental tiene entre 2- 4 veces mayor riesgo de sufrir violencia machista que el resto de mujeres en general. De hecho, el 80% de mujeres con problemas de salud mental ha sufrido algún tipo de violencia estando en pareja, más de la mitad de ellas violencia física, y un 40% ha sido víctima de violencia sexual durante su vida, siendo la infancia la etapa evolutiva donde la mayor parte de los episodios de violencia sexual se han producido lo que en el 25% les ha generado trastorno mental grave en la edad adulta.

Pero lo realmente trágico es que el 42% de las víctimas no sabe identificar toda esta violencia como tal, y el resto de ellas que sí la identifican cuando se atreven a denunciar no son creídas a consecuencia de su trastorno/enfermedad mental, ni por otro lado los profesionales de la salud mental no han sabido detectar el maltrato en el 50% de los casos tratados.

La violencia machista tiene un efecto multiplicador en las mujeres pues no solo afecta a su salud mental una vez que tienen la enfermedad/trastorno, sino que se convierte en un factor de riesgo de sufrir más violencia y vulneración de sus derechos. Hablamos de vulneración de derechos y discriminación de todo tipo, incluso a la hora de ejercer la maternidad, algo que atenta nos solo contra los derechos humanos de las mujeres sino también infringe la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Además, la enfermedad mental de la madre en los casos de violencia de género donde hay menores, es utilizada por los maltratadores para incapacitarla y quedarse con los hijos e hijas. Y si hablamos de discriminación, algo que he conocido y no sabía que se producía es que en muchas casas de acogida para mujeres maltratadas no aceptan a mujeres con enfermedad/trastorno mental, algo terrible pues desde las instituciones y organizaciones se debe reclamar que existan recursos de atención y apoyo específicos para ellas igual que cuentan con ellos el resto de mujeres. Pues como profesional no entiendo que no se acepte a mujeres con problemas de salud mental en estos recursos ya que me pregunto ¿qué mujer víctima de violencia machista no tiene problemas de salud mental? Es imposible esa casuística. Todas las mujeres contra las que se ha ejercido violencia necesitan apoyo psicológico por las secuelas que les deja dicha violencia. 

Si el estudio anterior hablaba de mujeres con enfermedad mental víctimas de violencia machista por su especial vulnerabilidad, el siguiente es muy interesante porque aborda como el haber sufrido violencia y abusos en la infancia puede generar la enfermedad mental.

Muchas veces cuando una mujer llega a la terapia a la hora de diagnosticarla y tratarla no se aborda correctamente pues se obvia que detrás de esa enfermedad/trastorno puede haber episodios de violencia física y/o sexual que se han producido a lo largo de su vida. Es por esto que es de vital importancia detectar si el origen del problema mental tiene su raíz en este tipo de vivencias traumáticas de carácter sexual, sobre todo. Pues pareciera que cuando una mujer desarrolla una enfermedad/trastorno mental (en caso de hombres también pero aquí me estoy centrando en las mujeres pues los datos y la experiencia dicen que son las mujeres quienes la sufren más), lo hace porque sí o por “ciencia infusa”. Y no. Detrás de problemas de salud mental, en el caso de las mujeres, en muchos de los casos hay enmascarado un trauma de carácter físico y/o sexual. 

Al respecto el estudio de la Fundación Orienta, “Abuso sexual en la infancia: consecuencias psicopatológicas a largo plazo”, del año 2011 (el estudio se inició en 2009 y concluyó en 2011). En dicho estudio participaron 23 personas (casi la totalidad de ellas mujeres, el 95%, de ellas, de las que el 61% estaban casadas) de entre 18 y 59 años, pacientes del psicólogo y el psiquiatra del servicio de salud mental de Parla que habían comunicado en terapia haber sido víctimas de abusos y que aceptaron participar en dicho estudio.

Los resultados son trágicos: el 39% padecía trastornos neuróticos, el 26% trastornos de la personalidad, el 13% trastornos psicóticos, otro 13% trastornos adaptativos y casi un 9% otros trastornos. En el 39% de los casos el abuso sufrido en la infancia fue el motivo de la consulta en salud mental (de ellos el 65% se había producido entre los 5 y los 10 años). De la totalidad de pacientes que participaron en el estudio, un 71,4% no recibían protección legal ni tampoco tratamiento psicoterapéutico previo a la llegada a consulta pues se observó, algo muy común en todos los casos de violencia sexual, y es el mantener los abusos en secreto (diversos estudios afirman que solo el 15% de los casos se denuncia). Esto suele producirse por el insoportable sentimiento de culpa y vergüenza que sienten las víctimas, de hecho, según el presente estudio, el 100% de quienes habían denunciado sintieron culpabilidad y paradójicamente, también el 62,5% que no había denunciado sentía culpabilidad igualmente. Pues siempre el compartir el secreto y sacarlo a la luz genera miedo (a no ser creída, a cómo reaccionará el entorno, etc.) y aunque increíble, también un sentimiento de traición hacia el abusador cuando se trata de casos de abusos sexuales en la infancia, o de casos en los que se ha sido agredida por alguien del círculo social de confianza de la víctima (compañero de trabajo, amigo, pareja, etc.). Todo esto es importante saberlo y tenerlo en cuenta para comprender los sentimientos y emociones de la paciente que tenemos delante.

Entre los problemas mentales descritos en el citado estudio encontramos: el desarrollo de cuadros clínicos graves y psicopatologías como ansiedad, trastorno de la personalidad (sobre todo TLP), pensamientos psicóticos (delirios, manías, paranoia…); tendencia a comportamientos coléricos, rigidez mental, alta irritabilidad, explosiones de rabia (que en realidad enmascaran una rabia contenida hacia el agresor/es y que dirigen hacia personas del alrededor o contra sí mismas); trastornos depresivos, tendencias suicidas, conductas auto lesivas, adicciones a sustancias, trastorno de estrés postraumático, trastorno disociativo, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia/bulimia), conductas de riesgo;  alteraciones a nivel emocional (culpa, vergüenza, inestabilidad)  y comportamental en las relaciones sociales y/o afectivas (problemas para tener relaciones sexuales con normalidad, problemas para ejercer la maternidad, aislamiento social, imposibilidad de mantener vínculos emocionales sanos, etc.); revictimización por repetición del trauma en la edad adulta (los datos del estudio muestran que las víctimas de violencia sexual en edades tempranas/infancia tienen entre 3-5 veces más probabilidades de sufrir una nueva agresión en la edad adulta que quienes no).

Es decir, el abanico de enfermedades y trastornos mentales derivados por abusos en edades tempranas es muy, muy amplio y todo ese bagaje traumático y violento tiene consecuencias nefastas para las mujeres cuando llegan a la edad adulta pues su vulnerabilidad es total. Por eso cuando llegan a consulta es tan importante tener en cuenta que es posible que estemos ante una víctima de violencia sexual/física en la infancia, juventud o en el presente, que acude a consulta aparentemente por un problema de salud mental del cual no se tiene clara la raíz y que si trata adecuadamente es posible que afloren traumas de carácter sexual y/o violentos que han desencadenado dicho problema de salud mental. Es por ello que la consulta debe convertirse en un espacio seguro y de apoyo en el que la paciente pueda sacar de sí tanto dolor, pues esto es básico para poder sanar.

A la hora de tratar este tipo de casos, hay que tener en cuenta que a lo largo de la psicoterapia con pacientes de esta naturaleza se describen tres etapas que el terapeuta debe conocer. Son tres períodos evolutivos críticos en los que el riesgo de aparición de algún problema de salud mental puede aparecer y son: en el momento de formar una pareja, el nacimiento de hijos/as y en el momento en el que hijos/as se hacen independientes y autónomos personalmente. Por todo esto, en aras de que la psicoterapia tenga éxito es importante hacer una exploración y estudio a conciencia de la paciente para asegurarnos en qué momento vital se encuentra y cuál ha sido el origen de la enfermedad mental, solo así podremos dirimir si estamos ante una mujer con enfermedad mental generada por abusos sufridos a lo largo de su vida o si por el contrario nada tiene que ver, pues obviamente en los dos casos el tratamiento es diferente. 

Es importante que los y las profesionales de la salud mental den la importancia que tiene el testimonio de las pacientes y no dar por sentado que están delirando pues los datos cuantitativos confirman que la gran mayoría de las denuncias realizadas por ellas son reales. Esto hace necesario que los equipos de salud mental estén debidamente formados en este tipo de casos y sensibilizados con el fin no solo de detectar los casos sino que sepan ver las conexiones que existen entre la violencia y el trastorno mental para poder dar un tratamiento adecuado y que realmente sea eficaz para mejorar la salud mental de las mujeres, pues como ya se ha visto en muchos de los casos el origen de la patología mental está en la violencia ejercida sobre la paciente y que además la ponen en situación de especial vulnerabilidad para seguir en riesgo de sufrir más violencia. Establecer un buen clima de confianza y de seguridad es la mejor forma de que las mujeres sean capaces de sincerarse; sentir que son creídas y que se las apoya pues de lo contrario será imposible que el efecto terapéutico que tiene contar las experiencias traumáticas tienen sobre la salud mental sea tal.

Otras propuestas, que se ha recomendado desde los citados estudios en el presente artículo son la necesidad de que exista una buena coordinación entre centros sanitarios, unidades de salud mental y las asociaciones de pacientes/familiares con el fin de que puedan trabajar y colaborar conjuntamente, siendo así una red social y sanitaria que proteja a la paciente a lo largo del tratamiento. Así mismo, en esta misma dirección es importante que existan psiquiatras y psicólogos/as especializados en este tipo de casos que puedan ser profesionales de referencia a los que acudir. Por último y muy importante es que es que en el historial clínico se recojan los episodios de violencia que la paciente ha verbalizado haber sufrido.

La plataforma Red Estatal de Mujeres SALUD MENTAL ESPAÑA, fue creada en 2018, está formada por 25 mujeres de toda España con enfermedad mental que viven en sus propias carnes las dificultades y problemas con los que se encuentran diariamente. La plataforma es un altavoz con el que poder dar a conocer su situación y trasladar a la sociedad sus reivindicaciones. Una de sus acciones con mayor transcendencia y difusión es la campaña #NosotrasSíContamos creada para poner sobre la mesa la invisibilidad que sufren las mujeres con enfermedad mental; la vulneración de derechos humanos y civiles, la discriminación, y abusos físicos y sexuales que sufren.

En resumen:

– Las mujeres con problemas de salud mental grave en 3 de cada 4 casos han sido víctimas de violencia doméstica y de género en algún momento

– El 80% de las mujeres con enfermedad mental que tienen pareja han sufrido violencia de género

– El 52% de las mujeres con problemas de salud mental grave se las ha victimizado en el ámbito familiar

– El riesgo de ser víctima de violencia de género se multiplica por 2-4 veces en mujeres con enfermedad/trastorno mental grave 

– La violencia psicológica, dentro del ámbito de la pareja, es la violencia más frecuente ejercida contra estas mujeres, además de la violencia física (en el 50% de los casos) y sexual (en el 40%)

– Más del 40% de las mujeres con enfermedad mental grave que sufren violencia de género en el presente no saben identificarla

– El 50% de los/las profesionales de las unidades de salud mental no sabían que sus pacientes habían sido maltratadas

Todos estos datos tan tremendos dejan en evidencia la vulnerabilidad extrema que poseen las mujeres con enfermedad/trastorno mental ante la violencia machista, sexual, doméstica e institucional. Vulnerabilidad que en gran medida tiene detrás el estigma social de la enfermedad mental, al que se le añade la falta de credibilidad que se les da, la falta de independencia económica que tienen pues encuentran muchas dificultades a la hora de tener un empleo algo que por otro lado merma su autonomía personal.

Faltan recursos adaptados y especializados, faltan profesionales formados y cualificados en estos casos, falta perspectiva de género en la salud mental a la hora de asistir a las pacientes en consulta y a la hora de trabajar con ellas en los recursos que por regla general no están especializados de modo que garanticen que las intervenciones se realizan de forma adecuada y respetando siempre los derechos de las mujeres.

Necesitamos políticas públicas en materia de salud mental en este sentido, campañas de sensibilización, de visibilidad, de denuncia de la discriminación y la vulnerabilidad a la que se enfrentan diariamente las mujeres con enfermedad mental. 

Para acabar, me quedo con las palabras de la presidenta de FEAFES ANDALUCÍA SALUD MENTAL, Concha Cuevas: “Nuestro colectivo sufre el estigma y la discriminación de la forma más cruel que se puede imaginar, pero cuando se trata de una mujer además las mantiene ocultas e indefensas ante los ataques hacia sus derechos fundamentales. La discriminación no está solo en la sociedad, también se encuentra en el sistema público, vemos cómo las opiniones de las mujeres con problemas de salud mental no se tienen en cuenta, vemos cómo no tienen credibilidad sus versiones de los acontecimientos 

Publicado originalmente en NuevaRevolución.es 25/05/22

Por Laura Isabel Gomez Garcia (La Gata Negra)

Ni locas ni histéricas: la salud integral de las mujeres.

En 2004, dentro del marco de la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,  como respuesta a las recomendaciones de la Unión Europea, y tal y como como insta la comunidad internacional sobre la inclusión de la perspectiva de género dentro de las políticas de salud pública, se creó el Observatorio de Salud de las Mujeres de la Dirección General de Salud Pública, cuyo fin era trabajar en la elaboración de líneas de actuación para acabar con las desigualdades y desequilibrios dentro del ámbito sanitario y de la salud integral que se producen por razón de sexo.

Este observatorio tenía una metodología de trabajo participativa con la colaboración de todos los agentes implicados dentro de la sanidad, con el fin de crear mecanismos y difundir amplios conocimientos de modo que permitieran analizar las diferencias en la salud integral existentes entre mujeres y hombres, promoviendo así el estudio de las peculiaridades diferenciales entre las biologías de ambos sexos.

Este observatorio desapareció en 2014 por decisión del Gobierno conservador como consecuencia de los recortes y ajustes derivados de la crisis económica de 2008.

Más recientemente, en 2019, el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad volvió a crearlo para el mismo fin para el que fue creado en la fecha de su primera creación y actualmente lleva en pleno funcionamiento desde el 24 de abril de 2019.

Este re-creado organismo está adscrito al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Según el BOE describía, este observatorio “es un organismo que permitirá el análisis de las políticas de salud y proponer acciones para reducir las desigualdades en este ámbito, a través del conocimiento y comprensión de la salud de las mujeres y de los hombres, de sus problemas y de sus necesidades, para la mejora del funcionamiento del sistema sanitario, de la salud y calidad de vida de los ciudadanos”.

El observatorio de la salud de las mujeres además da soporte al Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud para desarrollar indicadores, metodología y procedimientos para el análisis por sexos de las políticas sanitarias del SNS; y colaborar con la Comisión contra la violencia de género del CISNS dado que esta violencia tiene un efecto devastador en la salud de las mujeres que la sufren y que demasiado a menudo no se tienen en consideración dentro del ámbito sanitario cuando éstas acuden a consulta, como por ejemplo sucede con muchas mujeres que acuden a consultas de atención primaria con sintomatología depresiva y cuya consecuencia está en una relación de malos tratos y no en una depresión endógena per sé.

El caso de Olatz Vázquez

La madrugada del 3 de septiembre falleció como consecuencia de un cáncer de estómago, la fotógrafa y periodista Olatz Vázquez a la edad de 27 años. Aunque como ella misma contó a lo largo de todo el proceso, no fue solo el cáncer lo que la mató. En sus propias palabras, la causa fue “el paternalismo machista”. Esto se entiende mejor cuando se lee toda la historia de Olatz, que lamentablemente es la historia de muchas mujeres entorno a su salud.

El periplo de Olatz comenzó un año antes de su diagnóstico definitivo, (cáncer gástrico), pues durante todos esos meses previos al tratamiento, fue diagnosticada con un sinfín de dolencias varias desde gastritis, a síndrome premenstrual, etc. ¿Por qué? Pues porque todos los facultativos que pasaron por ella le decían que “no entendía su propio cuerpo”, que no sabía discernir si lo que tenía era dolor menstrual o dolor gástrico. Pero a alguien “se le iluminó la bombilla” y por fin le hicieron la colonoscopia y la gastroscopia que debió hacerse la primera vez que Olatz pisó la consulta, pues ella misma sabía que ese dolor no era menstrual ni era un dolor “normal”, pero los profesionales que la trataron, como he dicho anteriormente decían que ella “no entendía su cuerpo y que no sabía diferenciar de donde le provenía el dolor”. Además, para peor suerte, a la ineptitud y estrechez de miras machistas que siempre hay entorno a la salud y dolencias de las mujeres, llegó la pandemia con los consecuentes daños colaterales para el resto de dolencias que hizo que todo se retrasara y que los tratamientos no llegaran a tiempo. Todo ello le costó la vida a Olatz.

Pero el caso de Olatz no es un caso aislado, como suele ser siempre habitual cuando las mujeres nos ponemos a hablar de los problemas que nos atañen. Pensamos que son cosas que solo le pasan a una y cuando te pones a hablar con otras mujeres resulta que esa experiencia es común sino a todas, sí a la gran mayoría.

Habrá quien niegue esto y quiera minimizar nuestras experiencias con el clásico “eso le pasa a mucha gente, no solo a las mujeres por ser mujeres”. Pues miren no, no porque haya quien quiera negarlo o minimizarlo va a ser que no es cierto, pues indicadores, estadísticas, estudios y entrevistas con cientos de miles de mujeres de todo mundo acreditan que esto es así y que no, no estamos locas cuando decimos que ser mujer y acudir a consulta es radicalmente diferente a ser hombre y acudir a consulta con la misma sintomatología inclusive. No son datos e información de las feministas radicales “feminazis”, sino que son datos de organismos tan poco sospechosos de ser feministas como la UE, la OMS, o la ONU que afirman según las conclusiones de los diversos estudios e investigaciones llevadas a cabo, que las mujeres si bien viven más lo hacen en peores condiciones porque normalmente son atendidas de manera sesgada y ante cualquier dolor o malestar, a priori siempre se las diagnostica con dolor menstrual, estrés, depresión… y se las envía a casa sin más, sin contemplar la posibilidad de que es muy probable que estemos ante un infarto, un cáncer u otra enfermedad, y que sea preciso realizar pruebas diagnósticas específicas como un TAC, una resonancia o una ecografía. Todo ello da como resultado que se haya detectado que las mujeres tengan el doble de posibilidades de ser diagnosticadas erróneamente que los varones por razón de sexo.

Por no hablar de medicamentos, vacunas, y tratamientos que rara vez son probados en mujeres porque no se tiene en cuenta que la biología y anatomía de mujeres y hombres son totalmente diferentes.

Nuestros cuerpos no son biológicamente iguales. Ambos tenemos características específicas propias de nuestro sexo, a nivel hormonal, reproductivo, biológico (menstruación, embarazo, lactancia…). Diferencias hormonales y biológicas que en consecuencia tienen una expresión y función génica en los cromosomas sexuales que varían respecto a la prevalencia y presentación de dolencias asociadas con regulación autonómica, hipertensión, diabetes, sistema vascular y la función cardiaca.

Así como diferencias psicosociales en el día a día que hace que mujeres y hombres tengan aun hoy roles diferentes (tipo de contratos laborales, trabajo doméstico, cuidado de la familia, desigualdades varias, etc.) lo que hace que los efectos sean también diferentes entre los dos sexos, de hecho alrededor del 60% de las mujeres tienen mayor riesgo de sufrir efectos secundarios adversos derivados de los medicamentos que los hombres, porque no se tiene en consideración que las mujeres menstruamos y que tenemos un sistema hormonal diferente; nunca “ser mujer” es un factor a tener en cuenta en estudios e investigaciones y una vez nos topamos con el androcentrismo que impera en todos los ámbitos, también en el sanitario, en el que los hombres son la medida universal para todo, solo que cuando se trata del ámbito sanitario cuesta vidas.

Lo hemos visto recientemente con las vacunas del Covid. Como se han producido muertes de mujeres embarazadas, incluso de bebés, así como alteraciones menstruales en las mujeres, por falta de tener en cuenta estas variables durante el proceso de investigación, testado de la vacuna, y por no diferenciar el estudio por sexos. Algo de vital importancia porque que tu sexo sea masculino o femenino hace que las reacciones a los medicamentos, vacunas y tratamientos no siempre sean iguales por lo que no contemplar esto es una irresponsabilidad que atenta contra la salud integral de las mujeres.


Recomiendo el libro de Carme Valls, “Mujeres invisibles para la medicina” en el que se abordan diferentes cuestiones de índole médica entorno a la salud de las mujeres y su atención médica como por ejemplo el por qué cuando un varón presenta dolor en el pecho se le realiza un electro y sin embargo a una mujer automáticamente se le da diazepam para “el estrés”; o de donde viene el cliché de que una mujer con ansiedad o con estrés es “una histérica”, así como la cuestión de la enorme presión social que sufren las mujeres por el físico, la belleza, la perfección y la eterna juventud junto a unos cánones imposibles, mientras que los varones de más de 40 son “maduros sexys”. Por todo ello, Carmen Valls aboga por una medicina que esté realmente adaptada a las necesidades específicas de la mujer porque aun a día de hoy en la medicina seguimos siendo invisibles y no se nos toma en serio. En este libro Carme Valls aborda esta problemática y arroja algo de luz al por qué esto es así y la raíz del problema que no es otra que la base teórica misógina de Freud que aún colea a día de hoy y por la cual las enfermedades “de mujeres” como las mentales, la endometriosis, la fibromialgia y algunos cánceres, están dentro de un saco histérico freudiano que las deja en muchos casos sin un tratamiento adecuado o un diagnóstico temprano, o como las enfermedades que se asocian a la menopausia, que no tienen una medicina aplicada y adaptada a la biología de la mujer y su situación dentro de la sociedad y los roles de género que en ella desempeñan que en muchos casos son factores de riesgo y detonantes que las predisponen a toda esta serie de enfermedades; junto con las derivadas por la tiranía del culto a la perfección física y eterna juventud como los trastornos de la conducta alimentaria en la que los pacientes son en su mayoría mujeres.

“Se nos rompió el corazón de no tratarlo…”

Vamos ahora a hacer un experimento, si digo “Murió de un infarto”, seguramente la persona que os venga a la mente sea un hombre de mediana/tercera edad porque por regla general asociamos de forma automática un infarto a los hombres y esto es un grave error, porque aunque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en ambos sexos, pero son las mujeres quienes fallecen más por esta causa. Ello es debido a que el infarto frecuentemente pasa desapercibido en el caso de las mujeres porque la sintomatología que presentan no son los clásicos que se dan en los hombres (dolor en el pecho, sudor frío, dolor en el brazo izquierdo…) y esto es así porque los síntomas típicos de un cuadro de fallo cardiaco y las indicaciones para tratarlo están basados en estudios realizados en su mayoría con varones. No ha sido hasta hace relativamente poco que se ha observado que la sintomatología es totalmente diferente en mujeres y hombres.

Esto podríamos denominarlo “sexismo en la investigación y praxis médica” una especie de techo de cristal que perdura de forma latente en pleno S.XXI y que ello hace que demasiado a menudo los infartos en las mujeres no se detecten o se haga de manera tardía, y que tratamientos e intervenciones quirúrgicas no sean los adecuados y como consecuencia de ello siguen siendo las mujeres las que sufren graves consecuencias, pues aunque se ha reducido muchísimo la mortalidad por fallo cardiaco en ambos sexos, las mujeres son las que estadísticamente mueren en mayor número.

Un ejemplo típico de enfermedad cardiovascular que puede provocar un infarto es la cardiopatía isquémica. Ésta sucede cuando los vasos sanguíneos que llevan la sangre al corazón se bloquean. El motivo frecuente por el que esto sucede es por la arterioesclerosis (placas de grasa en las arterias del corazón). Pero en el caso de las mujeres que padecen esta enfermedad (cardiopatía isquémica) más de la mitad de ellas no presentan este bloqueo en las arterias como sí sucede en los hombres. 

Existe un estudio llamado “Evaluación del Síndrome Isquémico en las Mujeres”, (el Estudio WISE), en el cual se descubrió que la cardiopatía isquémica en las mujeres se produce por daños y/o obstrucción en los vasos sanguíneos de la microcirculación.

Los ataques al corazón en su mayoría no se producen de forma súbita y fulminante, sino que suele presentarse con un dolor gradual que puede confundirse con dolores musculares sin importancia o con una gastroenteritis típica. Si bien es cierto que el fuerte dolor torácico es el síntoma más común en ambos sexos, también hay otra sintomatología que se produce en mayor medida en las mujeres, tales como: dolor en el estómago, fatiga, vómitos, punzadas en la espalda o ausencia total de dolor y simplemente presentar un malestar general que no se sabe explicar.

Estas diferencias sintomatológicas si no se tratan adecuadamente y el profesional facultativo no es capaz de darse cuenta que está ante una mujer y que es de vital importancia contemplar la posibilidad de que la paciente esté sufriendo un infarto, sin el consecuente diagnostico a tiempo el tratamiento puede no ser el correcto provocando así un fatal daño en el corazón o incluso la muerte.

Por ello existe un protocolo sanitario que establece una serie de pruebas y tratamientos diagnósticos pero que rara vez contempla la sintomatología especifica del sexo femenino. La organización canadiense “Heart and Stroke Foundation of Canada”, en un estudio concluyó que en los 10 minutos tras la llegada a urgencias a las mujeres se las sometía en menor frecuencia a un electrocardiograma, una prueba imprescindible para detectar a tiempo un fallo cardiaco.

Otra disfunción dentro de las pruebas diagnósticas para determinar el daño en el corazón, es el nivel de proteínas troponinas (proteínas que se liberan cuando se produce un fallo cardiaco), de hecho, este es el biomarcador estándar más valioso para diagnosticar un ataque al corazón. En cambio, nos encontramos con que el criterio seguido para establecer los niveles de troponinas en sangre fue estudiado mayormente en hombres, cuyo nivel es 2’4 veces mayor que el de las mujeres. Lo que significa que cuando una mujer sufre un infarto de miocardio la subida de las troponinas puede no superar el umbral diagnóstico establecido, y esto se traduce en que más del 20% de los infartos en mujeres no son detectados.

En cuanto a las angiografías que detectan las arterias coronarias que se han bloqueado en el transcurso de un infarto, y que son las mayoritariamente utilizadas, dejan de lado la obstrucción en la microcirculación que es generalmente la que se produce en las mujeres. En cambio, los diagnósticos por imagen, como la tomografía que es una técnica precisa que permitiría detectar los infartos en las mujeres, es una técnica que rara vez se utiliza. Es por eso que las mujeres no son diagnosticadas correctamente solo con una angiografía con el consecuente riesgo para su salud.

Por otro lado, cabe mencionar que a todo ello hay que sumar que nos encontramos con otra peculiaridad con las mujeres y su salud, y es que, según diversas investigaciones, las mujeres acuden más tarde al médico lo que hace que los diagnósticos sean tardíos y con peor pronóstico. Además de que se produce el fenómeno del abandono de la terapia de rehabilitación cardiaca tras un infarto. Generalmente, porque las cargas del trabajo dentro y fuera del ámbito doméstico, de los cuidados del hogar y la familia, hace que las mujeres “no tengan tiempo” para seguir los programas.

En cuanto a tratamientos encontramos algunos datos muy interesantes hechos en recientes estudios europeos. Por ejemplo, solo el 15% de las mujeres recibieron un stent, en comparación con el 34% de los hombres. Un 26% de las mujeres, frente a un 43% de los hombres, fueron sometidas a terapia trombolítica, y solo un 16% de las mujeres recibieron medicina preventiva.

Investigaciones y estudios médicos: el ninguneo a las mujeres

El gran problema es que la medicina ha contemplado y contempla aun hoy a las mujeres bajo el prisma de la universalidad masculina ignorando así los problemas de salud y enfermedades propias de la biología de la mujer, salvo en el ámbito de la salud reproductiva que es casi el único ámbito en el que se centran las investigaciones en torno a la salud de las mujeres, como si ahí radicara todo. Es la “visión freudiana” que he mencionado en líneas anteriores. 

Es de vital importancia que de una vez por todas las investigaciones y estudios sobre la elaboración de los tratamientos, técnicas de detección temprana y medicamentos sean realizados atendiendo a la diferencia entre sexos, con datos segregados y paritarios porque a día de hoy eso no se está produciendo lo que hace que resultados y datos obtenidos están sesgados con la consecuente peligrosidad y riesgo para la salud de las mujeres. Para que esto cambie es imprescindible la inversión económica en la investigación de las diferencias en salud y enfermedad entre mujeres y hombres. Así se posibilitaría el desarrollo de terapias específicas para cada sexo; por no mencionar la urgente necesidad de incluir a las mujeres de forma paritaria en todos los ensayos, investigaciones y estudios clínicos de modo que hubiera una sustancial mejora en la salud de las mujeres.

La medicina no puede ejercerse a espaldas de una perspectiva de género que contemple el hecho de que la salud es diferente según el sexo por los factores biológicos tales como los genéticos y/o fisiológicos, además de que es también desigual dado que existen los roles y estereotipos de género que influyen de manera determinante en todas las personas, y las mujeres por los suyos, las hacen especialmente vulnerables a determinadas afecciones y enfermedades diferentes a las que afectan a los hombres, y que son éstas las que no son estudiadas como se debiera.

Ya en el año 2006, en la encuesta Nacional de la Salud los datos reflejaron claramente que las mujeres tenían peor salud, y en concreto despuntó que tenían peor salud mental que los hombres.

Por otro lado, la salud física, psicológica y social de las mujeres se ve afectada especialmente por factores socioeconómicos. Esto es debido a que sobre las mujeres recaen los mayores estragos del desempleo, la precariedad, la temporalidad laboral, niveles más altos de exclusión social, salarios más bajos, pensiones paupérrimas y la doble carga de trabajo dentro/fuera del ámbito doméstico, familiar y de los cuidados, todo ello adscrito al sexo femenino como consecuencia del rol de género asignado a las mujeres. Todos estos factores hacen que la salud de las mujeres debiera tener una mejor atención por parte de la comunidad médica, científica y farmacológica. Además, no deja de resultar algo paradójico si lo pensamos bien, pues sobre quienes recae el rol de cuidadoras de la familia y personas dependientes, son las que a su vez se olvidan de su propio bienestar y salud, y además son también las grandes olvidadas por la medicina cuando recordemos que las mujeres representamos más del 50% de la población mundial, y no somos un colectivo como parece que a algunas personas se les olvida.

Según datos de la OMS las mujeres representan más del 70% del personal sanitario en la mayoría de los países, además de ser las principales profesionales en el trabajo doméstico y de cuidados remunerado (y no remunerado) pero en cambio como sucede siempre, están infrarrepresentadas en puestos de toma de decisiones y directivos del sistema sanitario, y en cuanto a los sueldos si en general la brecha salarial entre mujeres y hombres es del 20%, en el ámbito sanitario alcanza el 30%. 

En resumen, no es solo la necesidad de incluir a las mujeres en los datos, sino que hacerlo con perspectiva de género es vital para ofrecer una mejor atención sanitaria integral y para eso, los estudios/investigaciones/análisis médicos, la diferencia sexual tiene que ser una categoría de análisis central porque es hora ya de que el ámbito sociosanitario entienda lo importante que es ser mujer o ser hombre dentro de la medicina si queremos que ésta sea beneficiosa para todas las personas independientemente de su sexo.

Roles y estereotipos de género dañan la salud.

Para aquellas personas que disienten, dudan o no creen en que la manera en que se socializan hombres y mujeres es diferente y que derivado de ello las mujeres estamos en una posición desigual y subordinada, aun hoy, a la de los hombres, deberían estudiar algo de Sociología. No se trata de ser/no ser feminista. Se trata de saber de qué se habla cuando decimos que la forma en que las personas dependiendo de su sexo son socializadas en un género u otro y que esto lleva parejo una serie de consecuencias que se reflejan a lo largo de toda la vida en los diferentes ámbitos vitales. Por eso, los estudios sociológicos y la psicología social han constatado, probado y evidenciado que la manera en que nos socializamos las personas influye en nuestra forma de vivir, relacionarnos y concebir el mundo, el entorno, las personas que nos rodean y a nosotros mismos, añadiendo a ello que dicha socialización es radicalmente distinta según nazcamos con un sexo u otro.

No querer entender esto y “no bajarse del burro” de esa falsa sensación de “igualdad” que impera y que desde los poderes facticos se repite como un mantra para que cale en la sociedad y hacer creer que ya está todo logrado no hace, sino que negar algo que está ahí, que vivimos día a día todas y que las ciencias sociales han demostrado. 

Tradicionalmente la socialización del sexo femenino mal-enseña a las mujeres desde la primera infancia la importancia entorno a su físico (ser guapa, delgada…), de pensar antes en los demás y en los cuidados de los otros antes que en sí misma, de olvidar sus necesidades por las de los demás, no ser demandantes en exceso, ni desear la independencia como forma de vida deseable sino que su vida es para y por los demás (maternidad, matrimonio, cuidado de familiares, etc.); todo ello aprendizaje que se perpetua hasta la edad adulta y que hace muy difícil después el ser reeducada en la necesidad legitima del autocuidado, la independencia social y económica, la autonomía y desarrollo personal, pues cuando se trata de este tema en talleres con mujeres ya adultas en muchas aparece “la gran palabra”: CULPA. Cuando esto sucede hace falta mucha terapia con ellas para hacerles ver que no hay culpa en la autoestima, y el autocuidado sino SALUD Y VIDA. 

Hay todo un largo historial de estudios y de investigación en torno al malestar que sienten en el día a día las mujeres derivado de la doble jornada (dentro/fuera del hogar) y el esfuerzo por conciliar vida laboral/personal/propia, que acaba repercutiendo en su salud general ya que como he tratado de explicar antes la gran consecuencia de esta sobrecarga emocional y de trabajo se traduce en un menor tiempo libre y de ocio para su propio autocuidado. 

Cabe no olvidar la situación penosa de ser mujer y estar en la tercera edad pues esta circunstancia se convierte en una doble discriminación, por sexo/género y por edad. Pues como mencioné con anterioridad, si bien es cierto que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida respecto a los hombres, no tienen una vejez con mejor calidad de vida.

Y en este hecho influyen varios factores e indicadores económicos como son la cuantía de las pensiones, y el derecho a ellas; es un hecho de que la pobreza tiene rostro de mujer, pero rara vez se menciona que esto se vuelve peor cuando hablamos de mujer y tercera edad. Las bajísimas pensiones de las mujeres se explican por diversos motivos, pero en resumen ello se produce porque son las mujeres en mayor número quienes aparcan su vida profesional a la hora de casarse y tener hijos, o muchas otras optan por trabajos temporales, precarios y jornadas reducidas que hacen que posteriormente sus pensiones sean de una media de 400-600 euros, lo que implica menor poder adquisitivo, mayor dificultad para acceder a una buena calidad de vida, traduciéndose en peores condiciones de vida que llevan parejas más enfermedades y peor acceso a  tratamientos. 

El melón” de la salud mental

Atendiendo a la salud mental de las mujeres, la socialización de género femenino lleva asociado como consecuencia en mucha mayor medida problemas mentales como ansiedad, estrés, insomnio, depresión… Derivados de la doble carga de trabajo; así como los trastornos alimentarios derivados de la baja autoestima y presión por el culto a la perfección, la belleza y la juventud. A todo esto, cabe añadir que muchas de estas enfermedades y trastornos mentales están asociados a la violencia machista, que quiero recordar, que la sufren 1 de cada 3 mujeres. Cuando digo violencia machista no me refiero solo a la que sufren dentro de la pareja o expareja, sino a todo tipo de violencia: acoso/abuso sexual, agresiones sexuales/violaciones, violencia intrafamiliar, violencia psicológica, prostitución, etc.

Uno de los grandes problemas de la salud mental a la hora de ser tratadas es la alta frecuencia en la medicalización, algo que en el caso de las mujeres se produce en mayor medida en parte por sesgos de género a la hora de diagnosticar, de tratar y de investigar. Un claro ejemplo es lo que pasa cuando una mujer acude a consulta con dolor, agotamiento, nerviosismo, insomnio… Síntomas que son por los que las mujeres acuden mayormente a las consultas. Las mujeres quedan sin diagnóstico y con recetas de psicofármacos innecesarios ya que en muchos casos bastaría con una buena terapia psicológica.

No faltará el señor que dirá, “Sí, pero los hombres se suicidan más”, y si bien ese dato es cierto, esto es debido a que no todo es negativo en cuanto a la salud de las mujeres. La socialización en el rol de género mujer favorece que las mujeres desarrollemos aspectos saludables como: resiliencia, la sensibilidad, la comunicación y expresión de sentimientos como es el llorar, algo que no es baladí pues llorar nos libera, nos hace humanos y ayuda a la superación de los problemas, permitirnos sentir y empatizar, es parte fundamental para la superación de adversidades y problemas mentales, algo que la socialización de género masculina tiene “castrado”. Recomiendo muy mucho a los hombres el documental de 2015 “The mask you live in” donde claramente se ve como el patriarcado daña también a los hombres con ese “Se un hombre”, algo que el Feminismo trata también de hacer ver a los varones. El Feminismo no es “el enemigo”, el enemigo es el patriarcado.

La socialización de las mujeres en cierto modo propicia el apoyo social entre mujeres como forma de afrontar los problemas, con nuestras amigas y compañeras solemos tejer una red de apoyo en la que encontramos la manera de afrontar de manera saludable las venturas y desventuras que nos han tocado vivir, encontrando en nuestras iguales los ejemplos de fortaleza, superación y resiliencia que necesitamos, siendo todo esto un gran factor de protección ante el suicidio.

Informe SESPAS 2020

La peor salud mental de las mujeres ha sido demostrada tanto en encuestas de salud como en estudios de base clínica. La hipótesis acerca de una mayor vulnerabilidad biológica de las mujeres es inconsistente, sino que son las condiciones de vida desiguales entre hombres y mujeres, junto con los modelos imperantes de masculinidad y feminidad hegemónicos, lo que puedan estar explicando estas desigualdades de género en la salud mental.

El Informe SESPAS 2020 mostró la existencia de desigualdades de género en la salud mental, la relevancia de la intersección de diferentes ejes de desigualdad y un posible proceso de sobre medicalización de la salud mental de las mujeres, por el cual los/las profesionales de la salud están etiquetando con más frecuencia como depresión y ansiedad estados de salud mental similares en hombres y mujeres, y prescribiendo con mayor intensidad psicofármacos a las mujeres.

Esta realidad, además, parece ser desigual en función de la edad y del nivel socioeconómico de los/las pacientes. En los últimos años se están desarrollando diferentes experiencias dirigidas a afrontar la creciente medicalización de la salud mental desde una perspectiva de género. En la medida en que el fenómeno de las desigualdades de género es complejo, resulta necesario actuar y promover cambios en los sectores político-estructural, cultural y asistencial, que reviertan en su conjunto en la reducción de las desigualdades de género en las sociedades y en una atención sanitaria sin sesgos de género.

Voy a cerrar la columna de esta semana con unas reflexiones de Anna Freixas respecto a las mujeres, nuestra salud y bienestar: 

“Si queremos salir adelante las mujeres debemos tomarnos en serio. Eso requiere valorar nuestra mente y sus producciones, sin pedir perdón por si acaso no están a la altura; nos invita a no estar siempre disponibles, como si el tiempo nos sobrara; supone anteponer nuestras necesidades a las de quienes colonizan nuestro tiempo y, por supuesto, nos insta a respetar nuestro cuerpo, nuestra salud, nuestros sueños y nuestros deseos. Tomar en consideración la perspectiva de género en la salud abre la puerta al logro de nuestras expectativas vitales.”

Artículo originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/ni-locas-ni-histericas-la-salud-integral-de-las-mujeres/

Artículo escrito por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

Hartas

Quiero empezar esta columna con una afirmación rotunda: La violencia de género no es “un problema de mujeres”. La violencia de género es un problema de hombres que sufrimos las mujeres. Solo la sociedad en su conjunto y unida contra esta brutal violencia es como acabaremos con ella. Todo lo demás son excusas y es darle alas a un machismo que enferma a la sociedad en la que todos y todas vivimos.

Recientemente fue 25 de noviembre, día internacional por la eliminación de la violencia contra la mujer, más conocido como el día contra la violencia de género. Un año más nos enfrentamos a la cruda realidad de ponernos cara a cara con la frialdad de los números de las estadísticas que, aunque estrepitosos, no recogen jamás el alcance del drama humano que esconden, ya que las víctimas, no solo las asesinadas, sino sus hijos e hijas huérfanos y las familias de las mujeres que quedan destrozadas para siempre están totalmente invisibilizadas como si no fueran víctimas también de esta pandemia de violencia machista que no cesa. Hemos llegado a la grotesca realidad de haber normalizado que 2 o 3 veces por semana en los telediarios digan “Nueva víctima de violencia de género…”, ocupando una breve mención al caso, un escueto video de menos de un minuto y a menudo tratado de manera frívola e hiriente con comentarios del tipo “mujer muerta”, “mujer muere”, como si la pobrecita hubiera muerto por ciencia infusa, y no asesinada de forma cruel y vil a manos del psicópata que la asesina porque “era suya”, para a continuación tener que tragar el oír comentarios del vecindario de la pareja diciendo lo bueno que era él y lo normal que era la pareja EN PÚBLICO. Es un suma y sigue de dolor que no cesa y al que encima se le añade el morbo de unos medios de comunicación que siguen sin tratar el tema en su dimensión global, total y con la importancia que requiere, además de no seguir ni uno de los consejos que numerosas guías recogen para el buen trato de casos de violencia de género en los medios de comunicación. Lo que hace llegar a la triste conclusión de que NO INTERESA tratar la violencia machista correctamente ni darle la importancia que en cualquier otro caso sí se le daría. Es como si las vidas de las mujeres no valieran ni importara nada. Pues me pregunto ¿qué ocurriría si en vez de haber sido asesinadas una, dos mujeres por semana, hubieran sido víctimas como profesores, taxistas, policías, políticos, futbolistas…? Seguramente en ese caso se hablaría de TERRORISMO.

Lejos de estar mejor, las mujeres, seguimos sufriendo todo tipo de violencias que nos atraviesan solo por haber nacido con sexo femenino. En pleno S.XXI las mujeres seguimos viviendo en una pandemia permanente de violencia machista que nos condena a un toque de queda perpetuo y a una inseguridad que nos merma nuestro estado de bienestar, vulnera nuestros derechos humanos y nos hace vivir en guerra continua contra el machismo, la misoginia, y el patriarcado que nos pone en una posición de desigualdad perpetua no solo en los espacios públicos sino lo que es peor en los propios espacios privados de nuestras casas, donde más seguras deberíamos sentirnos. No hay manera de avanzar, y cuando lo hacemos, el patriarcado se rearma y nos atiza, como el padre que te castiga por haber sido una niña desobediente. Vivimos con la espada de Damocles encima con temor a perder los derechos adquiridos tras años, décadas y siglos de lucha feminista. Nos amenazan a diario con derogar la Ley de Igualdad, la Ley Integral contra la Violencia de Género, la Ley del Aborto, o con nuevas formas de explotación sexual y reproductiva de nuestros cuerpos, con la esclavitud que inunda nuestras calles, carreteras, rotondas, polígonos y pisos donde miles de mujeres son compradas y vendidas para que puteros puedan acceder a sus cuerpos impunemente mientras las mafias proxenetas y las arcas del Estado de dinero negro se llenan a espuertas. ES INSOPORTABLE, ¡ESTAMOS HARTAS! Y en vez de contar con el apoyo total de la sociedad y la condena unánime de la sociedad civil y política en un día como el 25 de noviembre hay que volver a escuchar la “matraca” de ¿y la violencia contra los hombres qué?, la violencia no tiene género, a los hombres también los asesinan, y ahora por si fuera poco debemos añadir al colectivo LGTBIQ+ señalando que este día “no es inclusivo” porque ¿y las personas no binarias qué? ¿y los/las personas trans qué? Y … y … y… ¿qué? ¿Nadie se da cuenta de que todo es una estrategia del patriarcado para ningunear a las mujeres, minusvalorar nuestro sufrimiento, invisibilizar la problemática de la violencia contra nosotras y neutralizar la lucha feminista para dejarnos sin voz?

Punto número uno, la violencia no tiene género, pero la violencia de género sí tiene género y es el del sexo femenino, el de las mujeres nacidas hembras de la especie humana que desde el mismo momento que salimos por la vagina de nuestras madres ya estamos en una posición de subordinación, y desigualdad, respecto a los nacidos varones. La violencia de género es una de las expresiones máximas de violencia que el machismo ejerce sobre las mujeres, si esto no se tiene claro ya en 2021 es por una cuestión de ideología misógina y machistoide que es intolerable a estas alturas del S.XXI.

Punto número dos, ¿en qué momento las mujeres, cuando salimos el 25N con una pancarta gritando “Basta de violencia contra las mujeres”, estamos diciendo sí al resto de violencias que afectan a otras personas y/o colectivos? La cosa es tan absurda e insultante como si dijéramos que por el hecho de que haya un día contra el cáncer dijéramos que no estamos por la lucha contra otro tipo de enfermedades. Al cabo del año existen multitud de días que recuerdan problemáticas de toda índole que afectan a nuestras sociedades, como el día de las enfermedades raras, el del cáncer infantil, el día del SIDA, del Alzhéimer, del Parkinson; el colectivo LGTBQ+ tiene todo un mes de Orgullo para sus reivindicaciones; existe el día de las víctimas del terrorismo, de las víctimas de los accidentes de tráfico, etc. y todas estas personas pueden salir libremente a decir lo que quieran decir, hacer sus reivindicaciones y gritar a los cuatro vientos sus demandas y necesidades al gobierno sin que nadie les vaya detrás suyo con una batería de contra argumentación para decirles que no deberían “quejarse”, ni salir a la calle a reivindicar, ni recordar a las víctimas y a las personas que sufren esas pérdidas o que luchan contra las enfermedades, al contrario, se las apoya como debe y tiene que ser, porque hacer lo contrario es cruel e inhumano, y curiosamente esta crueldad e inhumanidad solo se produce cuando las mujeres decimos que nos están asesinando, violando, acosando, discriminando… Como si fuéramos una panda de locas que se manifiestan sin motivo ni razón.

Pero no quiero basar esta columna en opinión, sino que desplegare toda la batería de datos, estudios, cifras y estadísticas objetivas que demuestran que no, no estamos locas y que sí, tenemos todos los motivos y razones para estar HARTAS. Algo que jamás se le pediría a una víctima de cualquier otro tipo de violencia, pero así va la cosa…

LA FRIA Y CRUEL REALIDAD DE LOS DATOS DE LA VIOLENCIA DE GENERO

El fenómeno de la violencia contra la mujer es algo que sucede a escala mundial, que afecta a cualquier país, a cualquier clase social, y cultura; de modo que podríamos considerarla un problema de tal envergadura que es como otra pandemia, pues ya en 2013, según datos de la OMS, el 30% de la población de sexo femenino del planeta había sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja/ex pareja.

El término violencia de género, fue propuesto por primera vez en 1976 por el Tribunal Internacional de Delitos contra la Mujer, que definió la violencia de género como el asesinato intencional de las mujeres a manos de un hombre por ser mujer”.

La violencia de género es un lastre generalizado que 736 millones de mujeres (1 tercio de las mujeres del planeta) en todo el mundo empiezan a sufrir a edades muy tempranas (entre los 15-24 años) y que se ha agudizado con los confinamientos debidos a la pandemia de COVID-19, así lo afirmó la Agencia Mundial de Salud. Los datos de la agencia de la ONU para la salud revelan que el problema no ha disminuido durante la última década, sino que va a peor.

La violencia de género no es solo el puñetazo en la cara de la mujer que es visible, sino que este tipo de violencia afecta gravemente a la salud integral y el bienestar de las víctimas que se perpetúa mucho más allá en el tiempo tras haber ocurrido produciendo daños psicológicos que duran a veces toda la vida. Hablamos de ansiedad, estrés postraumático, depresión crónica, embarazos/abortos no deseados provocados por violaciones dentro de la pareja, lesiones físicas que a veces llevan a adquirir discapacidades tras brutales palizas como son sordera, pérdida de visión, movilidad, así como enfermedades venéreas entre otros muchos graves problemas de salud crónicos que nunca desaparecen del todo. Pero cabe mencionar que este daño se extiende más allá de las víctimas porque afecta también gravemente a su entorno más cercano que sufre de verla sufrir a ella, y por extensión a la sociedad en su conjunto, pues ¿cómo podemos decir que somos una sociedad democrática y soportar semejantes cifras de maltrato contra la mitad de su población?

El feminicidio es la forma más extrema en la que la violencia de género se manifiesta pues éste es solo el final de una cadena de actos violentos previos de otras muchas formas de violencia que una mujer padece antes de ser asesinada (violencia psicológica, física, sexual, económica…).

Según las últimas estadísticas realizadas en este 2021, a nivel mundial, 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o expareja y 3 de cada 5 mujeres asesinadas lo fue a manos de su pareja, expareja o de algún otro miembro del núcleo familiar; aunque en algún país de áfrica y américa hablamos de hasta 1 de cada 2 mujeres, estos últimos son datos de la OMS.

Otros datos recabados por la oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en 2018, muestran que se produjeron 87.000 feminicidios en el mundo, un 58% de los cuales se produjeron dentro de la familia, y un 34% fueron perpetrados por su pareja.  Por regiones, el continente con mayor porcentaje de feminicidios es Oceanía con un 42%, seguido de África con el 38% y América con un 35%. Por debajo de la media están Asia con el 31% y Europa con un 29%. Sin embargo, en cuanto a los casos de violencia física los datos no son tan dispares entre sí, sino que son más parecidos según determinó la ONU en 2015.

CONVENIO DE ESTAMBUL

En 2006 se constituyó el European Institute for Gender Equality (EIGE) con el fin de trabajar en la prevención de la violencia de género y por la igualdad de género en todos los países miembros de la Unión Europea. Posteriormente en 2011 se establece el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, conocido como Convenio de Estambul, en el cual en su Artículo 3 se expone las definiciones de Violencia de Género y de Violencia Doméstica las que deben ser recogidas por todos los países que ratifican el Convenio (entre ellos España). Siendo estas las definiciones:

Violencia de Género: 

Violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, y designará todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada”. (Artículo 3a)

Violencia Doméstica:

De igual forma se entenderá como violencia doméstica todo acto de maltrato que se produce en la familia o en el hogar, independientemente de que el autor del delito comparta o haya compartido el mismo domicilio que la víctima”. (Artículo 3b)

Además, en el Artículo 11 se hace hincapié en la importancia y en la necesidad de recoger datos estadísticos de manera periódica sobre violencia de género. Sin embargo, existe un claro desconocimiento sobre la situación real de la violencia de género en los países de la UE porque no todos los países se han cumplido con el compromiso serio de crear la legislación y los registros pertinentes. Aunque en el caso de España, por ejemplo, sí se han cumplido con dichos compromisos pues existen múltiples organismos que recogen cifras sobre la violencia de género, como el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género, entre otros, así como sí se ha desarrollado una legislación en materia de Igualdad y lucha contra la violencia de género que es hoy en día pionera no solo dentro de la UE sino también a nivel global.

ESPAÑA

En España una mujer es asesinada por su pareja o expareja cada 6 días, y se denuncia una violación cada 4 horas.

Con respecto a las víctimas mortales, según datos de Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género, desde 2003 hasta 2021 se han contabilizado 1.118 víctimas (solo para poner en relieve la dimensión de a lo que nos enfrentamos, recordar que ETA asesinó a 850 personas en 40 años, el terrorismo machista lleva 1.118 mujeres asesinadas en 17 años). En el presente año, las víctimas mortales a causa de la violencia de género ascienden a 37, según la última actualización del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, de las cuales 29 de ellas no había presentado denuncia. Las 37 mujeres asesinadas, en lo que llevamos de 2021, dejan 24 huérfanos que se suman al total de 330 en los últimos 8 años (desde que existen registros).

Por otro lado, en los últimos años se ha observado un recrudecimiento en las formas en las que los maltratadores asesinan a las mujeres. Ya no se conforman con una paliza, un apuñalamiento o un tiro limpio, ahora tenemos mujeres descuartizadas que son desperdigadas por contenedores, y acequias; mujeres quemadas vivas, mujeres lanzadas desde coches en marcha o estrelladas con su maltratador dentro; mujeres tiroteadas y apuñaladas de manera múltiple; mujeres asesinadas con hachas, asfixiadas, rociadas con ácido… Es un grado de odio y ensañamiento que va in crescendo año tras año.

En nuestro país, los datos epidemiológicos muestran que el tramo de edad con mayor prevalencia tanto de casos de violencia de género como de feminicidios es el grupo que va desde los 18 y a los 49 años, y dentro de este gran grupo los tramos de edad de los 30 a los 39 años y de los 18 a los 29 años son los grupos de edad que más prevalencia acumulan, mientras que el porcentaje más pequeño de víctimas de violencia de género se encuentra en el de las mujeres mayores de 60 años y en feminicidios son las menores de 18 años las que tienen el porcentaje menor de casos dentro de los casos de violencia de género en relaciones sentimentales adolescentes.

Por otro lado, en España, en 2020 conocimos una cifra realmente alarmante: cada mes se denuncian más de 1.000 violaciones, y las cifras de violaciones grupales han crecido desde 2016 de forma exponencial. Según un informe de septiembre de 2020 publicado por el Ministerio de Igualdad, 1 de cada 2 mujeres (es decir, la mitad de las mujeres que viven en España) han sufrido algún tipo de violencia machista en su vida. Esto incluye situaciones de acoso sexual y callejero.

A continuación voy a exponer una serie de datos muy interesantes y esclarecedores que sirven para desmontar todo el argumentario que se esgrime desde la ultra derecha de que las muertes y agresiones sexuales a mujeres en nuestros país se producen por motivo de la inmigración ilegal, que la mayoría de las denuncias son falsas… entre otras falacias que se dicen desde este sector negacionista, y son los datos publicados en la web https://www.epdata.es cuya fuente es el Ministerio de Igualdad entre otros organismos. 

Según estas estadísticas, las víctimas mortales por violencia de género entre 2003 y 2020 son asesinadas por hombres de nacionalidad española, tanto si la mujer asesinada es española o extranjera (ver gráfica)

Si nos vamos a las denuncias, en los juzgados españoles se presentaron un total de 35.001 denuncias por violencia de género en los primeros tres meses de 2021, según datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). De las 35.001 denuncias interpuestas en este primer trimestre, un total de 675 fueron hechas directamente por la mujer víctima; 323 por los familiares; 990 por terceros, mientras que la mayoría de las denuncias fueron por parte de atestados policiales (30.118), o mediante partes de lesiones directamente en el juzgado (2.895).

Ósea que no son las propias mujeres quienes interponen las denuncias, sino que son los propios agentes de la policía quienes interponen el mayor número con diferencia: 675 de las mujeres frente a las 30.118 presentada por la policía.

Según la estadística anual del INE el número de víctimas de violencia de género (la que sufren mujeres por parte de varones que son pareja o expareja) inscritas en el Registro Central del Ministerio de Justicia aumentó en 2019 hasta las 29.215 mujeres. Por su parte, el número de víctimas de violencia doméstica (la que una persona sufre en el ámbito intrafamiliar) creció un 8,2% hasta las 8.279 víctimas. Así se refleja en la Estadística de Violencia Doméstica y Violencia de Género publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que recoge datos sobre víctimas y denunciados por estos delitos, con órdenes de protección o medidas cautelares dictadas y que publica con periodicidad anual.

Se entiende por violencia doméstica todo acto de violencia física o psicológica ejercido tanto por un hombre como por una mujer, sobre cualquiera de las personas enumeradas en el artículo 173.2 del Código Penal (descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.) a excepción de los casos específicos de violencia de género. 

En 2020 se registraron un total de 39.494 víctimas de violencia de género y de violencia doméstica. De las cuales 34.297 fueron mujeres (29.215 de la violencia de género y 5.082 de la doméstica) frente a los 3.376 hombres víctimas de violencia doméstica.

Alrededor de 2 de cada 10 detenidos en España lo son por delitos de malos tratos en el ámbito familiar, contra la libertad sexual o relaciones familiares, según datos del Ministerio del Interior.   

En cuanto al número de víctimas mortales, un total de 22 hombres fueron asesinados por mujeres que eran su pareja o expareja durante los años 2016 y 2018, frente a las 151 mujeres que fueron asesinadas en ese mismo periodo por un varón con el que tenían o habían tenido relación sentimental (violencia de género), según un informe del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que analiza las muertes por violencia doméstica íntima en el trienio 2016-2018.Según datos de la macroencuesta de Igualdad sobre violencia sexual cabe señalar muy mucho los siguientes datos: El 57,3% mujeres residentes en España de 16 o más años han sufrido algún tipo de violencia machista (violencia física o sexual por su pareja o ex pareja) a lo largo de sus vidas, por el hecho de ser mujeres, lo que se traduce en 11,7 millones de mujeres, según revela la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, elaborada por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.

En España más de 53.000 mujeres y 9.000 menores tienen seguimiento policial y viven con protección policial por violencia machista, un 12,4% más que el año anterior. Los casos activos por violencia de género en VioGen (sistema de protección a víctimas de violencia machista) son de 67.912, según datos del Ministerio del Interior. El número de usuarias activas en ATENPRO (servicio telefónico de atención y protección para víctimas de violencia de género) es de 16.529.  Siendo 118.856 altas en el servicio desde que se creó en 2005. En España 1 de cada 2 personas, (la mitad de la población), conoce un caso cercano de violencia de género, según datos del II Macroestudio de violencia de género «Tolerancia Cero» de la Fundación mutua madrileña.

Pero no todo es malo, recientemente hemos tenido dos noticias relevantes en tanto y cuanto al tratamiento de la violencia de género en España. El 19 de noviembre Igualdad anunció que a partir de enero de 2022 se contabilizarán todos los feminicidios, no solo los cometidos por la pareja o expareja, sino que también se incluirán a las víctimas mortales de violencia sexual, familiar, vicaria y social. De este modo casos como el de Laura Luelmo, Diana Quer, Florina Gogos, entre otras muchas entraran dentro de la estadística anual de víctimas de violencia de género. Posteriormente, la misma semana del 25N, el Parlamento español acordó la renovación del Pacto de Estado contra la violencia de género con el apoyo de todos los grupos parlamentarios, (excepto VOX), éste tendrá carácter permanente y se garantiza su financiación.

Cabe destacar que España, en comparación con la media de otros países europeos, es de los países con las tasas más bajas de feminicidios. Ello es debido a la legislación específica que se creó entre 2004 y 2007, y las políticas implementadas que han permitido poder crear organismos públicos especializados en la prevención de la violencia de género, y lucha contra ella, así como la elaboración de estudios en esta materia.

EUROPA 

Dentro de la UE, un 43% y un 22% de las mujeres han sido víctimas de violencia física y/o sexual, y violencia psicológica a manos de sus parejas respectivamente, además según datos de 2014, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, las mujeres europeas tienen un riesgo 5 veces mayor de ser asesinadas por su pareja que los hombres (este dato también va para los negacionistas).

Aunque si analizamos los datos país por país, encontramos que las estadísticas reflejan realidades muy diferentes entre países de la UE en cuanto víctimas, y contextos en los que la violencia de género se ejerce, debido a las grandes diferencias socioeconómicas-políticas-culturales entre países europeos, pero en cambio los datos referidos a los victimarios son bastante homogéneos, pues los estudios realizados al respecto demuestran varios rasgos comunes muy interesantes. Una de las conclusiones a las que se ha llegado es que no hay diferencias significativas entre los varones que ejercen violencia de género contra las mujeres, con los varones que comenten otros delitos. Es decir, los rasgos de personalidad y características psicopatológicas de unos y otros, son muy similares, además se ha encontrado que, dentro del colectivo de presos de delitos no asociados a la violencia de género, presentan una alta aceptación a este tipo de violencia en pareja algo que en los varones de la población en general, no se produce. Por lo que podríamos concluir que los varones delincuentes que ejercen violencia sobre la mujer como los que ejercen otro tipo de violencia tienen rasgos psicopáticos que pueden ser utilizados para predecir la comisión de violencia de género en algún momento de sus vidas.

Sorprendentemente son los países nórdicos (Dinamarca, Suecia y Finlandia) los que concentran las tasas más elevadas de violencia de género del continente europeo, es lo que se conoce como la Paradoja Nórdica. Los factores por los que esto es así no se han llegado a determinar ya que son países donde los niveles de igualdad y no discriminación por razón de sexo son elevados, aunque sí se ha observado que posiblemente una de las razones sea la relación existente entre la violencia de género y las actitudes de sexismo hostil que sí están muy presentes en estos países. Este tipo de sexismo hace que las mujeres sufran un tratamiento desigual y perjudicial hacia las mujeres, pues las subordina a los varones y las coloca en un grupo inferior en el que a la mujer se la quiere en su rol tradicional dentro del ámbito privado de la familia, relegada al cuidado de la casa y el hogar y dependiente del marido y en el que él ejerce control sobre ella. Por otra parte, también el sexismo hostil latente en estas sociedades influye en los profesionales de la salud quienes no se implican a la hora de identificar a mujeres víctimas de violencia de género ni les dan la credibilidad que deberían a sus relatos cuando denuncian, todo ello crea un caldo de cultivo que da como resultado lo que se refleja en las estadísticas, las mujeres sufren la violencia en silencio, y acaban asesinadas.

La violencia de género tiene formas diferentes de manifestarse y de ellas es la violencia psicológica el tipo de maltrato dentro de la pareja que más se produce en todos los países de la UE.

En España, en 2015 la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer elaborada por Delegación de Gobierno para la Violencia de Género arrojó el dato de que la violencia psicológica, concretamente la violencia de control (aislar a la mujer de familia y amistades, imponerle horarios, acosarla, etc.) es el tipo de violencia que más se produce, pues 1 de cada 4 mujeres (25,4%) manifiesta haberla sufrido en su vida en pareja.

No porque no se trate de una violencia física, debe tenerse en menor consideración, sino al contrario, porque por eso mismo, por no ser una violencia visible que deja una marca en la piel de la víctima, hace que exista una alta tolerancia a estos comportamientos dentro de la sociedad, sobre todo en los más jóvenes, quienes tienen la creencia demasiado a menudo que los celos, el control, y el acecho están relacionados con el amor verdadero, uno de los “Mitos del Amor Romántico”, que acaban por justificar actitudes violentas hacia la pareja. De hecho, según datos de la misma Macroencuesta de 2014, en adolescentes y adultos jóvenes, se halló una relación evidente entre niveles altos de dependencia emocional y el ejercicio del maltrato psicológico, tanto en las víctimas como en los victimarios, aunque eran los varones jóvenes los que tenían niveles más altos de dependencia emocional dentro de la población general.

Lo que es cierto es que la tasa de feminicidios en la UE (29%) es más baja en comparación con las de otras regiones del planeta, aunque uno de los principales problemas para combatirla más y mejor sigue siendo a día de hoy la recogida de datos y la comparación de los mismos en los diferentes miembros de la UE, algo que permitiría su estudio y un abordaje integral del problema de modo que podría crearse una estrategia común y más efectiva que lograría bajar aún más las tasas de violencia de género y feminicidios, pero ni siquiera existe una terminología común en todos los países de la UE, a pesar de que el Convenio de Estambul sí recogía una definición clara de violencia de género y de violencia doméstica que debía ser utilizada por los países que ratificaron dicho convenio. A parte, no todos los países han elaborado la legislación pertinente para regular y prevenirla.

Datos del EIGE de 2016, 10 de los países de la UE no tienen leyes que regulen la violencia de género ni la doméstica, y de los 18 restantes que sí la tienen, solo Suecia, Bélgica, Irlanda y España diferencian la una de la otra. Con este galimatías de normativas tan dispares, es imposible poder recabar datos fiables y que puedan ser comparados entre sí para así poder abordar la problemática de manera eficaz y efectiva.

AMÉRICA LATINA

La violencia contra la mujer en América Latina, Centro América y el Caribe es de tal envergadura que varios de sus países tienen tasas que podrían calificarse de auténtica pandemia. México, Brasil, El Salvador y Honduras son los países tienen la mayor tasa de feminicidios. Según datos de CEPAL de 2018, en estas regiones se produce un feminicidio cada 2 horas y media (del que podamos decir que existen registros, pues muchos de ellos quedan sin registrar).

Feminicidios en América Latina. Cifras y datos de 2020 (fuente: estudios realizados por Ayuda en Acción): Bolivia: entre enero-agosto de 2020 hubieron 83 feminicidios (en la cuarentena hubo 53 casos). Colombia: según el Observatorio de Feminicidios, 445 mujeres fueron asesinadas hasta septiembre de 2020 (en la cuarentena, 243). Ecuador: según un informe de la plataforma Alianza Mapeo se produjeron 748 feminicidios desde 2014 hasta marzo de 2020. El Salvador: el Observatorio de Violencia de Ormusa registró 71 feminicidios entre enero- agosto de 2020. Guatemala: el Observatorio de la Mujer, del Ministerio Público, contabilizó 319 feminicidios en 2020. Honduras: entre enero-septiembre de 2020 se registraron 195 feminicidios en el país. Durante el establecimiento del toque de queda por la COVID-19 se registraron 126 muertes violentas de mujeres. México: en 2020 el Observatorio de Feminicidios de México contabilizó 724 feminicidios desde enero a septiembre. Nicaragua: de enero a agosto de 2020, el Observatorio Católicas por el Derecho a Decidir registró 50 feminicidios. Perú: la Defensoría del Pueblo reconoció 145 casos de feminicidios en 2020. Venezuela: 172 mujeres fueron asesinadas por violencia de género entre enero-agosto de 2020.

EN EL MUNDO

Datos de ONU Mujeres sobre violencia contra las mujeres y niñas:

– A escala mundial, el 35% de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física/sexual por parte de una pareja, mientras que las mujeres que han sufrido violencia sexual a manos de un hombre que no era su pareja puede llegar al 70%, según los estudios que maneja ONU Mujeres; además las tasas de depresión, abortos e infección por VIH son más altas en las víctimas que han sufrido este tipo de violencia frente a las que no.

– Las llamadas a las líneas telefónicas de asistencia se han multiplicado x5 en algunos países a raíz de la pandemia de COVID-19, como consecuencia del incremento de la violencia de género provocado por los confinamientos ya que la imposibilidad de salir de casa, el aislamiento social y la falta de recursos económicos hacen que las mujeres sean aún más vulnerables dentro de casa en todo el mundo.

– Solo 48 países han integrado la prevención y asistencia a las víctimas en sus estrategias contra el COVID-19, mientras que 121 países han adoptado medidas para fortalecer los servicios de ayuda a las mujeres.

– 137 mujeres al día son asesinadas por violencia doméstica en todo el mundo. Se calcula que, de las 87.000 mujeres asesinadas en 2017, unas 50.000 lo fueron a manos de familiares o parejas. Y unas 30.000 fueron asesinadas su pareja o expareja.

– Menos del 40% de las mujeres que sufren esta violencia buscan ayuda, y cuando lo hacen la mayoría acude a sus familias y amistades. Menos del 10% acuden a la policía.

– Unos 155 países tienen leyes contra la violencia doméstica, en cambio, ello no significa que éstas se ajusten a las recomendaciones internacionales, ni que se apliquen y ni se hagan cumplir como deberían.

– 15 millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas en todo el mundo y tan sólo un 1% de ellas pidió ayuda profesional.

– En 5 diferentes regiones del mundo el 82% de las parlamentarias denunció haber sido víctima algún tipo de violencia sexual durante el ejercicio de su puesto. El 65% de ellas denunció que habían recibido comentarios sexistas por parte de sus compañeros varones.

VIOLENCIA DE GÉNERO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

La violencia de género, a nivel global en todo el mundo, no ha disminuido en la última década, sino que lo más preocupante y peligroso es que ha aumentado y lo que es aún peor, se ha recrudecido durante los confinamientos derivados de la pandemia del COVID-19.

Estimaciones mundiales, regionales y nacionales de la prevalencia de la violencia de pareja contra la mujer y estimaciones mundiales y regionales de la prevalencia de la violencia sexual fuera de la pareja contra la mujer 2000-2018”, es el mayor estudio sobre violencia de género a escala mundial que se hecho hasta ahora. Los datos extraídos de él no pueden mostrar la totalidad de la dimensión de la problemática ya que las víctimas por temor no denuncian en la mayoría de los casos, aun así, los datos recabados son escalofriantes, pues muestran que los ataques físicos y/o sexuales perpetrados la pareja son la violencia más frecuente que sufren las mujeres, siendo un total de 641 millones de mujeres las víctimas de esta violencia brutal. Aunque cabe señalar que estos números extraídos del macro estudio citado no incluyen el impacto del COVID-19 sobre ello, así actualmente ese dato podría ser sustancialmente mayor.  Por su parte, la directora ejecutiva de ONU Mujeres, durante la conferencia de prensa de la presentación del estudio, destacó la juventud de las víctimas y victimarios.

Como ya es costumbre, voy a cerrar el artículo con una cita. Esta vez del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus en una conferencia de prensa donde recordó que la violencia contra la mujer está presente en todas las culturas y destacó el preocupante aumento durante esta pandemia del coronavirus: 

Sin embargo, no disponemos de vacunas para ponerle freno, sólo podemos hacerle frente si los gobiernos, las comunidades y las personas adoptan medidas y las integran plenamente con el fin decambiar actitudes perjudiciales, mejorar el acceso a las oportunidades y los servicios para las mujeres y las niñas y fomentar las relaciones saludables y de respeto mutuo”, dijo.

Artículo publicado originalmente en: https://nuevarevolucion.es/hartas/

Artículo escrito por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

ENDOMETRIOSIS: cómo los mitos entorno a la menstruación afectan gravemente a la salud integral y la fertilidad de las mujeres

El presente artículo está basado en la información publicada por el portal de información y divulgación científica https://theconversation.com/es entre los meses de marzo y junio de 2020 y abril del 2021. Se tratan de tres magníficos artículos sobre endometriosis y adenomiosis. Los detalles de las fuentes están recogidos en la parte final de la columna para quien desee consultarlos de primera mano.

Hace tiempo que quería abordar este tema pues tengo varias mujeres de mi alrededor afectadas por esta enfermedad, lo cual me lleva a pensar que es una enfermedad común en mujeres en edad fértil, y de hecho a la hora de investigarla los datos que se tienen sobre su prevalencia en este grupo de población así lo avalan. Sin embargo, hace tan solo unos pocos años se ha empezado a hablar de ella, lo que ha propiciado que en los últimos años las afectadas por ella hayan comenzado a salir a la luz para denunciar lo que les sucede, y es ahora cuando sobre todo gracias a plataformas y asociaciones de mujeres, y al activismo feminista, que se han unido para que de una vez por todas se las escuche, pues como suele ocurrir en todo lo que afecta a la salud, vida y vivencias de las mujeres, la endometriosis ha estado invisibilizada durante demasiados años, porque no se ha escuchado ni hecho caso a las mujeres afectadas por ella haciendo que demasiados millones de mujeres de todo el mundo tuvieran una pésima calidad de vida, sin tratamientos médicos en condiciones e ignoradas en muchos casos durante demasiado tiempo.

Uno de los motivos por lo que esto es y ha sido así es porque todo ello se metía bajo el paraguas del mito de que la menstruación duele. No es que la menstruación duela, de hecho, no lo hace, ni ha de hacerlo, pues cuando produce dolor y encima es de tal grado que resulta incapacitante es porque algo va mal y es preciso hacer las pruebas adecuadas que permitan diagnosticar la enfermedad para poder tratarla.

El mito históricamente extendido de que la regla duele es porque este dolor era/es provocado en gran medida por la endometriosis que han padecido millones de mujeres pero que en vez de que la medicina se ocupara de investigarla, se obvió y normalizó porque es algo que se produce sobre todo durante las menstruaciones y claro, esto es algo “de mujeres”; o durante las relaciones sexuales y “bueno, es que las mujeres algunas son frígidas”, o no les gusta el sexo, o usan de excusa que “les duele” para no tener sexo, o se las etiquetado con el famoso trastorno del “vaginismo” que ciertamente existe pero que no siempre detrás de un dolor agudo durante el coito o durante la menstruación del que las mujeres se quejan tan amargamente tiene que ver con los casos que anteriormente he mencionado, sino que muy probablemente fueran/sean casos de endometriosis pero en vez de investigar y tratar a estas pacientes se las embutía/embute a pastillas o se las derivaba al psicólogo o al psiquiatra “porque todas sabemos que las dolencias de las mujeres se curan con tratamiento psiquiátrico, ambulatorio o con sobre medicación, porque estamos locas”(nótese mi ironía).

Por lo que, por favor, de una vez por todas, profesionales de la medicina y salud pública, cuando las mujeres nos quejamos de dolores, sean los que sean, no es por nada, sino que es por algo, porque no estamos locas y sabemos muy bien discernir cuando un dolor es producido por algo normal, y cuando no lo es. Tan solo nos escuchan cuando ya se han producido complicaciones mayores como la infertilidad y entonces ya es muy tarde.

¿Qué es la endometriosis?

La endometriosis es una enfermedad ginecológica que padecen entre el 10 y el 15% de las mujeres en edad fértil (alrededor de 200 millones de mujeres en todo el mundo, 1 de cada 10). La endometriosis se produce por un crecimiento anormal de tejidos del interior del útero (tejido endometrial) que se crean y crecen fuera de donde debiera normalmente. Estos puntos donde suelen producirse estas anomalías son a menudo en la cavidad peritoneal y en menor frecuencia en otros órganos cercanos.

El útero posee varias capas, la más interna de ellas es la que envuelve el útero por dentro y debe permitir la implantación del embrión a su llegada al útero desde las trompas de Falopio, además alimenta al embrión hasta la formación de la placenta. Cuando no se produce un embarazo, esta capa (endometrio) es expulsada (menstruación).  Este sería el proceso natural y normal, pero no siempre sucede así. Hay casos que quedan restos de menstruación por expulsar y éstos son depositados en las trompas de Falopio o en el interior de la pelvis. Este proceso anormal es lo que hace que el endometrio crezca en órganos que no son el útero, creando así tejido endometrial en sitios en lo que no debería haberlo. Esto es la endometriosis.

Normalmente estos tejidos endometriales ocupan los órganos más cercanos al útero, como los ovarios, las trompas de Falopio, la vejiga, etc. acarreando otros problemas secundarios derivados de este crecimiento del tejido endometrial en los órganos que se ven invadidos por tejido extraño como son los calambres y dolores agudos en cada menstruación ya que estos tejidos endometriales anómalos también sangran durante el periodo y suelen desencadenar una reacción inflamatoria en la zona afectada que contribuye también a la intensificación del dolor, llegando en ocasiones a producir dolores tan fuertes como los de las contracciones del parto. Por esto las mujeres que los padecen asocian de manera errónea estos dolores con dolores menstruales, y lo que es peor, los profesionales médicos también lo asocian, sin pensar que es posible que algo va mal y que es necesario hacer pruebas para ver qué está pasando. De ahí que tengamos que romper con ese mito de que la regla duele, y que es posible que duela intensamente como para incapacitarnos, porque rotundamente esto no es cierto. Así que si tenemos dolores menstruales intensos debemos acudir e insistir en que queremos que nos hagan pruebas pertinentes.

Entre los síntomas más frecuentes que produce la endometriosis están los dolores intensos e incapacitantes durante la menstruación, y durante las relaciones sexuales, así como en la zona de la pelvis, en cuyos casos imposibilitan el poder llevar una vida normal; además de estar detrás del 30% de casos de infertilidad femenina.

El diagnóstico de la endometriosis suele requerir la realización de pruebas quirúrgicas (biopsia) por laparoscopia ya que estas pruebas permiten comprobar de manera macroscópica las muestras de tejido y poder así confirmar el diagnóstico, pero para determinar qué grado de severidad presenta la paciente se deben de determinar y evaluar el número de lesiones existentes, cuánto tejido endometrial anormal existe, así como su extensión y la localización en la que encuentran. Además, muy importante, cabe puntualizar que el grado de severidad de la endometriosis no siempre está relacionado con el grado de intensidad del dolor que provoca pues hay mujeres afectadas por endometriosis leves que padecen dolores muy fuertes, mientras otras con endometriosis de severidad no. Como consecuencia las mujeres pasan por un periplo de alrededor de 6 consultas para que sean derivadas finalmente a ginecología y el diagnostico puede llegar a tardar una media de 7 años. Algo que resulta vergonzoso pues con un buen examen pélvico y con pruebas de imagen realizadas por personal de ginecología especialista en endometriosis podrían diagnosticar la enfermedad sin tanto calvario para las mujeres. 

La prueba determinante para diagnosticar con certeza la endometriosis es hacer una prueba quirúrgica por laparoscopia introduciendo una cámara microscópica a través del abdomen que permite ubicar dónde están las lesiones y así poder estudiarlas adecuadamente para emitir un diagnóstico certero.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento éste se dirige a paliar los dolores agudos para poder sobrellevarla, y a combatir la infertilidad que en muchos casos produce esta enfermedad. Tratamientos tales como la prescripción médica de analgésicos, y/o terapia hormonal con anticonceptivos. En los casos graves generalmente se recurre a la cirugía para retirar los tejidos endometriales más afectados por la enfermedad. Y también la fisioterapia vaginal para el control del suelo pélvico con el fin de que las mujeres puedan controlar el dolor.

Factores de riesgo

Actualmente aún es un gran enigma el por qué se produce la endometriosis a pesar de que ésta afecta a un elevado número de mujeres y cuyas consecuencias para ellas y sus vidas son terribles, aunque recientemente profesionales médicos han descrito que pudiera estar asociado a determinados factores ambientales, inmunológicos y genéticos, lo cierto es que la escasa financiación y recursos destinados a la investigación de la endometriosis no ayuda a encontrar respuestas, tan solo se tienen ciertas hipótesis pero nada más. Nada que realmente expliqué el por qué o cómo prevenirla. 

En una publicación para “Human Reproduction Update” (https://academic.oup.com/humupd/article/26/2/214/5765414?login=true) fechada en febrero de 2020 escrita por el mismo equipo de investigación que ha escrito uno de los tres artículos en los que está basada la presente columna, propone una posible hipótesis de cuáles podrían ser las causas y el origen de la endometriosis, la cual plantea que la exposición en la etapa prenatal a una serie de factores podrían explicar el por qué en la edad adulta la mujer desarrolla esta enfermedad. Existen dos tipos de factores principalmente:

Factores químicos

Se ha observado en diferentes estudios que existe cierta relación entre la exposición a los contaminantes químicos medioambientales en la etapa prenatal y el desarrollo de alteraciones en el aparato reproductor femenino en la edad adulta, ya que estos contaminantes interfieren en la función hormonal.

Entre los contaminantes químicos medioambientales destacan:

Ftalatos, usados en perfumes, desodorantes, jabones, champú, cosméticos…

Parabenos, conservantes usados como conservantes en los cosméticos

Fenoles, aditivos en jabones, pastas de dientes, lociones para la piel, entre otros

Organoclorinas, presentes en insecticidas y pesticidas

Bisfenol-A, compuesto del plástico

Además, en mujeres con endometriosis, se han encontrado asociaciones frecuentes de altos niveles de disruptores endocrinos: estos disruptores endocrinos son sustancias químicas que pueden alterar el equilibrio hormonal y por lo tanto generan interrupciones o alteraciones en ciertos procesos fisiológicos que están controlados por hormonas. Hablamos de interruptores endocrinos, es decir, sustancias contaminantes, que pueden provocar infertilidad entre otras cosas.

Factores microbiológicos

Estos son los que están basados en una posible contaminación del aparato genital femenino con la microbiota fecal, ya que la distancia entre el ano y la vagina en la edad infantil es mucho más corta que en la vagina adulta y esto favorece dicha contaminación, que a su vez provoca una pérdida del equilibrio microbiológico de la microbiota cérvico-vaginal y que a sí mismo puede provocar una desregulación crónica del sistema inmunitario que generaría posiblemente una endometriosis posterior.

Endometriosis e infertilidad

He mencionado antes el falso mito de que la menstruación es dolorosa, y una de las consecuencias que este falso mito genera es que como está tan normalizado, (social e incluso médicamente), las mujeres no piensan que algo está yendo mal en su endometrio, y es solo cuando tratan de quedarse embarazadas y acuden a la cita médica es cuando descubren que padecen endometriosis, la cual en muchas ocasiones les genera una infertilidad, y es en ese preciso momento en el que son diagnosticadas con endometriosis.

El motivo por el que la endometriosis genera infertilidad es porque el crecimiento anormal de tejido endometrial afecta al correcto funcionamiento de los ovarios y puede producir obstrucción las trompas de Falopio, además la inflamación que genera la endometriosis perjudica la calidad de los óvulos e incluso puede llegar a impedir la implantación correcta del embrión en el útero (el endometrio es el revestimiento interno del útero, cuya función es permitir la implantación del óvulo fecundado cuando se produce el embarazo). Por eso alrededor del 50% de las mujeres con endometriosis se ven obligadas a recurrir a la reproducción asistida, la cual tampoco garantiza poder llegar lograr un embarazo y llevarlo a término con éxito.

Adenomiosis 

Si existe un desconocimiento bastante generalizado sobre la endometriosis, el desconocimiento sobre la adenomiosis es aún mayor, (los artículos de investigación publicados sobre la adenomiosis no supera el 10 % de los publicados sobre endometriosis), algo que resulta paradójico pues ésta es una enfermedad ginecológica muy frecuente (se estima que entre un 20- 35% de mujeres en edad reproductiva está afectada por esta enfermedad).

La adenomiosis, en muchos casos no causa síntomas que den la voz de alarma o por el contrario solo suele provocar molestias leves. Pero, sin embargo, en otros casos, sí provoca fuertes dolores pélvicos, abundante sangrado uterino, dolor intenso durante la menstruación, además de relaciones sexuales dolorosas y problemas de infertilidad llegando incluso a la esterilidad. Así que no estamos ante una enfermedad menor ya que se trata de una enfermedad crónica que merma de manera importante la calidad de vida de las mujeres y que repercute en su bienestar físico y psíquico.

¿Qué es y cómo se produce la adenomiosis?

La adenomiosis se da cuando células del endometrio penetran en el interior de la pared muscular del útero, y allí siguen funcionando de igual modo que harían en su lugar natural. Estas células endometriales desplazadas de manera anormal a la pared muscular del útero, aumentan y se degradan (por efecto de las hormonas del ovario) y producen un intenso dolor y abundante sangrado en cada ciclo menstrual.

De forma natural y normal, en mujeres en edad fértil, todos los meses el endometrio se prepara para un posible embarazo, pero si no lo hay el endometrio se desprende del óvulo y eso es a lo que llamamos menstruación. Pero cuando una mujer tiene adenomiosis, ese tejido endometrial aparece en el músculo de la matriz. Lo que diferencia a ambas patologías es que, en caso de padecer endometriosis, el endometrio también se implanta fuera de su lugar habitual, pero éste lo hace casi en cualquier parte del organismo (en recto, ovarios, vejiga, hígado, apéndice, etc.) mientras que, en el caso de la adenomiosis, lo hace en el músculo de la matriz. Así que podríamos decir que la adenomiosis es una forma de endometriosis.

Los síntomas de la adenomiosis se parecen mucho a los asociados a otras enfermedades ginecológicas como los miomas uterinos, o no ginecológicas como el síndrome de colon irritable. Es por esto que un elevado número de mujeres que la padecen se las diagnostica muy mal y tarde, o incluso nunca se las diagnostica con adenomiosis por lo que nunca llegan a recibir el tratamiento adecuado.

Para un correcto diagnóstico hacen falta dos cosas, uno, herramientas adecuadas de diagnóstico, y dos, profesionales de la salud de la mujer debidamente formados y cualificados para ello. Hoy en día se disponen de herramientas nada invasivas pero muy precisas para la detección de la enfermedad, como son la ecografía transvaginal y la resonancia magnética nuclear. Pero, de nada sirven estas técnicas de diagnóstico si no tenemos en la sanidad pública las y los profesionales sanitarios especializados en enfermedades de la mujer y en su cuidado específico. Al hilo de esto quiero referir a la columna que escribí el pasado mes de octubre sobre la salud de las mujeres (https://nuevarevolucion.es/ni-locas-ni-histericas-la-salud-integral-de-las-mujeres/) y cómo el infraconomiento y la escasa inversión en el estudio de cómo las patologías afectan de manera diferente a hombres y mujeres, y en patologías específicas (como estas de las que estamos hablando) propias que afectan a la salud de las mujeres hacen que todo ello repercuta terriblemente en la salud integral de las mujeres, por lo que es necesario que de una vez por todas la perspectiva de género y que las políticas de igualdad lleguen a la sanidad para mejorar la investigación, la atención sanitaria y la calidad de vida de las mujeres, porque hablamos de salud, y nos va la vida en ello (a las mujeres ya que somos sobre las que menos estudios específicos se realizan). No puede existir una única medicina, un único tratamiento, pues hombres y mujeres somos bilógicamente diferentes y las enfermedades no nos afectan por igual, habrá casos en los que sí, pero hay otros casos, otras patologías que deben ser investigadas y abordadas atendiendo a las diferencias biológicas de los sexos. 

El tratamiento más adecuado para la adenomiosis, suele variar dependiendo de la edad de la paciente, el grado de dolor que padece, los síntomas que presenta y si desea ser madre o no, y ha de abordarse de manera multidisciplinar. Cabe señalar que, al llegar la menopausia esta patología suele remitir por eso es importante tener en cuenta en qué momento vital se encuentra la mujer.

Existen tratamientos médicos con antiinflamatorios no esteroides y con medicamentos hormonales; también están los tratamientos con cirugía muy invasiva como la histerectomía (extirpación del útero) que se realizan cuando los síntomas son muy graves y tras haber fallado todos los tratamientos que se han probado previamente.

La salud que merecemos las mujeres

Algo que me dejó perpleja a la hora de leer e investigar para escribir esta columna, es que cuando cayó en mis manos la principal fuente de información en la que la he fundamentado es que uno de los autores de la investigación denunciaba que “los fondos dedicados a investigar esta enfermedad son escasos. Como muestra del escaso interés en la investigación sobre esta enfermedad, cabe destacar que el número de artículos científicos recogidos en Pubmed de la National Library of Medicine sobre “endometriosis” a finales de mayo de 2020 era de 27.958. A efectos comparativos, muy por debajo de los correspondientes a “in vitro fertilization” (47.604) o “dermatitis” (122.762). Lógicamente el número de artículos publicados en cada campo de investigación está relacionado con la cantidad de recursos invertidos en ese tema. De hecho, nuestro grupo de investigación carece de financiación pública al habernos sido denegados varios proyectos presentados sobre este tema en convocatorias nacionales y regionales”. 

Bajo ese cajón desastre de “es una enfermedad solo de mujeres”, se invisibiliza y silencian estas enfermedades (y tantas otras), como si fueran un mal menor o como si no afectaran a una cantidad importante de personas, algo que es asombroso pues cuando hablamos de enfermedades “de mujeres”, o problemas “de mujeres”, hablamos de algo que afecta al 52% de la población mundial nada más ni nada menos. Es como si se le restara importancia “por ser algo de mujeres” mientras que cuando son problemas de hombres se les da automáticamente una importancia universal y no son solo y únicamente “algo de hombres”. Supongo que ello es debido a que durante siglos la medicina, la ciencia y la investigación ha estado en manos masculinas y todo pasaba por ese sesgo androcentrista que obvia a las mujeres y su biología, como si estudiando a los hombres se nos estudiara también a nosotras, pero por suerte en las últimas décadas las mujeres se están incorporando a todos estos ámbitos y ello está propiciando una apertura de miras más amplia que aborde las realidades biológicas de ambos.

La mujeres que padecen estas dos enfermedades no solo tienen peor salud y ven afectadas sus menstruaciones sino que hablamos de un problema de salud que las impide hacer vida normal, y no solo a la hora de querer ser madres, también en su día a día, ya que estas pacientes suelen presentar altos índices de absentismo laboral derivado de los dolores fuertes e intensos que sufren y que a su vez repercuten en su salud mental, por algo a lo que encima se le resta importancia “Vamos es solo la regla, no será para tanto”, se les dice, entre otras frases manidas que denotan una ignorancia y sexismo brutales.

Estas mujeres son uno de los grupos de pacientes olvidados por el sistema sanitario. En España, las comunidades autónomas en su inmensa mayoría no tienen unidades específicas de endometriosis con profesionales cualificados que puedan tratarla. Esto conlleva graves consecuencias a nivel psicológico para las enfermas, pues vivir con dolor crónico es realmente incapacitante, y muchas acaban desarrollando una depresión, por no hablar lo que en muchos casos supone para una mujer que desea ser madre no poder serlo. Pero lo peor es que se avanza en la investigación y tratamientos de otras enfermedades y en cambio la endometriosis y la adenomiosis a pesar de su amplia prevalencia dentro del sexo femenino sigue sin tener financiación para su investigación y esto hace que aun a día de hoy no se sepa cuál es realmente el desencadenante de las enfermedades y como tratarlas. Por eso las millones de afectadas, de todo el mundo, se unen en asociaciones de mujeres que las padecen y claman por darles visibilidad e instar a crear guías profesionales para personal sanitario y médico, para crear unidades específicas dentro de la ginecología con profesionales formados adecuadamente y sobre todo para la dedicación de fondos suficientes para su investigación, porque sin todo esto es imposible tratarlas adecuadamente y están mucho más lejos de poder ser curadas.

Para finalizar, como ya es costumbre, cierro el artículo con una frase, esta vez de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis de Cataluña: “Si todas las mujeres afectadas por endometriosis del mundo formaran un país, sería el séptimo mayor del mundo”.

Fuentes:

https://theconversation.com/una-posible-explicacion-al-origen-de-la-endometriosis-139334

https://academic.oup.com/humupd/article/26/2/214/5765414?login=true

Autoría: María del Pilar García Peñarrubia (catedrática de Inmunología, Universidad de Murcia), Antonio J. Ruiz Alcaraz (profesor asociado, Universidad de Murcia), y María Concepción Martínez-Esparza Alvargonzález (profesora titular de Inmunología, Universidad de Murcia).

https://theconversation.com/endometriosis-una-enfermedad-dolorosa-infradiagnosticada-132034

Autoría: Eva M. Galán Moya  Bióloga molecular e investigadora del Grupo de Oncología Trasnacional del Centro Regional de Investigaciones Biomédicas, Universidad de Castilla-La Mancha.

https://theconversation.com/adenomiosis-la-hermana-pequena-de-la-endometriosis-158468

Autoría: Francisco Carmona Herrera (miembro del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi Sunyer – Hospital Clínic Barcelona / IDIBAPS y profesor de Ginecología, Universitat de Barcelona).

Artículo originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/endometriosis-como-los-mitos-entorno-a-la-menstruacion-afectan-gravemente-a-la-salud-integral-y-la-fertilidad-de-las-mujeres/

Artículo escrito por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.

Violencia de género en la tercera edad

El 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes aparecía en un programa de Canal Sur contando en primera persona el infierno que vivía desde hacía 40 años en casa con su marido. El 17 de diciembre, solo 13 días después de su testimonio en televisión era asesinada quemada viva a manos de él. El caso de Ana Orantes fue un punto de inflexión, un antes y un después en cuanto a la violencia dentro del matrimonio. Una realidad invisibilizada y silenciada durante demasiados decenios y siglos, en los que las mujeres, hijos e hijas eran víctimas silenciosas de la ira de padres coléricos y violentos que podían hacer con sus parejas lo que les viniera en gana sin consecuencia alguna. Como resultado de esto, mujeres pasaban y han pasado 30, 40, 50 o 60 años de palizas, vejaciones y malos tratos hasta el punto de normalizado y aceptar esta manera de existir cual condena perpetua porque en un tiempo hombres y mujeres se casaban para toda la vida, y atreverse a retar a la norma social tradicional imperante era motivo de repudio, sobre todo para las mujeres; por ello, miles de ellas han perdido sus vidas a manos de sus maridos –literalmente. Afortunadamente hoy en día cada vez son menos las mujeres que “aguantan”, y más las que se separan o se divorcian del maltratador, no sin pasar un calvario antes, durante e incluso tras la separación. 

A día de hoy la violencia de género en nuestro país ha alcanzado cifras de terrorismo puro. Una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja cada 6 días, y lo peor es que hemos llegado a normalizarlo. Esta primera semana de abril hemos vivido 3 días nefastos en los que han asesinado a dos mujeres, un menor de 11 años a manos de su padre, una niña de 14 años ha sido asesinada por su acosador y otra de 17 ha sufrido una brutal paliza a manos de su novio que no le ha dejado ni un solo trozo de piel sin un moratón. 

Casi todos estos casos suelen ser habitualmente de parejas muy jóvenes o de mediana edad, pero en cambio existe otro tipo de parejas/ex parejas de las que no se habla tanto, y no es porque no existan, es sencillamente porque están invisibilizadas por las características propias de las mismas. Son los casos de violencia de género en parejas/ex parejas de la tercera edad. Estos casos no están tan al orden del día porque las mujeres educadas aun en la “vieja escuela” del matrimonio, callan y jamás denuncian o se divorcian; pero no es porque no se produzcan, de hecho, según estudios y datos estadísticos, revelan un elevado porcentaje que se oculta tras el silencio de las mujeres mayores víctimas de violencia de género.

Hubo una presentadora, Paz Padilla, a quien una tarde en un programa de máxima audiencia se le llenó la boca al hacer un alegato sobre que “el amor todo lo puede”. No sé si esta mujer era consciente del mensaje que estaba lanzando pero era tan peligroso como preocupante pues por culpa de ese falso mito miles de mujeres que lo han escuchado machaconamente han permanecido en relaciones matrimoniales abusivas y violentas haciéndolas incapaces de dejar a sus maridos tras más de 30 años de matrimonio y para cuando son conscientes de ello, se encuentran que tienen 75 años sino más y sin fuerzas o capacidad para separase de su maltratador lo que hace que sus años de vejez los pasen con sus maltratadores enfermos ya de los cuales ellas se convierten encima en sus principales cuidadoras. Por eso, no se pueden hacer según qué comentarios en pro del “amor” romantizando el sufrimiento pues son mensajes muy potentes que perpetúan falsas creencias que tienen consecuencias nefastas para las mujeres.

La problemática de la violencia de género en mujeres de la tercera edad reside en que es sostenido en el tiempo lo que lo convierte en un problema estructural y sistémico. En la mayor parte de los casos, estas mujeres comenzaron su relación de pareja (noviazgo) en una época en la que la situación social y política del país estaba subyugada al franquismo que adoctrinaba a hombres y mujeres en valores matrimoniales tradicionales y ultra católicos en los que la mujer era sumisa y cuya única función era ser buena madre y amante esposa, mientras que los hombres eran los cabezas de familia que ejercían su autoridad y control sobre todos los miembros de la familia. De ahí que la violencia se sufriera en silencio, estuviera normalizada y que cada vez el marido se tornara más abusivo con el paso de los años.

La violencia de género en las mujeres mayores: silencio y vulnerabilidad

Todo acto de violencia basada en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. Así define la violencia de género la ONU. Ósea, todo aquel acto que atenta contra los derechos humanos de una persona por razón de sexo, es decir, por nacer mujer.

Las personas de la tercera edad, todas, ya de por sí son especialmente vulnerables por diferentes motivos vinculados a la edad: dependencia, discapacidad, enfermedad… Pero esta vulnerabilidad se dobla en el caso de las mujeres, por razón de sexo y además por edad avanzada.

En el caso de las mujeres mayores de 65 años la discriminación por razón de sexo experimentada es mayor que en las mujeres jóvenes, pues en ellas se junta además de la discriminación por sexo, la discriminación por edad que es mayor que en los hombres mayores. Ya sabéis, las mujeres a partir de cierta edad ya son viejas, y en cambio los hombres son “maduritos interesantes”. Esta doble discriminación es la base bajo la que se cimenta la invisibilidad de la violencia de género contra mujeres de la tercera edad.

La violencia de género, sea cual sea la edad de la mujer víctima, puede ejercerse de diferentes formas: violencia psicológica, física, sexual, económica… Entonces si todas la sufren ¿por qué está más invisibilizada en las mujeres mayores? La respuesta es por razones culturales, sociales y por la educación recibida en tiempos pasados, en los que la violencia dentro del matrimonio estaba normalizada, justificada y era visto como algo íntimo y privado que sucedía de puertas para dentro. Era asumido por el conjunto de la sociedad como algo natural pues la mujer, hijos e hijas eran propiedad del marido para tratarlos y hacer con ellos lo que él quisiera sin que nadie cuestionara esa “autoridad” masculina. Además, las mujeres de este rango de edad, recuerdan vivir en España cuando no existían leyes contra la violencia de género ni éste era considerado como un problema que erradicar. De hecho, muchas de las mujeres de estas edades recuerdan haber ido a una comisaria a denunciar los malostratos y la policía decirles que volvieran a su casa con su marido, y si no lo han vivido ellas conocen a alguna mujer que sí ha tenido vivencias de este tipo.

A este silencio por parte de las mujeres mayores, se le suma que en muchas ocasiones las víctimas no tienen acceso a tanta información como las mujeres jóvenes en cuanto a recursos a los que acudir, además de padecer a veces problemas de movilidad, de dependencia, entre otros problemas de salud, que impiden que puedan comunicarse de manera apropiada, lo que hace que no sean creídas (esto sucede mucho en mujeres con problemas de demencia o con alzhéimer).  Además, por parte de los profesionales de la salud se hace difícil también su detección porque a veces las lesiones que presentan en consulta pueden ser consideradas como propias del proceso de envejecimiento (la facilidad de aparición de hematomas en la piel, por ejemplo).

También juegan un papel importante los medios de comunicación, ya que a menudo éstos asocian los casos de violencia de género con mujeres muy jóvenes o de mediana edad, invisibilizando así a las mujeres de 65 o más años a quienes rara vez por no decir nunca se les da espacio para contar sus testimonios. Tampoco las campañas de sensibilización y prevención de la violencia de género están dirigidos a este grupo de mujeres.

A parte, por su educación y el contexto social que les tocó vivir, estas mujeres sienten que tienen que aguantar por su familia, por no romperla, por no hacer daño a sus hijas/os, por proteger al marido y padre, por no mencionar el temor a enfrentarse a todo un proceso doloroso y traumático para ella misma, que la va a llevar a tener que rehacer su vida a una edad en la que no se sienten ya capaces para todo lo que esto conlleva. 

Por otro lado, cabe mencionar que a todo esto hay que añadir que para estas mujeres los malostratos están tan naturalizados y normalizados tras tantos años de violencia que no son conscientes de ello y no se reconocen así mismas como víctimas de violencia de género. Estas mujeres tienden a minimizar los episodios violentos, o los justifican como explosiones de ira derivados del estrés. Por eso con ellas es tan importante el trabajo psicológico de una buena terapia que las haga tomar consciencia, ver su situación real y querer salir de ella.

De hecho, los datos son abrumadores (más abajo están citados varios estudios), de los cuales unas de las principales conclusiones que se pueden extraer es que los casos de mujeres víctimas de violencia de género (pareja, o expareja) es mayor en mujeres mayores de 65 años que entre las mujeres jóvenes y con mayor duración a lo largo del tiempo siendo la media de unos 40 años de violencia: el 78% de la violencia de género en esta franja de edad es sufrida dentro del matrimonio; en el 75% de los casos violencia psicológica y un 56% soporta relaciones sexuales sin su consentimiento (violaciones dentro del matrimonio).

Estudios, datos, y estadísticas: la realidad de la violencia de género en mujeres de la tercera edad

El estudio realizado por Cruz Roja Española junto con la Universidad Carlos III de Madrid del año 2019, “Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género”, encargado por Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, dentro del marco del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer y del Pacto de Estado en Materia de Violencia de Género, estudio que se hizo por encuesta a mujeres de edades entre 65 y 83 años que estaban siendo atendidas en ese momento por el servicio ATENPRO y que eran víctimas de violencia de género o había sospecha de que podían estar siéndolo,  arrojó datos escalofriantes en cuanto a la situación de las mujeres víctimas de violencia de género en la tercera edad.

El análisis de los datos recabados reveló que la mitad de las encuestadas sufrían violencia psicológica, física, aislamiento social y/o violaciones dentro del matrimonio. De ellas, el 40% afirmó que estas violencias se prolongaban durante más de 40 años.  Este dato tiene su correspondencia con otro de la Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer (2019) en el que queda claramente patente que las mujeres víctimas de violencia de género mayores de 65 años acuden en mucha menor medida a los servicios de ayuda especializados: de todas ellas solo el 33,8% lo hizo, en cambio en víctimas menores de 65 el porcentaje fue del 46,8%.

De las mujeres encuestadas para el estudio, los problemas más graves que afrontan son los de tipo económico (dependencia del marido, pensiones muy bajas, etc.) en un 61%, es decir, 6 de cada 10 eran “tuteladas” económicamente por el marido, lo que las impedía comprar de manera independiente. El 55% dijeron él no les daba el dinero para gastos propios del hogar y que siempre tenían que ir a comprar bajo supervisión del marido; el 41% afirmó que el marido se apropiaba también del dinero de ellas incluso a un 31% el marido se apropiaba de sus bienes; y al 34% de las encuestadas no se las permitía trabajar y/o estudiar fuera del hogar. Todo ello convierte a estas mujeres en analfabetas funcionales en muchos casos lo cual es otro impedimento más para separarse del maltratador, algo que les provoca terror pues se ven indefensas y sin ningún tipo de recurso personal con el que hacer frente a la situación. 

Los problemas de violencia representan un 32% de los casos; además un 41% afronta problemas importantes de salud tanto de sí mismas como del maltratador al que encima tienen que cuidar y atender, y/o de otros familiares dependientes de los que han de encargarse ellas solas. 

Según este mismo estudio, el miedo está presente en un abrumador 98% de las mujeres mayores. De ellas, un 53% dijeron tener miedo constantemente. Pero un dato aún más escalofriante es que la inmensa mayoría de ellas dijo seguir con el maltratador a pesar de la violencia porque querían seguir vivas, de hecho, el 35% de ellas dijo haber tenido miedo a ser asesinada.

Si atendemos a las denuncias dentro de las mujeres de este rango de edad, encontramos que 51% de las mujeres encuestadas cuenta con una orden de protección, un 3% la ha solicitado, y un 42% la ha tenido.

Otras razones para no dejar al maltratador son el no tener otro lugar al que ir (un 32%), mientras que un 7% lo había intentado, pero no lo llevó a cabo por falta de apoyo familiar si finalmente se marchaba, y 3 de cada 10 dijo que antes no era como ahora, es decir que la violencia dentro del matrimonio estaba aceptada socialmente. 

Por otro lado, 32% de ellas pensaba que si se separaba del marido sus hijos/as sufrirían más que si se quedaba, y un 23% no abandonaba al maltratador porque psicológicamente estaban controladas por él y siempre que la agredía ella le daba otra oportunidad porque él afirmaba que cambiaría, mientras que otro 23% dijo que no abandonaba a su marido porque “se había conformado”. 

Por regla general, los episodios de violencia están vinculados a acontecimientos vitales importantes dentro de la pareja como así lo muestran los datos. De las mujeres encuestadas el 78% del total de episodios violentos los ha vivido dentro del matrimonio mientras que el 30% ya se produjeron en el noviazgo, otro 30% en el momento del nacimiento de las hijas e hijos, y el 43% de los episodios violentos van aparejados a los problemas económicos.

En concreto si hablamos de violencia física, las cifran son espeluznantes: el 50% ha sufrido más de dos tipos de lesiones físicas y el 25%, cuatro o más a la vez. Si vamos a datos más desgranados encontramos que el 78% ha sufrido tirones de pelo, y empujones; el 75% han sido abofeteadas o les han tirado objetos contundentes a la cabeza; el 63% han sido golpeadas con el puño o con algún objeto; el 50% han sido pateadas y/o arrastradas por el suelo; el 44% han sufrido amenazas con cuchillos, armas de fuego u otro tipo de armas; y el 30% han sido asfixiadas o han intentado quemarlas vivas. 

En cuanto a las lesiones sufridas como consecuencia directa de las agresiones, el 68% han tenido hematomas, cortes y/o rasguños; el 28% tiene lesiones en la vista y/u oídos; el 18% han tenido luxaciones, el 15% esguinces y el 12% han sufrido fracturas de huesos; el 11% han tenido heridas profundas y otro 11% han padecido lesiones internas.

Si atendemos a los hijos e hijas, el 70% de las encuestadas afirma que éstos han sido testigos de agresiones físicas y verbales; y el 19% de ellas dicen que como consecuencia de estas agresiones sus hijos/as han sido víctimas también de lesiones físicas graves en algún momento.

En relación a la violencia sexual, los datos son también tremendamente dramáticos. El 56% de las mujeres han sido violadas sistemáticamente dentro del matrimonio por miedo a sufrir violencia física si se negaban, mientras que el 30% manifestó haberse visto obligadas a realizar prácticas sexuales indeseadas que eran humillantes para ellas.

No menos dramáticos son los datos de la violencia psicológica: el 75% de las encuestadas ha padecido este tipo de violencia. La forma más frecuente de ejercer este maltrato se hacía a través de control (8 de cada 10) tanto sobre con quien iban, donde estaban y cuando salían hasta el punto de aislarlas de sus amistades y familiares, o bien eran tratadas con indiferencia o eran ignoradas sistemáticamente, incluso la mitad de ellas refirió que se las había llegado a prohibir hablar con otras personas, o expresar opiniones propias. Por toda esta presión psicológica las mujeres mayores que sufren violencia de género tardan una media de 26 años en solicitar ayuda.

Como resultado de todo este calvario prolongado la salud integral de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es nefasta como así corroboran los datos del estudio. Un 39% de las encuestadas consideraba que su salud era regular, mientras que el 31% dijo que era malo o muy malo. Como dato comparativo, cuando se comparó a estas mujeres con mujeres del mismo grupo de edad que no han sido víctimas de violencia de género se observó que las que sí la han sufrido superan en 5 puntos perceptuales al grupo de mujeres no víctimas en la valoración de su salud como mala o muy mala.

Si atendemos a la salud mental, encontramos que 7 de cada 10 mujeres mayores víctimas de violencia de género padecen depresión (el 32%), ansiedad (24%), estrés, angustia… Y de todas ellas, el 59% no recibe ningún tratamiento psicológico ni psiquiátrico.

Cómo combatir la violencia de género en la tercera edad y recursos

En el informe “La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”, elaborado por la profesora y Dra. antropóloga Carmen Meneses de la Universidad Comillas, en 2019, mediante entrevistas a 833 mujeres usuarias de los centros de mayores de la Comunidad de Madrid, reveló que la violencia de género en la tercera edad tiene un patrón que se repite, abusos psicológicos y físicos por más de 30 años que acaba por ser normalizado y naturalizado por la víctima, cuyo final suele ser o muerte natural del agresor o ellas huir de sus casa o de la residencia donde conviven con él.  Estas conclusiones demuestran que los datos recabados por el informe de Cruz Roja y la Carlos III para la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género también del año 2019 se corresponden con los datos del estudio de la Dr. Meneses.

Desde 2010 se ha producido un alarmante número de feminicidios en la tercera edad.

De las asesinadas en 2019, hubo mujeres de 78, 84, 90, 95, 67 y 60 años de edad, un 22% del total.

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Para poder dar ayuda y hacer accesible los recursos a las mujeres mayores, primero hay que tener en cuenta que para ellas conseguir dejar a sus maltratadores es diferente que para las jóvenes porque la realidad vital de unas y otras es radicalmente diferente. Precisamente porque no se tienen en cuenta estas diferencias es por lo que no les llega la ayuda y los recursos adecuadamente.

Una de las principales barreras que encuentran es que al ser mujeres mayores o muy mayores cuyas vidas están ya hechas, el marcharse de casa o de la residencia en la que conviven con sus maridos agresores para empezar de nuevo supone un mundo. A menudo ven que necesitan pedir ayuda a sus hijos e hijas para lograrlo, algo que no quieren para no ser una carga, ni tampoco quieren sentirse dependientes de ellos.  Por eso para ellas una gran fuente de ayuda a nivel de apoyo psicológico informal que las ayuda a soportar la situación tan penosa que viven a diario, es su red social que suele estar conformada por vecinas y amigas, muchas de las cuales pasan por las mismas vicisitudes en su matrimonio, pero ciertamente, los recursos de apoyo psicológico accesible y adaptado a estas mujeres son escasos.

La Dra. Meneses en su informe recabó datos muy reveladores a través de las entrevistas que realizó a las usuarias de las residencias de Madrid de los cuales se desprendió que en la gran mayoría de mujeres víctimas identificaban los gritos y los insultos como violencia machista; el 80% de las entrevistadas afirmó que la violencia de género en parejas mayores está oculta, en cambio más del 20% afirmó que la violencia que ejercían sus maridos contra ellas tenían que aguantarlo “por amor” y que era algo privado que no debía salir del espacio doméstico. 

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Pero no todo es tan negativo, entre tanta tragedia, una de las cosas positivas que se han conseguido últimamente es que dentro de las residencias de mayores haya un cierto compromiso por parte del personal de estar atentos a las señales que puedan indicar que una mujer está siendo maltratada por su marido y en consecuencia actuar para ayudarla a salir de la situación de violencia, ya que son estos lugares espacios ideales en los que poder detectar el maltrato más pronto que tarde. Por eso, también, es indispensable aprender a identificar las señales y para ello es importante hacer hincapié en la importancia de tener profesionales especializados en violencia de género, empáticos y pacientes para poder tratar a estas mujeres eficaz y debidamente. 

Por otro lado, un recurso al que poder derivar a estas mujeres o al que pueden acudir es la Comisión para la Investigación de Malostratos a Mujeres, (en Madrid), ya que es una de las pocas organizaciones que posee dentro de ella un departamento centrado en violencia de género en la tercera edad. Ofrece asesoramiento, ayuda, y salidas a su situación.

En la Fundación Luz Casanova, también con sede en Madrid, creó en 2019 un proyecto de atención integral y especializada a las mujeres mayores víctimas de violencia de género llamado “Mírame soy visible”. El proyecto nació a raíz de detectar que la atención a las víctimas mayores era escasa y que no se encontraban datos empíricos sobre su situación, a pesar de saberse que el número de víctimas era elevado, por ello contactaron con la Dra. Meneses, autora del informe anteriormente citado, para facilitarles los resultados de su informe que confirmaron las sospechas. Que la situación de las mujeres mayores víctimas de violencia de género es dramática.

(fuente La violencia de género en la pareja o en la expareja de mujeres mayores de 60 años”)

Con los datos en la mano, se crearon grupos de apoyo centrados en trabajar el desarrollo personal en los que poder trabajar la autoestima de las mujeres y la comunicación asertiva que las permitiera aprender a decir “no”, tener herramientas para defenderse sin tener en consideración su edad, aprender a identificar la violencia y a “desnormalizarla”. Grupos con profesionales sanitarios (personal médico, de enfermería, auxiliares, y sociosanitarios) formados en detección y tratamiento de casos de violencia de género, pero además especialmente en la que se produce en la tercera edad, y con perspectiva de género. Aunque el gran reto está en conseguir que estas especificidades entren dentro del currículo formativo de estos profesionales, así como dentro de los servicios sanitarios de atención primaria. 

Cabe mencionar que la Fundación Luz Casanova tiene otro proyecto desde 2017 dedicado a las mujeres mayores víctimas de violencia, proyecto “Hazte Visible, hazme visible” desde el cual se trabaja en dos líneas, una la sensibilización y detección de casos, y dos la atención a mujeres mayores en situación de violencia de género.

Siempre me gusta cerrar el artículo con una frase significativa, este lo voy a cerrar con un video. Es el video de la intervención de Ana Orantes en aquel programa de diciembre de 1997 que marcó un antes y un después dentro de la lucha contra la violencia de género y por el cual tenemos hoy la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que nos protege a todas de esta violencia específica que sufrimos solo por nacer mujeres, algo que a ella le costó la vida y que hoy más de 20 años después hay quienes desde sillones en el Parlamento español y alguno autonómico quieren derogarla para volver a épocas en las que las mujeres solo teníamos el callar y aguantar. NUNCA MÁS. 

Originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/violencia-de-genero-en-la-tercera-edad/

Artículo por: Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra.