El Trabajo Doméstico, de cuidados y del hogar, ES TRABAJO

Estamos a unos días del 8 de marzo y es de justicia dedicar atención, y tiempo a un tipo de trabajo que durante toda la Historia de la Humanidad ha sido ninguneado e infravalorado tan injustamente que resulta sonrojante. 

Todos y todas en algún momento hemos dicho eso de… Mi madre no trabaja, es ama de casa”. Pero vamos a ir por partes. Dentro del trabajo doméstico podríamos diferenciar dos grandes grupos: las trabajadoras que perciben salario y las que no. Simplemente, hago esta diferenciación para visibilizar mejor la situación de todas las mujeres y poder darles a cada una su sitio dentro del sector cuidados y del hogar, con el fin de que quede clara como es la cosa de avergonzante e injusta para todas ellas; primero como sociedad en su conjunto y segundo pero no menos responsable la del “sistema” político, social y económico que siguen sin hacer nada para solucionar esto. 

Vamos a empezar por hablar del empleo doméstico, de los cuidados y del hogar que sí está remunerado, pero no por estarlo está en mejor situación.

Según un informe del sindicato UGT del año 2019, el 44% de empleadas de hogar percibe menos de 717 euros/mes, un suelo 59% más bajo que el salario medio de otros sectores, y cuyo perfil es el de una mujer extranjera. 

No estoy desvelando ningún gran misterio si digo que la precariedad laboral tiene rostro de mujer, y ésta se vuelve aun peor si la mujer es una mujer inmigrante que trabaja en el sector del trabajo doméstico y de los cuidados. 

El citado informe de UGT arroja una serie de datos muy reveladores. Para no perder ni una coma del mismo, lo cito literalmente: “un sector muy feminizado en España y donde más del 42% del total de afiliadas al Sistema Especial de Empleados de Hogar son mujeres de nacionalidad extranjera. Un estudio con dos conclusiones demoledoras: El salario que perciben los trabajadores de este sector es un 59% inferior al salario medio bruto total y el importe medio de las pensiones es también el más bajo de todo el Sistema de la Seguridad Social”.

En cuanto a la brecha salarial, los datos tampoco son baladí, el informe, según datos de 2017, en este sector el salario bruto medio total en el empleo doméstico, es un 59% inferior al salario medio de todas los otros sectores de actividad. Pero eso no es todo, cuando hablamos de una jornada completa, estas empleadas reciben un 46,5% MENOS, y si la jornada es a tiempo parcial, hablamos de un 42% MENOS del salario bruto de lo que se percibe en otros sectores.

Si hablamos de las pensiones dentro del sistema especial de empleados/empleadas del hogar, sector cuidados y empleo doméstico, hablamos del más bajo de todo el sistema, donde el 70% de todas las/los pensionistas por jubilación precisan de complementos para poder cobrar la pensión mínima. 

Por tanto, urge, que el Gobierno de España ratifique ya, sin más demora, el Convenio 189 de la OIT sobre las trabajadoras y trabajadores domésticos. Resulta incomprensible que España no lo haya ratificado pues que somos el segundo de la Unión Europa personas trabajando en este sector de actividad.

La desprotección a la que se enfrentan estas trabajadoras es total y carecen de derechos que son fundamentales para cualquier persona que trabaja. España necesita abordar sin más demora, todas estas carencias de derechos que las trabajadoras sufren a diario. 

Entre las principales medidas a abordar se encuentra: prevención de riesgos laborales, un sistema de protección por desempleo, ingreso por cotización, que sea el empleador el encargado del alta en la Seguridad Social, eliminar la intermediación laboral por parte de las agencias de colocación, entre otras muchas medidas más. 

La sociedad debe de entender de una vez por todas que las empleadas del hogar están TRABAJANDO, aunque el centro de trabajo se las 4 paredes de una casa familiar. 

El Sistema Patriarcal en el que vivimos divide la vida en dos esferas, la pública y la privada. La pública llena de reconocimiento y de participación social, y la privada relegada al interior de las casas. Está claro a quienes pertenecen cada una en su mayoría. La pública está en gran medida reservada a los varones, mientras que la privada en su inmensa mayoría es para las mujeres. La pública representada por el trabajo remunerado y reconocido, y la privada a la que no se da ningún tipo de valor ni reconocimiento puesto que no se percibe sueldo alguno, digamos que es un trabajo que las mujeres llevan desempeñando desde el alba de los tiempos porque por mandato patriarcal es el que se les ha asignado, como si las mujeres naciéramos con “el gen del cuidado y limpieza” de serie, o al menos eso se han encargado de decirnos, que el hombre tiene el rol del ”proveedor”, y la mujer el rol de la “cuidadora de la prole”. Pues no, aprendemos esos roles desde la más tierna infancia, pero no me voy a detener en esto porque sería desviarnos demasiado, y a lo que vamos es ¿Por qué el trabajo que ocurre dentro de una casa, ya sea limpiando, cuidando y gestionando todo lo que ello implica, no está considerado trabajo ni está valorado, y aun cuando éste es remunerado, como en el caso de las empleadas del hogar y los cuidados, no se paga con justicia y es ninguneado, invisibilizado e infravalorado? La respuesta es simple. La alianza Patriarcado- Capital que oprime a todos y todas en general, y a las mujeres en especial. Decía Flora Tristán “Hay alguien todavía más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero”.

Actualmente en España hay 3.719.000 personas en el paro, pero si a esa cifra sumamos las 3.704.600 que están “inactivas” por dedicarse a cuidados del hogar entonces la cifra ascendería a 7.423.600 personas.

Pero paradójicamente toda esta carga de trabajo feminizado no remunerado ni reconocido como tal, por el contrario, genera gran cantidad de riqueza que es despreciada por la Macroeconomía cuando en realidad el trabajo doméstico, de los cuidados y del hogar representaría un 40,77% del PIB.

El trabajo que realizan las mujeres en la esfera privada de los hogares, ya sean remunerados en el caso de las trabajadoras domésticas, como el de las “amas de casa”, son unas tareas esenciales para que el funcionamiento de la sociedad pueda seguir su curso de forma óptima, y que sin los cuales la vida diaria, no sería posible; trabajo que en gran medida recae sobre las espaldas de las mujeres. Este trabajo sistemáticamente se subestima, así como el valor real de la producción económica que genera, como hemos mencionado anteriormente (el 40,77% del PIB), pues “el sistema” considera las tareas del hogar y los cuidados como “inactividad”, haciendo así que un trabajo que es realizado por millones de mujeres permanezca invisible y ninguneado.

Derivada de esta situación, nos encontramos con la razón por la que las mujeres ocupan el mayor porcentaje de los contratos parciales y temporales con la consiguiente precariedad, y es que la carga de los cuidados y del hogar las obliga a sub-emplearse en este tipo de empleos, con contratos precarios y que acaba por llevarlas al paro para poder dedicarse en exclusiva a los cuidados de la casa y la familia. Ya sabéis, aquello de “claro, de los dos, él es el que más gana, por eso hemos decidido que ella se quede en casa para cuidar a los hijos/as, familiares dependientes, etc.”

Por todo esto, en España, la vida laboral de las mujeres es sinónimo de precariedad, y no lo digo yo, lo dicen los datos: en términos de temporalidad y de parcialidad el mayor número de contratos lo concentran las mujeres. Según las cifras, los trabajos a tiempo parcial representan un 25% del total del empleo de las mujeres, mientras que para los hombres suponen apenas un 7% del total de sus contratos.

¿Cómo solucionar esta situación? 

En dos vertientes, una a largo plazo y otra a corto. A largo plazo como no puede ser de otra manera, mediante la EDUCACIÓN en IGUALDAD. La casa y las tareas/faenas/actividades/trabajo derivada de ella han de ser compartidas por toda la unidad familiar, y no solo por las mujeres. Hace más de 150 años que las mujeres fueron saliendo de la esfera privada del hogar y se fueron incorporando a la vida pública, ocupando cada vez más trabajos y espacios que son compartidos por mujeres y hombres, pero en cambio, la entrada de los varones en la esfera privada del hogar y la familia, no acaba de producirse. Es cierto que hay muchos hombres que sí se corresponsabilizan del cuidado de los hijos e hijas, y del hogar, pero aún no lo suficiente como para poder decir que hemos alcanzado la corresponsabilidad real. Para ello, desde la infancia hay que educar en la igualdad, la corresponsabilidad, la cooperación y el trabajo en equipo que es una familia; solo de este modo a las mujeres se las dejará de penalizar con la precariedad y la pobreza por querer trabajar fuera del hogar. Aun hoy las mujeres se enfrentan a la disyuntiva de ¿Trabajo o familia?, porque seamos realistas ¿cuántos hombres tienen ese dilema, ser padre o ser un buen profesional?

Por otro lado, a corto plazo, necesitamos medidas YA. La primera, la consideración por parte del Estado de esta actividad como generadora de riqueza, con las consiguientes medidas que corrijan toda la situación actual de desigualdad.

El Gobierno español tiene que implementar políticas públicas que garanticen de una vez por todas la corresponsabilidad real. Medidas concretas que desde el Feminismo llevamos reclamando desde hace décadas: la creación de una red de escuelas públicas infantiles para menores de 0 a 3 años, y un sistema de servicios públicos para los cuidados correctamente dotado económicamente; la equiparación de las pensiones, también las no contributivas, normalmente ocupadas por mujeres, a un mínimo de suficiencia vital para que mujeres que han dedicado su vida al cuidado del hogar y la familia, tengan una vida digna en la vejez.

En cuanto a las empleadas del hogar, cuyo perfil además es el de una mujer migrante, uno de los primeros compromisos que debe adquirir el Gobierno español es la lucha contra la economía sumergida que lleva a la exclusión a colectivos precarios y feminizados como el de las trabajadoras domésticas y que necesitan de una regularización inmediata de la situación administrativa de aquellas personas migrantes que trabajen en servicios de cuidados  y ocupaciones declarados esenciales, y equiparar el sistema especial de empleadas de hogar con el Régimen General para que, además de tener derecho al desempleo, adecúen las cotizaciones a sus ingresos reales para una mejor protección en la etapa pensionista; así como la Ratificación del Convenio OIT 189.

Desde el Feminismo, demandamos que se refuercen de forma adecuada todos los servicios públicos sociales, sanitarios, educativos y de cuidados, algo que a día de hoy no se está dando ya que éstos servicios públicos se encuentran en gran medida en manos de empresas privadas como EULEN, CLECE, etc. quienes priorizan beneficios económicos para su empresa y cuyo mal funcionamiento y  la mala financiación pública trae consecuencias que recaen sobre las mujeres, puesto que somos nosotras quienes desempeñamos en la inmensa mayoría el trabajo de cuidadoras y a la vez somos la mayor parte de las trabajadoras contratadas en estos servicios, algo que no solo repercute en nuestra economía sino que también lo hace en nuestra salud  que desde la pandemia del COVID19 se ha visto aún más agravada por la doble y hasta triple jornada laboral cuando hablamos de mujeres que teletrabajan.

En junio de 2018, dos años antes de la pandemia, la OIT ya pedía a los Estados implementar medidas de carácter urgente y duplicar inversiones en la economía del cuidado para prevenir la inminente crisis mundial de los cuidados que se cernía, ya que las políticas públicas existentes eran insuficientes para dar respuesta a una creciente demanda y la consecuente carga extra de cuidados que recae sobre las mujeres.

En aquel momento la OIT pedía cambios drásticos y radicales en las políticas públicas para poder abordar la creciente necesidad de cuidados, y acabar de una vez por todas con la abismal diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a la corresponsabilidad en el cuidado de familiares y del hogar, pues según la OIT, las cifras de ese año mostraban que las mujeres dedicaban más de tres cuartas partes de su tiempo en el trabajo del cuidado no remunerado dentro del hogar y la familia.

La OIT, afirmaba que unos 270 millones de empleos nuevos podrían crearse si los Estados multiplicaran por dos sus inversiones en salud, trabajo social y educación, para el año 2030. 

La principal autora del informe “El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente” de la OIT de 2018, Laura Addati, declaró:

“La prevalencia mundial de familias nucleares y hogares monoparentales, así como el crecimiento del empleo de las mujeres en ciertos países, incrementan la demanda de cuidadores. Si no se abordan de manera adecuada los déficits actuales en la prestación de cuidados y en su calidad, se generará una crisis del cuidado global insostenible y aumentarán aún más las desigualdades de género en el mundo del trabajo”.

Las 2/3 partes de la población mundial activa, emplean 16.400 millones de horas/año en el trabajo de cuidado no remunerado, lo cual equivale a 2.000 millones de personas trabajando 8 horas/día sin recibir remuneración alguna. Si estos servicios fuesen valorados sobre la base del salario mínimo por hora, hablaríamos del 9% del PIB mundial, es decir 11 billones de dólares.

Hemos hablado de España, pero a nivel mundial, las mujeres también se llevan la peor parte, obviamente, porque son las que se llevan la mayor carga de trabajo, como así reveló el informe del que estamos hablando: las mujeres tienen a su cargo 76,2% de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado, lo que representa más de 3 veces del tiempo que dedican los hombres; aunque en las últimas dos décadas, en algunos países, el tiempo de dedicación a los cuidados y del hogar ha aumentado ligeramente, por el contrario en otros 23 países de los que se tienen datos, la desigualdad de género en el ámbito doméstico, tan solo disminuyó en 7 minutos al día. A lo que Shauna Olney, Jefa del Servicio de Género, Igualdad y Diversidad, de la OIT, dijo al respecto:

“A este ritmo, serán necesarios 210 años para acabar con las diferencias entre ambos sexos en la prestación de cuidados en estos países. El ritmo extremadamente lento de estos cambios cuestiona la efectividad de las políticas pasadas y actuales para hacer frente a la extensión y distribución del trabajo de cuidado no remunerado a lo largo de las dos últimas décadas”.

Cuando he expuesto la situación en España respecto a los cuidados, he citado el hecho de que las mujeres tienen el mayor número de contratos temporales y parciales, algo que las pone en una situación de vulnerabilidad laboral/social, de pobreza y de precariedad, dado que son los contratos más inestables y peor remunerados, lo que en muchos casos acaban por llevarlas al paro, bien por despido o porque resulta “más apropiado” a la economía familiar que sean ellas quienes se queden en casa. Pues bien, a nivel global, según el Informe de 2018 de la OIT señala exactamente lo mismo:

“El trabajo de cuidado no remunerado es el principal obstáculo que impide a las mujeres incorporarse, permanecer y progresar en la fuerza de trabajo. En 2018, 606 millones de mujeres en edad de trabajar declararon que no habían podido hacerlo a causa del trabajo de cuidado no remunerado. Apenas 41 millones de hombres dijeron que no formaban parte de la población activa por el mismo motivo.”

Se hace así visible que tanto a nivel global como a nivel de nuestro país existe una crisis de los cuidados, agravada ahora por la pandemia, y que pone en relieve la urgente necesidad de trabajar por conseguir que los Estados se comprometan a crear e implementar políticas públicas en materia de conciliación y corresponsabilidad reales, de manera que las mujeres puedan incorporarse al mercado laboral, con unos contratos mejores, y que por otro lado procuren la igualdad entre sexos, de modo que los hombres se incorporen al ámbito privado del cuidado de la familia y el hogar. De hecho, el “Informe Gallup 2017”, también de la OIT, constató que, a nivel global, la inmensa mayoría de las mujeres prefieren trabajar en empleos remunerados y que son precisamente las escasas o nulas oportunidades de poder conciliar lo que les impedía hacerlo. En esa línea la principal autora del informe, Laura Addati, expresó:

Una ruta más fácil para la prestación de cuidados significa reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado y alcanzar el trabajo decente para las cuidadoras, incluidos las trabajadoras domésticas y migrantes.»

Ese mismo informe propone un camino para el trabajo de los cuidados y del hogar que haría que un total de 269 millones de empleos adicionales fueran creados de aquí al 2030 para lo que es necesario una inversión de dinero pública y privado de 18.4 billones de dólares, y que permitiría a los países alcanzar muchas de las metas de los ODS. 

Otras conclusiones importantes que se encuentran en el “Informe Gallup 2017”:

  • Las madres de niños menores de 6 años tienen una tasa de desempleo del 47,6%, además los datos reflejan que, con menores de esta edad, pierden alrededor de una hora de trabajo remunerado para poder dedicarlo al cuidado, lo cual merma significativamente la calidad de sus empleos. Mientras que para los hombres paradójicamente tienen un beneficio de 18 minutos más semanales de empleo remunerado
  • Las mujeres con carga de trabajo de cuidados y del hogar, ocupan en su mayoría empleos autónomos, de economía sumergida y tienen muchas menos oportunidades de poder aportar a la Seguridad Social, con lo que repercute en las pensiones de jubilación en el futuro y, por consiguiente, esto explica el por qué la mayoría de las pensiones más bajas y no contributivas están en manos de las mujeres también
  • Sólo el 42% de 184 países, de los que existen datos, respetan las normas mínimas establecidas en el Convenio nº183 sobre la protección de la maternidad de la OIT”; y el 39% de esos 184 países no tenían ninguna ley que estableciese el permiso de paternidad
  • A nivel mundial, la tasa de matriculación en los servicios para niños menores de 3 años es de sólo 18,3%, y apenas del 57% por ciento para los niños de entre 3 a 6 años
  • En la mayoría de los países de África, América Latina y Asia, carecen de cualquier tipo de servicio y/o recursos del cuidado

Artículo originalmente publicado en NuevaRevolucion.es, el 23/02/21, escrito por Laura Isabel Gomez Garcia (La Gata Negra)

Acoso y derribo: El acoso sexual contra las mujeres en el ámbito laboral

Hace ya muchas décadas que la mujer paulatinamente se ha ido incorporando al ámbito laboral. Poco a poco las mujeres hemos ido abandonando la esfera privada del hogar, la familia y los cuidados para conquistar el espacio público e ir llegando cada vez más lejos en nuestros empleos. Ciertamente, aún queda mucho camino por hacer, eso está claro, pero por suerte para nosotras, nuestro mundo se expande y ahora encontramos mujeres en muchos puestos de trabajo antes reservados únicamente a los hombres. Así, mientras nuestro mundo se expande, los hombres sienten que el suyo se les restringe y a muchos aún les cuesta encajar que han de COMPARTIR espacio en los lugares de trabajo con sus COMPAÑERAS. No se trata de quitarles el trabajo a los hombres, sino que ese espacio antes reservado a ellos, ahora lo amplíen para poder compartirlo y convivirlo en armonía con las mujeres; por lo tanto, no es quitarle el puesto a nadie, sino que es enriquecerlo con mujeres y hombres para hacerlo más justo e igualitario.

Fruto de este tira y a floja surge uno de los grandes problemas que tenemos hoy y que empezó a existir desde el mismo momento que la primera mujer pisó por primera vez un espacio laboral: el acoso sexual por parte de compañeros y jefes.

Es un hecho sociológico probado que los hombres siempre utilizan el sexo para someter a las mujeres, ello lo vemos reflejado en conductas como: violaciones, acoso sexual callejero, pagar a una prostituta para satisfacer deseos y fetiches, abusos y agresiones sexuales de toda índole. El ámbito del trabajo no iba a ser diferente por lo que conductas sexualmente violentas que han ejercido en el ámbito privado y social, se trasladaron al ámbito laboral también.

Los hombres cuando han de competir entre ellos lo hacen de manera agresiva y violenta, es la forma en la que el Patriarcado educa a los hombres, en la “Ley del más fuerte”, el “macho alfa” es el que manda. Por lo que no han aprendido otra forma de relacionarse. Compartir, cooperar, retroalimentar, liderar desde la empatía y la asertividad se ven como signos de “debilidad”, ósea “de mujeres”. La culpa no es de los hombres, es del Patriarcado y la sociedad machista que nos educa tanto a mujeres como a hombres desde nuestra más tierna infancia. Varones y mujeres tenemos habilidades sociales opuestas, esto trasladado al ámbito laboral es fatal y resulta nefasto pues los hombres cambian esa agresividad y violencia que utilizan para competir en el trabajo con sus compañeros masculinos, por agresividad y violencia sexual para competir con las compañeras mujeres. Además, la desvalorización y el sexismo que implica el trabajo que desempeñan las mujeres también en el entorno laboral, y la normalización de determinados comportamientos sexuales masculinos hacia las mujeres (tocamientos, piropos, etc.) hace que estas conductas sexuales indeseadas estén también presentes en el entorno laboral, por una parte, y por otra debido a esta naturalización ha hecho que fuera difícil identificar el acoso y denunciarlo.

Que hombres y mujeres tenemos problemas para relacionarnos los unos con las otras es obvio. El famoso “Los hombres son de marte y las mujeres de venus” ha hecho mucho daño pues ha servido para justificar que los hombres y mujeres somos seres opuestos de manera natural y hasta mística, cuando no es cierto. Somos diferentes en tanto y cuanto que somos personas diferentes, pero no nos educan para ser complementarios, sino para ser lobos y corderas, y ahí está la raíz de todo, para variar en la EDUCACIÓN diferenciada y machista que hemos recibido desde la familia, la sociedad y la escuela.

La primera definición de “acoso sexual” la encontramos por primera vez en los años 70 en la Universidad de Cornell como: “el tocamiento no deseado entre compañeros en el puesto de trabajo, comentarios y bromas sexuales, discusiones en torno a la superioridad de sexo, y favores a cambio de sexo”.

Veinte años después, en 1991, la Comisión Europea en su Código de Conducta se recogió como: “la necesidad de eliminar las conductas de naturaleza sexual u otros comportamientos basados en el sexo que afectan a la dignidad de la mujer y el varón en el puesto de trabajo”.

En 1993, en el Artículo 2 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se recoge el acoso sexual como una de las expresiones de violencia contra las mujeres.

El acoso sexual también está incluido en la Directiva 2002/73/CEE, en relación a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres referente al acceso al empleo, la formación y promoción profesional, y a las condiciones de trabajo. Esta Directiva define el acoso sexual tal y como se recoge hoy en el Artículo 7 de la Ley de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, de la legislación española: “cualquier comportamiento verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo.”

En el Estatuto de los Trabajadores, en el Artículo 54.2, se considera acoso sexual causa de despido disciplinario, y desde 1995 ésta conducta está tipificada en el Código Penal español.

El Convenio 190 de la OIT sobre violencia en el trabajo hace un apunte importante en materia del acoso sexual en el trabajo, pues, aunque como hemos visto éste está recogido en diferentes normativas nacionales e internacionales, siempre se ha hecho sin la necesaria perspectiva de género por lo que se trataba como si este fenómeno afectara por igual a hombres y a mujeres, lo que no es cierto ni ajustado. Por eso el Convenio 190 de la OIT puntualiza así: “aunque esta violencia afecta tanto a mujeres como a varones, las mujeres se ven afectadas de manera mucho más desproporcionalmente”.

En el año 2007, la Ley Orgánica 3/2007 (“Ley de Igualdad”) establecía que las empresas públicas y privadas deben promover procedimientos específicos (Protocolos) que eviten estas conductas entre el personal de la plantilla, además de que ayuden a tramitar denuncias si se produce un caso dentro de la empresa.

A día de hoy podemos decir que esto no se está cumpliendo. Al menos, no en el grado y en la forma que se debería. Son demasiadas las empresas que aún carecen de un “Protocolo contra el Acoso Sexual”. Cabe añadir que los Sindicatos están obligados por ley a denunciar a las empresas que carezcan de dicho protocolo, así como la impartición de cursos formativos e información, y concienciación a todo el personal de la empresa. Esto sucede también por la banalización de la problemática que representa el acoso sexual, como a menudo suele pasar con los problemas que atañen en mayor medida a las mujeres, éstos tienden a restárseles importancia y cuando una mujer denuncia alguna situación en la que se ha sentido acosada en general y en el ámbito laboral en particular, se le dice que es una exagerada, que no es para tanto, o que son imaginaciones de ella como si es que estuviera loca y lo hubiera soñado. Toda esta desidia e inacción frente al acoso sexual en el trabajo hace que las víctimas se sientan abandonadas y desamparadas, que éstas se sientan culpables o haciéndolas responsables directamente, y que las desigualdades por razón de sexo se vean reforzadas porque son actitudes que “han existido toda la vida”, según muchas personas.

Cabe destacar que las víctimas de acoso sexual en el trabajo en el 90% de los casos son las mujeres quienes lo padecen, según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE. El acoso sexual laboral no solo constituye un delito, sino que tiene consecuencias psicológicas, físicas y laborales nefastas para la víctima, así como sus relaciones sociales, y familiares cambian y se deterioran gravemente. Por todo ello las empresas que no se toman en serio este tema deberían tener muy en cuenta que según el Artículo 42 de la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales “el incumplimiento de las obligaciones en materia de prevención de riesgos laborales dará lugar a responsabilidades penales y a las civiles por daños y perjuicios derivados de dicho incumplimiento”.

Como suele suceder siempre en los casos de violencias machistas contra las mujeres, el problema es mucho mayor y peor de lo que las cifras arrojan pues no son los casos que salen a luz, que se denuncian y que llegan a ser juzgados lo que es representativo realmente, sino que son los que NO se denuncian y quedan ocultos por la vergüenza, la culpabilidad y el silencio por miedo a no ser creídas o que las consecuencias que la denuncia traiga consigo sean trágicas, como la pérdida del empleo o la difamación que haga que nunca más se pueda trabajar en el sector. La experiencia nos dice que en la inmensa mayoría de los casos la víctima acaba abandonando su puesto y el agresor se queda en él hasta que llega la siguiente víctima y repite el mismo modus operandi y patrón de conducta, pues el acosador lo es siempre, no con una única víctima de manera puntual.

Movimientos como el #MeToo o el #Cuéntalo (el #MeToo español), han puesto de manifiesto que el acoso sexual en el trabajo es una pandemia extendida a lo largo y ancho del mundo. Allí donde trabajan varones y mujeres juntos existe el acoso sexual, y el único modo que hay de cambiar esto es que las empresas se lo tomen en serio, que adquieran un compromiso firme y real para con sus plantillas, y que cuando un caso de acoso sexual se denuncie no se cierren filas en torno al agresor, sino que se le señale, se le denuncie y se le cese de su puesto de trabajo ipso facto.

Uno de los casos más recientes e infames de acoso sexual que ha surgido en los últimos años ha sido el de Plácido Domingo. Cuando las mujeres salieron denunciándolo mucha gente cerró filas en torno al señor señalado, y las víctimas fueron cuestionadas con todo tipo de comentarios machistas y grotescos para acallarlas. Poco después el propio Sr. Domingo confesó y reconoció que su comportamiento con sus compañeras no había sido ni adecuado ni apropiado y entonó el mea culpa, pero incluso ni por esas, aun ha habido quienes siguen sin dar crédito a las denunciantes y para demostrarlo al tenor se le premió con el premio austriaco de Teatro Musical 2020 en Salzburgo, el pasado mes de agosto como “reconocimiento a su trayectoria profesional”. Algo que resulta insultante y ultrajante para las víctimas de este señor que por muy Plácido Domingo que sea, ha resultado ser un depredador sexual para con sus compañeras. Tal y como son todos los acosadores sexuales; hombres para los que las mujeres son presas y los puestos de trabajo son meros “cotos de caza”.

Vos tenés que ver – Acoso laboral – AVON (Argentina)

Hace ya muchas décadas que la mujer paulatinamente se ha ido incorporando al ámbito laboral. Poco a poco las mujeres hemos ido abandonando la esfera privada del hogar, la familia y los cuidados para conquistar el espacio público e ir llegando cada vez más lejos en nuestros empleos. Ciertamente, aún queda mucho camino por hacer, eso está claro, pero por suerte para nosotras, nuestro mundo se expande y ahora encontramos mujeres en muchos puestos de trabajo antes reservados únicamente a los hombres. Así, mientras nuestro mundo se expande, los hombres sienten que el suyo se les restringe y a muchos aún les cuesta encajar que han de COMPARTIR espacio en los lugares de trabajo con sus COMPAÑERAS. No se trata de quitarles el trabajo a los hombres, sino que ese espacio antes reservado a ellos, ahora lo amplíen para poder compartirlo y convivirlo en armonía con las mujeres; por lo tanto, no es quitarle el puesto a nadie, sino que es enriquecerlo con mujeres y hombres para hacerlo más justo e igualitario.

Fruto de este tira y a floja surge uno de los grandes problemas que tenemos hoy y que empezó a existir desde el mismo momento que la primera mujer pisó por primera vez un espacio laboral: el acoso sexual por parte de compañeros y jefes.

Es un hecho sociológico probado que los hombres siempre utilizan el sexo para someter a las mujeres, ello lo vemos reflejado en conductas como: violaciones, acoso sexual callejero, pagar a una prostituta para satisfacer deseos y fetiches, abusos y agresiones sexuales de toda índole. El ámbito del trabajo no iba a ser diferente por lo que conductas sexualmente violentas que han ejercido en el ámbito privado y social, se trasladaron al ámbito laboral también.

Los hombres cuando han de competir entre ellos lo hacen de manera agresiva y violenta, es la forma en la que el Patriarcado educa a los hombres, en la “Ley del más fuerte”, el “macho alfa” es el que manda. Por lo que no han aprendido otra forma de relacionarse. Compartir, cooperar, retroalimentar, liderar desde la empatía y la asertividad se ven como signos de “debilidad”, ósea “de mujeres”. La culpa no es de los hombres, es del Patriarcado y la sociedad machista que nos educa tanto a mujeres como a hombres desde nuestra más tierna infancia. Varones y mujeres tenemos habilidades sociales opuestas, esto trasladado al ámbito laboral es fatal y resulta nefasto pues los hombres cambian esa agresividad y violencia que utilizan para competir en el trabajo con sus compañeros masculinos, por agresividad y violencia sexual para competir con las compañeras mujeres. Además, la desvalorización y el sexismo que implica el trabajo que desempeñan las mujeres también en el entorno laboral, y la normalización de determinados comportamientos sexuales masculinos hacia las mujeres (tocamientos, piropos, etc.) hace que estas conductas sexuales indeseadas estén también presentes en el entorno laboral, por una parte, y por otra debido a esta naturalización ha hecho que fuera difícil identificar el acoso y denunciarlo.

Que hombres y mujeres tenemos problemas para relacionarnos los unos con las otras es obvio. El famoso “Los hombres son de marte y las mujeres de venus” ha hecho mucho daño pues ha servido para justificar que los hombres y mujeres somos seres opuestos de manera natural y hasta mística, cuando no es cierto. Somos diferentes en tanto y cuanto que somos personas diferentes, pero no nos educan para ser complementarios, sino para ser lobos y corderas, y ahí está la raíz de todo, para variar en la EDUCACIÓN diferenciada y machista que hemos recibido desde la familia, la sociedad y la escuela.

La primera definición de “acoso sexual” la encontramos por primera vez en los años 70 en la Universidad de Cornell como: “el tocamiento no deseado entre compañeros en el puesto de trabajo, comentarios y bromas sexuales, discusiones en torno a la superioridad de sexo, y favores a cambio de sexo”.

Veinte años después, en 1991, la Comisión Europea en su Código de Conducta se recogió como: “la necesidad de eliminar las conductas de naturaleza sexual u otros comportamientos basados en el sexo que afectan a la dignidad de la mujer y el varón en el puesto de trabajo”.

En 1993, en el Artículo 2 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se recoge el acoso sexual como una de las expresiones de violencia contra las mujeres.

El acoso sexual también está incluido en la Directiva 2002/73/CEE, en relación a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres referente al acceso al empleo, la formación y promoción profesional, y a las condiciones de trabajo. Esta Directiva define el acoso sexual tal y como se recoge hoy en el Artículo 7 de la Ley de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, de la legislación española: “cualquier comportamiento verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo.”

En el Estatuto de los Trabajadores, en el Artículo 54.2, se considera acoso sexual causa de despido disciplinario, y desde 1995 ésta conducta está tipificada en el Código Penal español.

El Convenio 190 de la OIT sobre violencia en el trabajo hace un apunte importante en materia del acoso sexual en el trabajo, pues, aunque como hemos visto éste está recogido en diferentes normativas nacionales e internacionales, siempre se ha hecho sin la necesaria perspectiva de género por lo que se trataba como si este fenómeno afectara por igual a hombres y a mujeres, lo que no es cierto ni ajustado. Por eso el Convenio 190 de la OIT puntualiza así: “aunque esta violencia afecta tanto a mujeres como a varones, las mujeres se ven afectadas de manera mucho más desproporcionalmente”.

En el año 2007, la Ley Orgánica 3/2007 (“Ley de Igualdad”) establecía que las empresas públicas y privadas deben promover procedimientos específicos (Protocolos) que eviten estas conductas entre el personal de la plantilla, además de que ayuden a tramitar denuncias si se produce un caso dentro de la empresa.

A día de hoy podemos decir que esto no se está cumpliendo. Al menos, no en el grado y en la forma que se debería. Son demasiadas las empresas que aún carecen de un “Protocolo contra el Acoso Sexual”. Cabe añadir que los Sindicatos están obligados por ley a denunciar a las empresas que carezcan de dicho protocolo, así como la impartición de cursos formativos e información, y concienciación a todo el personal de la empresa. Esto sucede también por la banalización de la problemática que representa el acoso sexual, como a menudo suele pasar con los problemas que atañen en mayor medida a las mujeres, éstos tienden a restárseles importancia y cuando una mujer denuncia alguna situación en la que se ha sentido acosada en general y en el ámbito laboral en particular, se le dice que es una exagerada, que no es para tanto, o que son imaginaciones de ella como si es que estuviera loca y lo hubiera soñado. Toda esta desidia e inacción frente al acoso sexual en el trabajo hace que las víctimas se sientan abandonadas y desamparadas, que éstas se sientan culpables o haciéndolas responsables directamente, y que las desigualdades por razón de sexo se vean reforzadas porque son actitudes que “han existido toda la vida”, según muchas personas.

Cabe destacar que las víctimas de acoso sexual en el trabajo en el 90% de los casos son las mujeres quienes lo padecen, según datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE. El acoso sexual laboral no solo constituye un delito, sino que tiene consecuencias psicológicas, físicas y laborales nefastas para la víctima, así como sus relaciones sociales, y familiares cambian y se deterioran gravemente. Por todo ello las empresas que no se toman en serio este tema deberían tener muy en cuenta que según el Artículo 42 de la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales “el incumplimiento de las obligaciones en materia de prevención de riesgos laborales dará lugar a responsabilidades penales y a las civiles por daños y perjuicios derivados de dicho incumplimiento”.

Como suele suceder siempre en los casos de violencias machistas contra las mujeres, el problema es mucho mayor y peor de lo que las cifras arrojan pues no son los casos que salen a luz, que se denuncian y que llegan a ser juzgados lo que es representativo realmente, sino que son los que NO se denuncian y quedan ocultos por la vergüenza, la culpabilidad y el silencio por miedo a no ser creídas o que las consecuencias que la denuncia traiga consigo sean trágicas, como la pérdida del empleo o la difamación que haga que nunca más se pueda trabajar en el sector. La experiencia nos dice que en la inmensa mayoría de los casos la víctima acaba abandonando su puesto y el agresor se queda en él hasta que llega la siguiente víctima y repite el mismo modus operandi y patrón de conducta, pues el acosador lo es siempre, no con una única víctima de manera puntual.

Movimientos como el #MeToo o el #Cuéntalo (el #MeToo español), han puesto de manifiesto que el acoso sexual en el trabajo es una pandemia extendida a lo largo y ancho del mundo. Allí donde trabajan varones y mujeres juntos existe el acoso sexual, y el único modo que hay de cambiar esto es que las empresas se lo tomen en serio, que adquieran un compromiso firme y real para con sus plantillas, y que cuando un caso de acoso sexual se denuncie no se cierren filas en torno al agresor, sino que se le señale, se le denuncie y se le cese de su puesto de trabajo ipso facto.

Uno de los casos más recientes e infames de acoso sexual que ha surgido en los últimos años ha sido el de Plácido Domingo. Cuando las mujeres salieron denunciándolo mucha gente cerró filas en torno al señor señalado, y las víctimas fueron cuestionadas con todo tipo de comentarios machistas y grotescos para acallarlas. Poco después el propio Sr. Domingo confesó y reconoció que su comportamiento con sus compañeras no había sido ni adecuado ni apropiado y entonó el mea culpa, pero incluso ni por esas, aun ha habido quienes siguen sin dar crédito a las denunciantes y para demostrarlo al tenor se le premió con el premio austriaco de Teatro Musical 2020 en Salzburgo, el pasado mes de agosto como “reconocimiento a su trayectoria profesional”. Algo que resulta insultante y ultrajante para las víctimas de este señor que por muy Plácido Domingo que sea, ha resultado ser un depredador sexual para con sus compañeras. Tal y como son todos los acosadores sexuales; hombres para los que las mujeres son presas y los puestos de trabajo son meros “cotos de caza”.

Vos tenés que ver – Acoso laboral – AVON (Argentina)

Artículo originalmente publicado en NuevaRevolucion.es, por Laura Isabel Gomez Garcia (La Gata Negra), 25/11/2020

8 de marzo, Día de la Mujer: Las invisibles. Sinhogarismo femenino

Otro año más el Día de la Mujer ha llegado. Cada 8 de marzo salimos a la calle para seguir reivindicando las mismas cosas: el fin de la violencia machista, el fin de la brecha salarial, la abolición de la prostitución, el derecho al aborto libre, gratuito y seguro, políticas reales y eficaces para la conciliación familiar, etc. Es una lucha que no acaba… Parece mentira que en 2022 aun tengamos que seguir saliendo a la calle en este día para reclamar unos derechos que históricamente deberíamos tener simplemente porque es lo justo.

El 8 de marzo no es un día de fiesta, ni de celebración, ni un día para que nos feliciten, ni para congratularnos por “lo maravilloso que es ser mujer”. Sino todo lo contrario. Es un día de reivindicación, de denuncia, de salir a la calle en tropel a gritar ¡BASTA YA! ESTAMOS HARTAS. Pero también es un día de visibilización de todas aquellas problemáticas ocultas o no tan ocultas que nos afectan a las mujeres todos los días, toda la vida, pero que en cambio no se habla de ellas. Por eso este año mi artículo para el 8 de marzo lo voy a dedicar a la visibilización del sinhogarismo femenino, pues las mujeres víctimas del sinhogarismo son junto a las mujeres prostituidas las más invisibles dentro de las invisibles. Porque como suele ser habitual cuando hablamos de las personas sin hogar, a la mente se nos viene la imagen de un varón sin techo, no muchas personas verán la imagen de una mujer y es esa realidad que quiero poner sobre el tapete.

¿Qué es vivir en situación de sinhogarismo?

El sinhogarismo no es solo vivir en un banco del parque o en un cajero automático, cuando hablamos de sinhogarismo a parte de vivir en la calle, es también vivir en una pensión, vivir en un recurso de acogida, vivir en casas de conocidos por temporadas porque has sido desahuciada/o, vivir en un coche porque has tenido que dejar tu casa, o tener que vivir en un colchón en el lugar de trabajo porque el sueldo no da para un techo propio. En definitiva, el sinhogarismo no es solo dormir en la calle, sino que es no tener acceso a una vivienda digna y segura que nos provea de un espacio propio e íntimo en el que vivir para poder desarrollarnos plenamente y al que llamar hogar.

Realmente no existe un término a nivel global para definir qué es una persona sin hogar, aunque dentro del ámbito europeo se utiliza la tipología ETHOS (European Typology on Homelessness and Housing Exclusion) de la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con personas en situación de sinhogarismo en la cual se distinguen 4 grupos de personas: 1) Personas sin techo. Son las que viven en la calle literalmente. 2) Personas sin vivienda. Son las que temporalmente se alojan en recursos de acogida, albergues, y residencias para personas que viven en la calle, y/o inmigrantes. 3) Personas que viven en viviendas inseguras. Son las que viven en domicilios ocupados, o en casas donde la persona vive bajo amenazas, coacciones y sufre violencia por parte de otras con las que convive. En este grupo se encuentran las mujeres que víctimas de violencia de género. 4) Personas sin hogar que viven en una vivienda inadecuada, como por ejemplo chabolas, cabañas, viviendas abandonadas, furgonetas, caravanas, etc.

En resumen, el punto en común que tienen las 4 tipologías es que ninguna de las personas en esas situaciones viven en espacios que puedan ser definidos como un hogar. Un hogar es una casa digna en la que se respete la intimidad, la seguridad y el bienestar de la persona, así pues, lo que diferencia a una persona en situación de sinhogarismo de otra que no lo está es tener un hogar al que volver al final del día y en el que levantarte para comenzarlo.

El sinhogarismo es un problema social estructural que está causado por factores sociales, sanitarios, económicos, laborales y políticos que lo convierten en una violación de todos los derechos humanos y que atenta contra la dignidad y la vida de las personas que se ven en esta situación. Paradójicamente, a pesar de la gravedad de esto, el sinhogarismo no está dentro de las preocupaciones de la sociedad, esto es en gran medida porque está invisibilizado y soterrado bajo una pila de mitos que hacen que no veamos a estas personas como lo que son, seres humanos como tú y yo pero que la sociedad deshumaniza hasta hacerlas desaparecer.

Todo esto es aún peor si hablamos del sinhogarismo femenino ya que entonces hablamos de doble invisibilización, por razón de situación exclusión habitacional y por razón de sexo (a la que a veces se le suma una triple, o cuádruple si encima hablamos de mujeres migrantes, o que sufren discriminación por su orientación sexual, por discapacidad física/mental, etc.).

La vida en la calle es una brutalidad diaria para todas las personas sin hogar. En nuestro país se estima que hay unas 33.000 personas que viven en la calle. Estos datos han sido extraídos del Informe de la Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar 2015-2020, aunque según Cáritas ahora la cifra estaría en las 40.000 tras el impacto de la pandemia del COVID-19. De ellas 2 de cada 10 son mujeres (20%).

La realidad del sinhogarismo no es la misma para todas las personas, sino que además es diferente según el sexo de la persona pues las mujeres se enfrentan a situaciones específicas de mayor violencia y vulnerabilidad (violencia sexual, prostitución, acoso, violencia machista, delitos de odio…) muy diferentes a las que se enfrentan los hombres, así como las razones que llevan al sinhogarismo a menudo no son las mismas en hombres que en mujeres, sino que suelen estar ligadas a sucesos vitales y problemáticas muy diferentes, por eso estos matices es algo tan importante a tener en cuenta, pero que rara vez se contempla a la hora de abordar la problemática.

En el caso de las mujeres el sinhogarismo está ligado frecuentemente a la violencia de género. Según los datos existentes de estudios realizados por la Universidad de Barcelona del año 2019, el 70% de las mujeres que viven en la calle han sufrido violencia de género. Dato que se corresponde con el recogido por la Asociación Aires en ese mismo año que señala que el 60% de las mujeres sin hogar afirman que han llegado a esa situación como causa directa de haber sido víctima de violencia de género.  Datos del INE, muestran que el 24,2% de las mujeres en situación de sinhogarismo han sido víctimas de agresiones sexuales y el 28 % han sido abusadas sexualmente en la infancia y en la adolescencia. A esto hay que sumarle los delitos de odio por aporofobia a la que se enfrentan las personas sin techo que en el caso de las mujeres es aún peor; según datos delObservatorio HATEnto, el 60% de ellas aparte de a la violencia machista han sufrido delitos de odio. Además, hay que destacar que el 32% de las mujeres sin hogar han intentado suicidarse. Otros estudios realizados en países de la UE, corroboran que el porcentaje de mujeres viviendo en la calle que han sido víctimas de violencia de género es alto en todos los países, por lo que hablamos de un mal endémico, global y generalizado.

Para las mujeres que se ven abocadas al sinhogarismo la espiral de violencia no cesa porque se vayan lejos de su agresor con quien estaban conviviendo, sino que una vez en la calle, la violencia se vuelve peor y más extrema, sobre todo la violencia sexual. Datos de 2012, de la encuesta de personas sin hogar del INE, ya nos indicaban que un 24% de las mujeres sin techo habían sido víctimas de agresiones sexuales, muchas veces dichas agresiones perpetradas por sus “compañeros de calle”.

Aunque no siempre hay una situación de violencia de género previa que lleva a la mujer a vivir en la calle, a veces un divorcio conflictivo donde la mujer no ha trabajado fuera del hogar y ser dependiente económicamente de su pareja (violencia económica) hacen que acabe en situación de sinhogarismo. Otras causas recurrentes suelen ser el de tener un problema de salud (muy a menudo de salud mental); pérdida de la casa como consecuencia de empleos precarios y temporales que suelen estar desempeñados por las mujeres; también como consecuencia de un proyecto migratorio truncado a la que se le añade estar en situación irregular. Otro caso muy frecuente es el de las mujeres que trabajan de internas en domicilios particulares en los que realizan las tareas domésticas y de cuidados de personas mayores y/o menores. En estos casos el lugar de trabajo y la vivienda se convierten en el mismo espacio pero que en cambio cuando enferman muchas de ellas son abandonadas en los hospitales (este es un caso que se ha dado mucho durante la pandemia) y de ahí pasan a estar en una situación de calle ya que no vuelven a trabajar en ese domicilio (a ello hay que sumarle que la inmensa mayoría son mujeres inmigrantes, sin contrato, ni seguridad social, ni nada y muchas de ellas en situación irregular).

Por todo esto es tan importante abordar la exclusión habitacional desde diferentes perspectivas. Porque el sinhogarismo femenino, en concreto, se produce por causas totalmente diferentes y con problemas añadidos en relación al sinhogarismo masculino. Por ende, se hace de vital importancia la necesidad de crear espacios específicos para las mujeres dentro de la red de recursos que atiende a las personas sin hogar.

¿Por qué se ven más hombres en la calle que mujeres?

Ciertamente, el sinhogarismo es un problema que afecta mayoritariamente a los varones, aunque cada vez son más las mujeres que se ven en esta situación. Pero para explicar el por qué a ellas no se las ve apenas viviendo en las calles no es tanto porque el problema afecte en menor medida a las mujeres como que porque mientras que los hombres se instalan en la vía pública o en recursos de acogida o albergues, las mujeres suelen recurrir a otras soluciones.

Anteriormente he mencionado los cuatro tipos de sinhogarismo que existen, porque reducirlo al hecho de vivir en la calle es no ver la totalidad del problema y su verdadera dimensión, ya que no siempre ser una “persona sin techo” es sinónimo de vivir en la calle, y es ahí en ese matiz donde encontramos a las mujeres que hay que visibilizar. De hecho, los estudios empíricos que se han realizado sobre el tema y sobre el terreno con mujeres en situación de exclusión residencial dejan en evidencia que el sinhogarismo femenino generalmente se produce de puertas para dentro, es decir, hay que buscar en las infraviviendas, en el chabolismo, en la ocupación, en casas de familiares y amistades, entre otras situaciones, que hacen que las mujeres no puedan realizar su proyecto de vida plenamente y poder así salir de la pobreza extrema que afecta en proporciones dramáticas a las mujeres por factores que ya se han explicado hasta la saciedad desde los estudios sociológicos de género en los que se explican que las causas de feminización de la pobreza viene dado porque las mujeres ocupan la mayor parte de puestos de trabajo temporales, empleos precarios, pensiones paupérrimas, entre otras realidades a las que se enfrentan las mujeres a diario.

Estas investigaciones sobre el sinhogarismo femenino indican que son diversas las razones por las que el porcentaje de mujeres durmiendo y viviendo en la calle es mucho menor. Las mujeres que se ven sin hogar siguen trayectorias radicalmente diferentes a las de los hombres. Ellas echan mano de toda la ayuda y apoyo de su red social con tal de no verse viviendo a la intemperie. Solo acaban viviendo en la calle cuando todos los recursos a su alcance de apoyo familiar, social y de Servicios Sociales han fallado. Esto es algo que no se da con los varones, por eso a ellos sí que se les ve con mayor frecuencia en bancos, parques, cajeros, en albergues, etc. Además hay que señalar que la inmensa mayoría de mujeres en situación de sinhogarismo tienen hijos e hijas pequeños y es el miedo a perderlos lo que las empuja a buscar ayuda de personas cercanas antes de arriesgarse a pedir ayuda institucional que las haga correr el riesgo de perder los derechos sobre sus criaturas, (esta es la razón por la que tampoco se las suele ver en albergues o casas de acogida para personas sin techo), prefieren recurrir a la ayuda de su red social o recurrir a otras salidas como la ocupación, el chabolismo, u otros espacios. Solo y únicamente cuando se ven en la pura calle es cuando recurren a estos recursos de ayuda social, lo que hace que muchas pierdan a sus hijos e hijas y acaben viviendo solas en la calle.

Por último, otro de los motivos por los que las mujeres sufren el sinhogarismo de manera “privada” es porque los recursos y servicios destinados a las personas sin techo están frecuentemente diseñados para la población masculina (o unisex), sin espacios propios para mujeres; recordemos que muchas vienen de situaciones de violencia y abusos y necesitan sentirse seguras donde se preserve su intimidad, algo que no se da en la mayoría de estos recursos de acogida temporal, albergues, etc. De ahí que sea tan necesaria la incorporación de la perspectiva de género en este ámbito.  

La importancia de la perspectiva de género a la hora de abordar el sinhogarismo

Todos estos datos nos muestran que para abordar la problemática del sinhogarismo, en el caso de las mujeres, es necesario y de vital importancia adaptar los recursos a las necesidades específicas de las mujeres e incorporar la perspectiva de género en todos los planes, proyectos, recursos, medidas, acciones y estrategias dirigidas a la ayuda de las personas que viven en la calle.

El Recuento de Personas sin Hogar en la Ciudad de Madrid de 2016, reveló que solo el 11,5% de las personas sin hogar en Madrid eran mujeres. Dato que chirria cuanto menos porque lo cierto es que la pobreza tiene rostro de mujer en elevado porcentaje por lo que resulta extraño que el dato sea ese (según datos de Naciones Unidas de 2020, el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres, y según datos del INE de marzo de 2021, en España había un total de 4.255.564 mujeres de entre 16 y 64 años en riesgo de pobreza y/o exclusión social, siendo el desempleo una de las principales causas. Frente a los 3.100.000 hombres). De hecho, según datos del 2014, recabados en Madrid, el 53,6% de las personas en riesgo exclusión social y situación de pobreza eran mujeres, frente a un 46,4% de hombres; y entre los jóvenes de 18 a 29 años sin hogar, las mujeres suponían el 18% en 2005 (antes de la crisis), porcentaje que creció hasta el 25% en 2012 (en plena crisis). Por lo que, si seguimos la serie histórica, resulta realmente increíble que en 2016 el porcentaje fuera el 11,5%, de facto, el dato que da Cáritas actualmente es el del 20% (citado en el apartado anterior).

Pero más allá de datos, esto tiene una explicación y es que el sinhogarismo además de tener múltiples caras y realidades, como he mencionado antes, las mujeres lo viven de manera radicalmente diferente a los hombres, y son las realidades vitales de las mujeres lo que no aparecen en las estadísticas puesto que cuando se hacen los estudios de campo tan solo se contabilizan las personas que viven en la calle a la intemperie o que acuden a recursos de acogida temporales como los albergues, y es en esos espacios donde no se encuentran las mujeres sin techo pues ellas hacen otros recorridos, como también ya expliqué anteriormente. Así que no es solo que se invisibiliza sistemáticamente a las mujeres, sino que tampoco se tienen en cuenta otras formas de sinhogarismo existentes que afectan a las mujeres, pero también a los hombres, lo que hace que no se tenga ni de lejos una perspectiva real de la situación pues demasiadas personas quedan fueran de esos estudios de campo tan estrechos de miras.

Como he mencionado en el apartado anterior, para abordar la totalidad de la realidad del sinhogarismo y su problemática hay que hacerlo desde la perspectiva de género que nos permite ver, entender, y poder dar respuestas adecuadas a las personas, pues hombres y mujeres transitan por trayectorias vitales y realidades muy distintas y lo que es adecuado para los hombres no lo es para las mujeres, y viceversa. De este modo puede evitarse que muchas personas acaben finalmente viviendo en la calle, pues la perspectiva de género permite entender las casuísticas tan dispares entre unos y otras, nos permiten ver todas las variables y versiones que hay dentro del fenómeno del sinhogarismo, diseñar recursos y medidas óptimas para que las mujeres puedan acudir a ellos y hacerse así visibles. Además, no solo las mujeres, sino también el tener en cuenta que no todas las personas son atravesadas por las mismas realidades, a parte de la diferencia sexual, está la étnica, la orientación sexual, la discapacidad física o intelectual, problemas de consumo de sustancias, el país de origen, entre otras, que cuando se suman a la diferencia sexual hacen que hombres y mujeres vivan la situación de sinhogarismo doble, o triplemente más brutal.

Esto no es algo que digamos las feministas, es que los mismos equipos de investigación más recientes, se han dado cuenta que a la hora de trabajar e investigar sobre el sinhogarismo, si se quiere hacer de forma correcta, la perspectiva de género es fundamental, porque sin investigaciones y estudios bien diseñados que contemplen todas estas realidades sistemáticamente obviadas e invisibilizadas, no pueden diseñarse posteriormente medidas, ni recursos eficaces para afrontar el sinhogarismo. Por eso para aplicar la perspectiva de género en este ámbito los estudios y posteriores acciones deben estar centrados primero en la trayectoria vital de mujeres y hombres, en la etapa de su vida en la que se encuentren, incluir no solo datos cuantitativos sino también incluir datos cualitativos que tengan en cuenta las voces de las personas, solo así, teniendo en cuenta todas estas aristas podrán ser diseñadas políticas públicas realmente eficaces para hombres y para mujeres que sufren esta situación tan terrible de tener que vivir en la calle.

Por otro lado, si realmente queremos saber la dimensión del problema no podemos quedarnos solo en los estudios que solamente contabilizan a las personas en situación de calle y/o albergues (donde sobre todo son hombres) como sucede actualmente, sino que hay que ampliar el abanico para que no se queden fuera personas que sufren otro tipo de sinhogarismo (donde se encuentran las mujeres). Esta es la explicación por la que desde siempre el fenómeno del sinhogarismo se haya visto desde un prisma androcéntrico en el que la realidad de las mujeres ha quedado invisibilizada prácticamente, algo que no solo ocurre en este caso que nos ocupa, sino que ha sucedido y sucede en otros ámbitos como el sanitario, el judicial, el educativo, el laboral… Donde el varón es la medida de todas las cosas. 

Otros factores específicos que nos atraviesan a las mujeres, que explican el porqué de la exclusión social femenina, y que quedan fuera a la hora de abordar el sinhogarismo femenino son: la brecha salarial, el reducido mercado laboral del que disponemos y que se reduce aún más cuando decidimos ser madres; la falta de políticas reales de corresponsabilidad y conciliación de la vida familiar y laboral que nos aboca a empleos temporales, y precarios (el 32% de las mujeres trabaja a tiempo parcial frente al 8% de los hombres) con reducción de jornadas para poder atender a la casa y a la familia; pensiones de 400 euros o menos porque a pesar de haber estado trabajando toda la vida nuestras cotizaciones han sido escasas o nulas por esas razones anteriormente mencionadas; las violencias que sufrimos solo por ser mujeres como la machista y la sexual, etc. Todo ello hace que sigamos siendo dependientes en mayor o menor medida de nuestras parejas o familiares y que son todos ellos factores de riesgo que podrían acabar por llevar a vernos en la calle a cualquiera de nosotras. De hecho, si se cuantificara el número de mujeres que habitan espacios inseguros (ocupación, bajo amenaza de desahucio, acogidas por familiares/amistades, alquileres precarios, chabolas etc.) el número sería mucho más elevado al de los hombres.

Hay que tener en cuenta también dentro del sinhogarismo femenino que la inmensa mayoría de mujeres en esta situación, antes de verse en la calle han pasado por situaciones en las que para poder sobrevivir y evitar a toda costa la calle se han visto abocadas a mantener relaciones con parejas que las maltrataban, a la prostitución, a intercambiar techo y comida por cuidados, limpieza y compañía, o trabajar gratis a cambio de poder vivir en un habitáculo dentro del lugar de trabajo. Todas estas situaciones previas a la vida en la calle son las que hacen que el sinhogarismo femenino sea origen y factor de riesgo de enfermedades físicas y mentales; situaciones de infravivienda que sumados a los abusos y violencias que afrontan las mujeres antes de verse completamente en la calle, hacen que para cuando llegan a la calle sus condiciones físicas, y psíquicas sean más graves que en los hombres.

Las mujeres prefieren pasar por todas estas calamidades antes de recurrir a la vida en la calle porque la violencia contra las mujeres es mucho más brutal aun si cabe en el ámbito callejero y en recursos de acogida temporales que se comparten con los varones donde se dan múltiples factores de riesgo que las hacen vivir situaciones de violación a su intimidad, falta de seguridad, sensación de miedo, indefensión, situaciones degradantes y vejatorias. No es solo el hecho de ser mujer en un ámbito tan hostil, violento, extremo y machista, sino que además puede que sea una mujer pobre, posiblemente inmigrante y/o que quizás tenga algún tipo de discapacidad que la hace aún más vulnerable.

Investigando para este artículo en una de las fuentes consultadas, en la web https://asociacionrealidades.org, he dado con una frase de una campaña para cerrar el artículo que describe perfectamente la realidad de las mujeres en situación de sinhogarismo, “No eres una persona en la calle, eres una mujer en la calle”.

He de decir que esta es una realidad en la que no había profundizado hasta ahora y he descubierto demasiadas cosas que no me gustan, que son injustas y que como sociedad debemos visibilizar. Decía Virginia Woolf que “las mujeres deben tener dinero y una habitación propia” y escribiendo este artículo esa frase ha cobrado más sentido para mí que nunca.

Originalmente publicado en: https://nuevarevolucion.es/8-de-marzo-dia-de-la-mujer-las-invisibles-sinhogarismo-femenino/

Por: Laura Isabel Gomez Garcia, «La Gata Negra».

PODEMOS, la prostitución no se debate. ¡Se combate!✊🏼✊🏼💪🏼💪🏼

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Jueves 4 de octubre, Madrid

El movimiento feminista abolicionista plantea a «Podemos» su propuesta: la prostitución no se debate, se combate

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Lunes 8 de octubre, Madrid

«Podemos» admite ante organizaciones del Movimiento Feminista, que no tiene postura frente a la prostitución

 

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El trabajo de mamá💖

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Por nuestras madres, abuelas, hermanas, niñeras, «chachas»… Mujeres que sacan adelante las familias; cuyo trabajo queda en las sombras, invisibilizado, y sin reconocimiento alguno. Mujeres que se olvidan de sí mismas, por cuidar de sus familias y de sus hogares.

El trabajo doméstico es el más ingrato, pues es el más sacrificado y el menos valorado.

Por eso, pongamos en valor el esfuerzo de las mujeres de nuestras vidas.

GRACIAS a todas las amas de casa, cuidadoras, madres, esposas, abuelas… Millones de heroínas sin capa, de gran valor y fuerza, de super poderes que ni WonderWoman soñaría con tener.

Porque ELLAS luchan cada día mil batallas, sin pedir nada a cambio.

Trabajan 7 días a la semana, sin vacaciones, ni días de baja.

Sin pagas, sin horarios…

 

#NiPutasNiSumisasABOLICIONISTAS #YoAbolicionista #aboliciónprostitución #DDHH

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«Los Machonautas»

AUTOPSIA

«LOS MACHONAUTAS» (Machistas de playa -IV-)

No hay nada como el verano para navegar, es la estación idónea para subirse a una nave y surcar las aguas de los mares y el aire de las ideas, que durante el resto del año permanecen retenidas por las esclusas de las circunstancias. Y eso lo saben muy bien los machistas de playa, ellos que son los dueños del tiempo de la historia, son conscientes de que el calor ablanda los días y hace de ellos una especie de chicle elástico que se estira sin límite para pegar conciencias y cerrar los párpados a la realidad. Por eso, a pesar de su retiro y de su distancia estival, se dedican a navegar por las redes y estar en todos y cada uno de los lugares donde un “macho” sea necesario para decir “lo que es verdad y mentira”, y para corregir cualquier…

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La brecha salarial: no solo cuenta el salario

La Duende a Rayas

“¡Ninguna de mis compañeras cobra menos que yo!” es una frase habitual de mis amigos hombres cuando sale el tema. Y si cogemos las nóminas y miramos el sueldo base, estarán en lo cierto. La Constitución recoge el derecho a la igualdad salarial y a la no discriminación retributiva entre mujeres y hombres en su artículo 35 CE, en la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo (artículo 5), y en el Estatuto de los Trabajadores (sic) . Sin embargo, las mujeres seguimos cobrando de media un 22,9% que los hombres.

En el máster de Formación de Agentes de Igualdad de la UNED que he comenzado este año, nos ha tocado analizar la brecha salarial respondiendo a preguntas como: ¿cuáles son los ámbitos laborales donde se aprecia más la brecha salarial en España? y ¿cuáles pueden ser los factores explicativos del paulatino incremento de la brecha salarial en España? Así como los…

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