“Señora, vuelva con su marido”: Violencia de género en el medio rural

En 2021 hubieron más de 40 mujeres asesinadas por violencia de género, de las cuales al menos 17 vivían en poblaciones de menos de 20.000 habitantes. Estamos hablando del 42,5% del total de mujeres asesinadas. En lo que va del presente año 2022, lo han sido 6 de un total de 24 asesinadas (un 25%). Aunque la tasa anual media en España de asesinatos machistas en el medio rural es del 56%.

Entre el 70% y el 80% de los feminicidios por violencia de género en España carece de una denuncia previa contra el agresor, a pesar de toda la información disponible, campañas y recursos, las mujeres siguen sin dar el paso para interponer denuncia. Es por eso que aún queda mucho por estudiar, investigar y averiguar sobre la realidad de la violencia de género para poder comprenderla en su totalidad y abordarla eficazmente dada su complejidad. Sabemos que, tanto en el ámbito rural como en el urbano, cuando una mujer acude a la Guardia Civil, a la Policía Local o a la Policía Nacional no lo hace para denunciar a su agresor sino para pedir medidas de protección y solicitar ayuda, mayormente.

La desigualdad entre mujeres y hombres tiene su máxima expresión en la violencia machista, y los feminicidios son la forma más extrema de violencia de género. Si en las ciudades es difícil para las mujeres afrontar esta violencia, dar el paso de atreverse a denunciar y rehacer sus vidas, en pequeños núcleos urbanos y rurales de pueblos, pedanías y aldeas, es casi imposible. Los motivos para esto son diferentes y múltiples porque estaremos de acuerdo que no es lo mismo vivir en un núcleo rural que en un núcleo urbano mucho más grande, me refiero a todos los niveles: movilidad, recursos, medios, comunicación, oportunidades laborales, servicios sociales y sanitarios, etc. En el caso de la violencia de género sucede igual; las mujeres no encuentran a su alcance los mismos medios, recursos, ni red de apoyo social en una población pequeña que en una gran/mediana ciudad. Por ejemplo, en Andalucía, CC. AA eminentemente rural, al año del total de mujeres atendidas por la red de atención directa a la mujer del Instituto Andaluz de la Mujer que acuden por violencia machista es de alrededor de un 84%. Esto es porque evitan acudir a los recursos de sus municipios para no sentirse señaladas por sus vecinos/as.

A la problemática de la accesibilidad a los recursos pertinentes, se ha de sumar la marcada desigualdad entre hombres y mujeres que existe en el ámbito rural en general, y en nuestro país en particular. Una desigualdad mucho más marcada que en los ámbitos urbanos. En las zonas rurales si los hombres encuentran escasas oportunidades, las mujeres encuentran aún muchas menos y cuando las encuentran son más precarias, con mayor temporalidad y generalmente con contratos a tiempo parcial. El trabajo de la mujer en el ámbito rural está invisibilizado por completo, aunque el 82% de las mujeres del medio rural trabajan en las explotaciones agrarias de su zona. Por otro lado, las mujeres rurales, desempeñan más los roles tradicionales del sexo femenino: maternidad, cuidado de la familia, del hogar, y de la atención a las personas mayores y/o dependientes. Lo que significa que en el ámbito rural las mujeres también soportan la doble carga de trabajo (dentro/fuera del hogar), además la conciliación en estas zonas es totalmente una fantasía por la falta o total ausencia de centros de día, residencias, guarderías, etc.

Cabe señalar dos aspectos muy interesantes. 1) Existe una “masculinización de la población rural” debida a la emigración de las mujeres (especialmente las jóvenes) a las ciudades y núcleos urbanos más grandes, debido a que estas mujeres son ya de otra generación que no está dispuesta a asumir los roles tradicionales y a que aspiran a tener mayores oportunidades laborales de las que tuvieron sus abuelas y madres. Y 2) Lo que se conoce como la “desagrarización del medio rural” y esto es la tendencia a la baja de la población activa que trabaja en el sector primario, que se asocia a un aumento de la ocupación de las mujeres en el sector servicios haciendo que exista una feminización del sector, lo que a su vez explica el porqué del trabajo remunerado femenino es tan precario.

La violencia contra la mujer en el ámbito rural no es algo de lo que se hable demasiado, ni de lo que se hagan muchos grandes estudios ni se preste especial atención en los medios de comunicación. Toda estas casuísticas y especificidades hacen complejo el abordaje integral de la violencia de género en el ámbito rural; y entre la falta de recursos, el escaso interés mediático, el éxodo del campo a la ciudad, y el poco o nulo interés político y de los organismos públicos en abordarlo de manera integral, junto con el escaso anonimato que existe en núcleos de población pequeños, especialmente los rurales, hace que las mujeres se encuentren desamparadas ante sus agresores; pues si hablar de violencia de género es aún un tabú para muchas mujeres, cuando ésta se produce en el ámbito rural es todavía peor. Ya sabemos que en los pueblos “todos se conocen”, a veces el alcalde es el mismo que regenta el bar o es el hermano del cura del pueblo, y la comisaría de policía (si la hay) los policías que allí trabajan son amigos de los vecinos, del alcalde, y del cura. Esto que parece “chiste”, no lo es en realidad y las mujeres han de enfrentarse a todo este entramado social al que resulta imposible enfrentarse.

En el medio rural, la mujer sufre una discriminación y una desigualdad de género mayor que en las ciudades por todas estas razones que hacen que les sea imposible empoderarse y romper con los mandatos tradicionales de género que subyugan a las mujeres e impide su emancipación. De ahí que sea necesaria una mayor visibilización por parte del conjunto de la sociedad y por supuesto por parte de las instituciones creando recursos y un compromiso político real para hacer políticas públicas específicas para el abordaje integral de la violencia de género en la España rural. 

No hay que olvidar a las mujeres migrantes que llegan a nuestro país y se establecen en zonas rurales. Las expertas en esta materia señalan su doble vulnerabilidad pues además de la violencia de género, sufren otro tipo de violencias como racismo, xenofobia, violencia institucional y simbólica, y precariedad laboral, todas ellas derivadas de su situación irregular. Esto lleva implícito que para ellas sea mucho más difícil pedir ayuda. Dentro de esta doble vulnerabilidad entrarían también las mujeres mayores de 65 años y las que tienen algún tipo de discapacidad física y/o mental.

Mujeres víctimas de violencia de género en el mundo rural: cifras y datos

En el año 2020 se publicó el estudio “Mujeres víctimas de violencia de género en el mundo rural”, de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género que fue realizado por FADEMUR, (Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, organización que agrupa a más de 55.000 mujeres procedentes del medio rural), cuyo objetivo era poder investigar sobre la situación de las mujeres en el medio rural en materia de igualdad y violencia de género. El estudio analizó qué percepción tienen las mujeres sobre la violencia de género y de los servicios de atención a la mujer en el ámbito rural en siete comunidades autónomas con marcado carácter rural, en poblaciones de no más de 20.000 habitantes: Galicia, Andalucía, Castilla León, Extremadura, Aragón, Castilla La Mancha y La Rioja. Las entrevistas se realizaron en municipios de hasta 20.000 habitantes.

Aquí los principales resultados que se obtuvieron:

– La violencia de género es percibida como algo privado del núcleo familiar 

– De las mujeres entrevistadas, un 61,35% de ellas habido sido conocedora de un caso de violencia de género en su núcleo de población

– El 30% dijo conocer el teléfono 016. Sin embargo, la tasa de denuncias y de consultas al 016 es inferior en las Comunidades Autónomas más rurales. En cuanto a los centros de atención a la mujer solo un 26% de ellas dice conocerlos

Se realizaron 333 encuestas a profesionales que atienden a víctimas violencia de género. Aunque se trató de tener una representación de todos los ámbitos, al final están sobre representados los colectivos profesionales que trabajan en servicios sociales y en servicios especializados de atención a la mujer.

– En cuanto a los profesionales de servicios sociales y de atención a la mujer, más de un 64% de ellos dijo haber atendido a mujeres víctimas de violencia de género de entre 25 y 50 año. Pero, sólo un 3 % eran menores de 15 años, y un 4,7 % de las mujeres tenían más 70

– Los profesionales de estos recursos, confesaron que no dan un trato especializado a las mujeres que muy a menudo acuden con hijos/as menores pues señalaron la falta de personal especializado, de medios y recursos accesibles, sin centros o espacios debidamente acondicionados para la atención a víctimas, y los que existen tienen horarios muy limitados 

– Un 48,91 % de profesionales valoró que la coordinación entre recursos era buena, aunque paradójicamente esta coordinación no es igual de buena con asociaciones, la judicatura y con entidades privadas destinadas a la atención a las víctimas

Por su parte, las autoras de la investigación señalan que la falta de coordinación entre instituciones y servicios hacen que en demasiadas ocasiones las mujeres se queden sin poder acceder a ellos pues es tan importante el conocimiento de los recursos como tener movilidad para llegar hasta ellos. Hay que tener en cuenta que muchas mujeres de estas zonas no disponen de medio de transporte público y/o privado que las posibilite poder llegar a tiempo a los servicios de atención en el horario indicado haciendo que estas mujeres nunca lleguen a tiempo o desistan en su intención de acudir a pedir ayuda.

En cuanto a los datos sociodemográficos que se pudieron extraer a través de las entrevistas para conocer las historias de vida de las mujeres entrevistadas, el estudio arrojó los siguientes datos tan terribles como reveladores:

– Como sucede en cualquier ámbito, rural o no, no existe un perfil concreto de víctima. Aunque los datos sobre los feminicidios con denuncia previa evidencian que en altas probabilidades el agresor tiene un perfil con antecedentes por otros delitos violentos, y es autóctono del ámbito rural (un 44% de los feminicidas)

– Los factores de riesgo y vulnerabilidad que se pudieron determinar son los típicos de los núcleos rurales como: modelos de sociedades tradicionales y patriarcales, con creencias machistas, sexistas y discriminatorias, tanto en las familias de las víctimas como en las de los agresores

Un 47% de las mujeres dijeron que tanto las familias de sus parejas/exparejas eran machistas

El 80% de las mujeres afirmó que el machismo está generalizado en el medio rural 

– En el transcurso de la realización de las entrevistas a las mujeres se halló que el 100% de las entrevistadas había sufrido/sufría violencia psicológica, un 78% violencia física, un 56% económica y un 39% violencia sexual

Las mujeres entrevistadas de media habían permanecido en relaciones abusivas una media de 20 años

– Los motivos que manifestaron para no dejar la relación fueron: dependencia económica, miedo al agresor, el desconocimiento de los recursos disponibles para ellas y sus dudas en cuanto a la efectividad de los mismos; miedo al qué dirán, por vergüenza personal y familiar; por el control social y familiar al que están sometidas, por la menor privacidad que existe en entornos rurales en los que todos se conocen y por miedo a la estigmatización; mientras que el agresor cuenta con la impunidad que sabe que le otorga el cómplice silencio vecinal

Teresa López presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) además señala que las mujeres en el medio rural sufren una triple dependencia: física por el mayor grado de aislamiento; psicológica por tener una red de apoyo social y personal menor; y económica por las casi inexistentes oportunidades laborales pues recordemos que en las mujeres rurales el desempleo tiene una tasa del 42%. 

Un dato muy interesante e importante en el que FADEMUR hace hincapié es que el INE, todavía en 2022, no recoge en sus análisis de datos en materia de violencia machista la densidad de los municipios en los que ésta se produce. Esto hace que se produzca una invisibilidad de la ruralidad de la violencia machista provocando que las mujeres de estas poblaciones se hallen en una situación muy vulnerable. Esta es una demanda de FADEMUR desde hace años pero que el INE se niega a realizar, algo que desde FADEMUR no se explican pues las investigaciones y estudios realizados han demostrado ampliamente que las mujeres son más vulnerables frente a la violencia machista en núcleos de población rurales. Es lo que en FADEMUR llaman “aplicar una perspectiva rural”, ya que ésta nos permitiría a mejorar la intervención, la protección y la prevención de la violencia de género en el entorno rural.

Otra conclusión a destacar es el incremento de denuncias por violencia de género por parte de mujeres jóvenes. Pues las víctimas menores de 18 años aumentaron un 28,6% en 2021 respecto a 2020. Algo que puede traducirse también como que las campañas de prevención empiezan a funcionar, pero no por ello el dato deja de ser preocupante pues estas son cifras de violencia contra la mujer totalmente intolerables y evidencia más que nunca la necesidad de trabajar más duro contra la violencia de género, exigiendo más recursos y políticas públicas verdaderamente eficaces. En esta línea, FADEMUR desde el año 2019 lleva en marcha un programa específico de lucha contra la violencia machista en el ámbito rural llamado “Cultivando Igualdad” en cuyos talleres de formación y sensibilización han participado 2.400 personas, y a través de sus campañas de difusión han impactado en millones de personas, además de conseguir extender la Red de Espacios Seguros contra la Violencia de Género en el Medio Rural formada por 489 entidades e instituciones, tanto públicas como privadas. Aquí dos videos de dicha campaña:

Pero no es oro todo lo que reluce pues en la última edición el Ministerio de Agenda 2030 y Derechos Sociales se ha recortado notablemente su apoyo económico al programa. 

Las mujeres en general tardan mucho tiempo en reconocerse como víctimas, pero en el medio rural es aún mayor. Cuando las mujeres acuden a los Centros de Acción Social (CEAS) de su zona no suele hacerlo en calidad de víctimas, sino que acuden a ellos con otras peticiones de ayuda como, por ejemplo, ayuda para sus hijas/os y es el equipo profesional del CEAS quien detecta que detrás de ella hay un caso de violencia de género. Es en estos casos donde el abordaje del caso no se hace como se suele hacer habitualmente en cualquier otro medio urbano. Como estas mujeres no se reconocen como víctimas los y las profesionales han de trabajar con ellas desde otras perspectivas como aumentando su empleabilidad, facilitándoles la independencia económica, el refuerzo de su autoestima, investigando su ámbito comunitario, etc. todo ello encaminado a un empoderamiento paulatino de la mujer hasta que así se sienten seguras para dar el paso. Pero de entrada nombrarles “violencia de género”, al no reconocerse como víctimas, puede producir un rechazo y una pérdida del contacto con la mujer. Por ello las expertas en violencia contra la mujer en el medio rural recomiendan abordar los casos desde otras perspectivas como las explicadas. Es también por esto que, aunque si bien es deseable denunciar es igual de importante promover opciones alternativas a la denuncia pues por todas las razones expuestas esto es de vital importancia para las mujeres rurales que sufren violencia de género, esta es una de las medidas que tienen que ser una prioridad para la política y la sociedad en cuanto a combatir la violencia machista dentro de este ámbito.

Tras el comienzo de la pandemia, los CEAS han detectado un aumento en los casos de violencia de género. Por ejemplo, en 2017 en la provincia de Segovia se atendieron a 56 mujeres, un año después fueron 88, en 2019 alcanzaron el 109, 105 en 2020 y 125 en 2021.

CONCLUSIONES Y PROPUESTAS DE ACTUACIÓN Y MEJORA 

En el marco del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género aprobado por el Congreso de los Diputados, en septiembre de 2017, específicamente en uno de sus puntos recoge la especial atención a las mujeres del medio rural con el fin de crear campañas de sensibilización, trabajar en la prevención, mejorar la asistencia a víctimas como mejorando las actuaciones policiales y judiciales, así como promover la participación y la promoción de las mujeres rurales. Es dentro de este marco teórico que se hace necesario la realización de estudios sobre violencia de género y la situación de la mujer en el medio rural con el fin de poder actuar de manera integral y eficaz.

Los datos expuestos en el presente artículo dejan claro que existe una necesidad de crear más y mejores recursos especializados en violencia de género y en la atención a víctimas, dentro del ámbito rural español. Pues los datos nos muestran que en nuestros pueblos y ciudades pequeñas la desigualdad de género se manifiesta de manera notable, los roles tradicionales siguen muy arraigados en la población, y los casos de violencia machista son cuanto menos alarmantes. La investigación de FADEMUR para la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, del año 2020 desgranado anteriormente propone una serie de propuestas de mejora muy interesantes que deberían ponerse en marcha más pronto que tarde pues va la vida en ello a miles de mujeres que viven en estos pequeños núcleos de población rural. He aquí las propuestas:

– En materia de prevención y sensibilización es necesaria una coeducación. Esto es, incluir de manera transversal en el currículo escolar contenidos basados en la igualdad, el respeto mutuo y la prevención de toda violencia. Pues, de hecho, muchas de las encuestadas para la investigación de FADEMUR afirmaron que las campañas y proyectos en los institutos para prevenir la violencia de género era la manera más eficaz de combatirla

– En cuanto a la atención integral a víctimas la propuesta de FADEMUR va dirigida al incremento de centros y recursos especializados, además de mejorar la accesibilidad a los mismos a través de una facilitación de la movilidad (transporte público, horarios más amplios, etc.). También se hace necesario la agilización en los trámites de separación y divorcio con la eliminación de la excesiva burocracia, y la mejora de las casas de acogida para las mujeres y sus hijos e hijas

– Otro punto importante, es la formación a los profesionales que trabajan en los recursos de servicios sociales, sanitarios, policiales, jurídicos; del personal de las administraciones públicas locales, así como de entidades privadas que estén en contacto con las mujeres del entorno rural, de modo que la atención/detección de los casos sea abordada adecuadamente y ofreciendo la protección que las víctimas necesitan

– La mejora de la coordinación de las instituciones implicadas. Para ello se propone la creación de protocolos de actuación y de colaboración entre instituciones entre los diferentes agentes sociales: nuevas y mejores unidades locales interdisciplinares, especialmente las de coordinación entre asociaciones de víctimas, familias y el tercer sector. Mejorando la coordinación se evita la revictimización que tan a menudo sufren las mujeres durante el proceso

– Más investigación en materia de violencia machista especialmente en los sectores de población de mujeres jóvenes menores de 25 años, de mayores de 60, mujeres migrantes en situación irregular, violencia sexual, y violencia contra los menores

– Por último, importantísimo, un compromiso político y económico real para aumentar y mejorar los recursos con el fin de poder dotarlos económicamente de manera suficiente e implementar políticas públicas para luchar contra la violencia machista en el medio rural

Las mujeres rurales en el mundo

En el mundo las mujeres son más del 40% de las personas que trabajan en el sector agrícola en los países en vías de desarrollo, en algunas partes de Asia y África llegan a alcanzar más del 50%. En cambio, están discriminadas en cuanto a la propiedad de las tierras, y del ganado; se las excluye de la toma de decisiones en las cooperativas; perciben salarios mucho menores; no tienen acceso a recursos económicos como créditos bancarios ni a los mercados en los que vender sus productos. Todo ello hace que ni ellas, ni sus familias, ni sus granjas y plantaciones puedan prosperar como deberían.

Es por todo esto que su calidad de vida es peor y además imposibilita la erradicación de la pobreza y el hambre en el mundo, porque si las mujeres tuvieran el mismo derecho al acceso a los recursos como los hombres, en los países en vías de desarrollo la producción agrícola se multiplicaría significativamente y el número de personas desnutridas descendería hasta un 20%. 

Es por esto que el reto 2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Hambre Cero), reivindica que en las zonas rurales donde las mujeres trabajan como agricultoras y ganaderas, a la vez que son las principales sustentadoras de sus familias, las mujeres tengan el mismo acceso y mismas oportunidades que los hombres.

Las mujeres rurales son la cuarta parte de la población mundial, sobre ellas recae la mayor parte de la labranza y la plantación de semillas, así como su recolección; trabajo que garantiza el alimento no solo a los hogares y poblaciones donde estas mujeres viven y trabajan, sino que también proporcionan la seguridad alimentaria a países de todo el mundo. Siendo también protectoras frente al cambio climático pues sus métodos de trabajo suelen ser más sostenibles y respetuosos con la tierra, el medio ambiente y los animales.

ONU Mujeres, denuncia que las mujeres que trabajan en el campo y la ganadería sufren la pobreza de manera brutal derivado de que, aunque gestionan y producen tan bien como los hombres, no tienen acceso a los recursos materiales y económicos, es decir trabajan la tierra, pero no la poseen. Es lo contrario a lo que sucede con los hombres. A ello hay que sumarle que tampoco tienen acceso a la educación, a la sanidad, al agua, ni a infraestructuras en la misma medida que los hombres pues a ellas se les prohíbe dicho acceso en muchos casos. Las normas sociales machistas y patriarcales limitan el poder de las mujeres en todos los ámbitos, pero aún mucho más en el medio rural. Pues su participación en la vida pública, política, social y familiar es prácticamente nula. El trabajo de las mujeres rurales es a menudo invisible y escasamente remunerado, y todo esto se refleja en los indicadores segregados por sexo y desarrollo que muestran que las mujeres rurales están en condiciones mucho peores a las de los hombres o a la de las mujeres que viven en el medio urbano. 

“Las mujeres rurales somos las guardianas de la biodiversidad y proveemos alimentos al mundo, por ello exigimos el respeto y reconocimiento de nuestros derechos”.

Luzmila Chiricente Mahuanca

El Día Internacional de las Mujeres Rurales es el 15 de octubre

Columna publicada el 03/08/2022, en https://nuevarevolucion.es/senora-vuelva-con-su-marido-violencia-de-genero-en-el-medio-rural/ Por Laura Isabel Gómez Garcia, La Gata Negra